Dom 27.09.2009
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CINE › PEDRO ALMODOVAR Y LOS ABRAZOS ROTOS, UN FILM AUTORREFERENCIAL

“Lo mejor para fabular es nuestra propia naturaleza”

Protagonizada por Penélope Cruz, su musa actual, la nueva película del director de Volver tiene como eje a un director de cine obsesionado por su estrella. Pero Almodóvar habla de todo: Hollywood, el catolicismo, Martin Scorsese y los tacones altos.

› Por Luciano Monteagudo

El encuentro fue en mayo pasado, en el Festival de Cannes. Pedro Almodóvar presentaba en competencia oficial Los abrazos rotos –que el próximo jueves tiene su estreno local– y estaba más locuaz que nunca. Tanto que en la charla en el beach club del Hotel Carlton que mantuvo con Página/12, entre otros medios, no se sintió en la necesidad de ceñirse exclusivamente a su nueva película, como suele estipular el protocolo. Es verdad que Los abrazos rotos (de la cual hay más información en la edición de Radar de hoy) se presta para abrirse a otros temas, en la medida en que transcurre en el mundo del cine y el protagonista es un director y guionista, obsesionado por el recuerdo de una mujer. Pero Almodóvar parecía disfrutar como nunca de las digresiones, que van desde el tema del doble hasta Lars von Trier, Martin Scorsese y la Iglesia Católica, pasando por los tacones altos. Lo que sigue es parte de esa charla.

–En su cine siempre predominaron las historias de mujeres, pero en Los abrazos rotos el protagonista es un hombre, o al menos su historia tiene tanta importancia como la de la mujer de su vida. ¿Este cambio anuncia un giro en su obra?

–Es cierto que ahora tengo como cuatro historias, cuatro guiones entre manos y, excepto una que es exclusivamente de mujeres, en todas las demás están muy equilibrados los personajes masculinos y los femeninos. Siento que, hacia el futuro, estaré contando más historias de hombres que de mujeres, pero no es algo que yo haya elegido.

–Mateo Blanco, el protagonista, es un cineasta, y su otra personalidad, Harry Caine, un guionista. ¿Cuánto hay de Pedro Almodóvar en esos personajes?

–En los dos hay cosas mías, evidentemente, porque es mi profesión, entonces yo me tomo a mí mismo como referencia, no tengo que documentarme con otras personas. Pero tampoco son exactamente iguales a mí... Quiero decir, se reconocen cosas, pero tampoco es una traslación de mi propio carácter. Mateo Blanco, por ejemplo, casi todo lo que luce es ropa mía de los años ‘90, y Harry Caine era un seudónimo que yo me inventé para mí mismo en un momento en que estaba harto de llamarme Almodóvar (pero mi hermano no me permitió que me quitara el nombre...) Y, por ejemplo, también la lista de dvd que él menciona, incluido Ascensor para el cadalso, son todos títulos y directores que yo admiro profundamente.

–¿Su cine entonces se estaría volviendo confesional, o siempre lo fue y por eso nunca se concretó un proyecto suyo en Hollywood?

