Jueves, 10 de septiembre de 2009 | Hoy
CINE › TULPAN, DEL DIRECTOR DE KAZAJISTAN SERGEI DVORTSEVOY
Por Horacio Bernades
TULPAN
Alemania/Kazajistán/Polonia/Rusia/Suiza, 2008.
Dirección: Sergei Dvortsevoy.
Guión: S. Dvortsevoy y Gennadi Ostrovsky.
Un film étnico y una comedia conviven en Tulpan, primera ficción del realizador kazajo Sergei Dvortsevoy. Ganadora del premio Un Certain Regard en Cannes 2008, los eminentes críticos A. O. Scott (The New York Times), J. Hoberman (The Village Voice) y Scott Foundas (L. A. Weekly) la elogiaron resueltamente en ocasión del estreno en EE.UU. Algo apichonado ante la competencia, este crítico declara haber experimentado cierto déjà vu ante el costado documentalista de Tulpan, sintiéndose en cambio gratamente tomado por sorpresa ante sus chispazos de comedia.
Películas previas, como La leyenda del camello que llora y La cueva del perro amarillo, limitan los alcances de ésta. Ambas transcurrían en la estepa y tenían a verdaderos nómades por protagonistas. Estaban filmadas con técnicas documentales y la importancia que tenía el reino animal se expresaba ya en los títulos. El reemplazo, en el título, de un animal por una flor (en kazajo, tulpan quiere decir tulipán) es, en principio, la única diferencia de ésta con aquéllas. Hay aquí dos familias nómades, que viven en tiendas en medio de la desolada estepa, los actores son amateurs y por algún motivo las ovejas mueren, muchas de ellas al dar a luz. Eso da lugar a por lo menos dos escenas de carácter estrictamente documental. Una de ellas es un dificultoso parto, emprendido por un inexperto joven de ciudad. La otra, el rescate de una cría moribunda, hecho por un pastor mediante respiración boca a boca. Dentro del sector documental de la película debe computarse también el logro infrecuente de filmar no uno sino dos tornados, que se elevan en el horizonte con un realismo que los realizadores de Twister ya hubieran querido para sí.
Si la sensación de “ya visto” le quita sabor a todo eso, lo contrario sucede con el costado más excéntrico de la película. Lo alimenta una love story imposible, la protagonizada por Asa, que, vuelto a su tierra tras cumplir el servicio militar, quiere casarse con una belleza de las inmediaciones, la Tulpan del título. Disfrazado de marinerito y ofreciendo a modo de dote diez ovejas y una araña de techo, para conquistar a la chica (o a sus padres) el muchacho recurre a aburridísimos relatos de luchas contra pulpos y avistamientos submarinos de hipocampos. El reproche que la chica hace al tamaño de sus orejas da lugar a la comparación con el Príncipe Carlos, a quien los potenciales suegros atribuyen nacionalidad africana. Hay también un chico capaz de convertirse en noticiero parlante. Y está el mejor amigo de Asa, a quien tal vez le falten un par de jugadores, pero sabe bailar como nadie “Rivers of Babylon”, en la versión de Boney M. Esa clase de detalles, marginales si se quiere, le da gusto a Tulpan.
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