CINE
A pesar del sonoro reconocimiento de crítica y público, la película de Juan José Campanella se fue con las manos vacías: la Concha de Oro fue para la china Ciudad de vida y muerte. Hubo, sin embargo, premios con sabor argentino.
› Por Horacio Bernades
Desde San Sebastián
Tal como Página/12 subrayó a lo largo de su cobertura, conviene no olvidar que los miembros de un jurado tienen sus propios criterios. Y que éstos no necesariamente coinciden con el gusto del público y la opinión mayoritaria de la crítica. Eso explica que El secreto de sus ojos, la película más vitoreada de la 57ª edición del Festival de San Sebastián, la más elogiada por el grueso de la crítica presente, se haya ido sin una maldita Concha de aquí. Esta vez el cine argentino debió conformarse con una mención para Francia, de Israel Adrián Caetano, que compitió en la paralela Horizontes Latinos. A esa mención –y al premio que Rompecabezas, ópera prima de la realizadora Natalia Smirnoff, ganó días atrás en la sección Cine en Construcción– se redujo la cosecha nacional 2009 en tierras vascas.
En tren de premios consuelo, podría considerarse el que el jurado de la crítica internacional otorgó a Los condenados, del catalán Isaki Lacuesta. De producción enteramente española, la película de Lacuesta habla de las secuelas de la lucha armada en la Argentina, y cuenta con elenco casi íntegramente porteño. Podría recordarse si no que Gigante, que ganó el premio mayor de Horizontes Latinos, es coproducción argentino–uruguaya. E incluso que su director, Adrián Biniez, aunque radicado en Uruguay, es argentino. Extremistas de la consolación considerarán también “argentino por aproximación” (como en la lotería) el premio logrado por el reconocido actor Daniel Hendler –también en Cine en Construcción– con su ópera prima en la dirección, la irresistible Norberto apenas tarde. Por lo demás, las huestes de Juan José Campanella pueden retirarse felices de aquí, con Concha o sin ella: si algo se comprobó en San Sebastián –igual que días atrás, en Toronto– es que la película que la Academia Argentina de Cine acaba de nominar al Oscar pega tanto fronteras adentro como fuera del país. Lo cual se ratificará seguramente en horas más, cuando lleguen los primeros cómputos de público desde Madrid, donde El secreto de sus ojos acaba de estrenarse.
Pero basta de consuelos, que acá no se está velando a nadie. Aunque es verdad es que el Palmarés de esta 57ª edición de San Sebastián no resultó muy lucido. Dos de los premios mayores (Mejor Actriz y Actor) fueron para Lola Dueñas (Volver, Lo que sé de Lola) y Pablo Pineda, actor con síndrome de Down, protagonistas del crowd pleaser español Yo, también. Presidido por el notable realizador francés Laurent Cantet, el jurado oficial otorgó otras dos Conchas (la de Oro a la Mejor Película, y una más a la Mejor Fotografía) al drama bélico chino Ciudad de vida y muerte. Siguiendo un modelo clásico, la película de Lu Chuan reconstruye la masacre que el ejército japonés desató en 1937 en la ciudad de Nanjing, donde perecieron 300.000 ciudadanos chinos. Premio Especial del Jurado, Le refuge, de François Ozon, es una película irreprochable, pero de una prolijidad algo exasperante, por tratarse de un drama de rehabilitación postsobredosis. Integrado también por los realizadores Samira Makhmalbaf y Bong Joon-ho (además de Leonor Silveira, actriz fetiche de Manoel de Oliveira), el jurado oficial dejó afuera no sólo a la extraordinaria Hadewijch, de Bruno Dumont, sino a varios films de alto interés, como la turca Diez minutos para las once, la francesa Non, ma fille, tu n’iras pas dancer y la coreana Vengo de Pusan.
Tal vez el único premio “jugado” haya sido el de Mejor Director para el crédito local Javier Rebollo, que en La mujer sin piano mejora su anterior Lo que sé de Lola. En tren de consuelos, otro es que Hadewijch está comprada para la Argentina, así que habrá ocasión de verla allí. El que salió reforzado de esta 57ª edición es el cine uruguayo. No sólo por el premio que obtuvo Gigante en Horizontes Latinos (algo tardío, teniendo en cuenta que ya en febrero de este año la película de Adrián Biniez había ganado tres Osos en Berlín), sino por dos de los tres de Cine en Construcción, que fueron para la película de Daniel Hendler y para Una vida útil, de su coterráneo Federico Veiroj. Ambas confirman lo que 25 watts, Whisky, La perrera y, de alguna manera, El baño del Papa, hacían presumir: existe lo que podría llamarse “estilo uruguayo”. El tono, el modo de acercarse a los personajes, el sentido del humor y la falta de pretensiones permiten considerar al cine del otro lado del charco como pequeña potencia emergente. Un mate en su honor.
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