–Yo creo que el mejor material para la ficción y para fabular es nuestra propia naturaleza, en todos los aspectos. Especialmente en los aspectos más imperfectos. Me temo que mis películas van a ser siempre películas para adultos, no pornográficas, sino para que vaya gente a partir de la adolescencia. Y como siga así me voy a convertir en el único director que lo haga. Creo que es un problema: el cine que se hace en los grandes estudios es exclusivamente dirigido a los muy jóvenes, casi a los niños o a los que tienen mentalidad infantil. Yo no quiero hacer películas de héroes, ni superhéroes, ni precuelas, ni secuelas, ni remakes, que es realmente el material del que se surte de momento la industria norteamericana, sin casi dejar opción a que el ser humano se proyecte en sus películas, excepto en el cine independiente. Pero incluso cuando se hacen películas de aventuras, yo creo que el poderío que aporta la técnica digital, o sea el hecho de que sea posible hacerlo todo, va en detrimento de la emoción. A mí me encantaban las películas de aventuras, recuerdo Mogambo, Las minas del rey Salomón, y me parece que tienen infinitamente más emoción –y no había ningún truco– que Ironman, Spiderman, o Charlie y la fábrica de chocolate u Hombres de negro o cualquiera de estas películas. Las de antes eran películas totalmente físicas donde uno sentía el peligro de verdad. Con la técnica digital, como lo hace todo posible, se ha perdido la emoción que caracteriza al cine de aventuras. Un ejemplo es James Bond: creo que no hay peor película de Bond que la última. Y tiene todos los adelantos técnicos a su favor, pero tiene el peor montaje que he visto desde hace mucho tiempo en cualquier película y donde la acción es tan explosiva que no llega a quedarse en la retina, con lo cual no llega a provocarte nada. Eso no quiere decir que esté contra la técnica digital, en absoluto. La técnica digital bien usada... Yo me imagino a alguien con talento como Hitchcock... Hitchcock haría milagros con la digitalización.

–Usted siempre ha sido fiel a sus actores y actrices, como es últimamente el caso con Penélope Cruz. ¿Qué ventajas y desventajas tiene para una película este tipo de relación?

–Yo creo que puede ser una maldición o una bendición, puede enriquecer enormemente la película pero también puede ser una catástrofe para la relación. Hay grandes directores, sobre todo directores especializados en papeles femeninos, que son pocos, que lo que han narrado ha sido su relación con las mujeres con quienes estaban en ese momento, que además eran las actrices. Cito los nombres más relevantes: Ingmar Bergman, John Cassavettes con Gena Rowlands, Woody Allen con casi todas las mujeres hasta ahora, Josef Von Sternberg con Marlene Dietrich, Martin Scorsese con Robert De Niro –y no quiero decir con esto que hayan sido amantes, pero formaban sin duda una muy linda pareja (risas)–. El caso es que el cine de Scorsese era mucho mejor con De Niro que con Leonardo DiCaprio... Pero volviendo a lo que decíamos... En el caso de Bergman o de Cassavettes, la relación con sus mujeres enriquecía sus películas y en ambos casos era el tema de las películas. Lo importante es que estos dos hombres eran muy talentosos y además no trataban de justificar su relación, no eran en absoluto indulgentes consigo mismos. De hecho, Bergman, con respecto a los personajes que representa en sus películas, en relación con las actrices, es un hombre al que yo he admirado muchísimo porque no sólo no es complaciente sino que es increíblemente cruel consigo mismo cuando habla de su relación con sus mujeres. Entonces, yo creo que ha enriquecido las películas el hecho de que los autores estuvieran enamorados de sus actrices, pero a la vez porque mostraban también la parte más dura, más oscura, mostraban que su relación con las mujeres/actrices era una verdadera batalla. Hay un ejemplo que no es así. Es el caso de Michelangelo Antonioni y Monica Vitti, o el caso de Roberto Rossellini e Ingrid Bergman. Pero a mí me interesan mucho los casos de Bergman y Cassavettes porque han tenido la valentía de mostrar las miserias de sus parejas.

–¿Y usted alguna vez trabajó con alguien con quien estuviera involucrado en una relación de pareja?

–En las 17 películas que he hecho, nunca he tenido una relación con nadie del equipo. Para mí es una sensación negativa ir al plateau con alguien con quien me acabo de acostar. Me siento mucho más independiente y más seguro si no hay una relación sexual. Y no digo sentimental, porque existen relaciones director-actores. Por lo menos en las mías: si yo lo hago todo con las manos, lo hago todo, hay una enorme sensualidad. Pero nunca ha habido una relación sexual. Es una ley que tengo y que hasta ahora he cumplido.

–El tema del doble es muy intenso en Los abrazos rotos. ¿Por qué?

–En esta película se habla de cine, de la profesión que tienen la mayoría de los personajes y el cine de por sí duplica la realidad, es un reflejo de la realidad. Y en la propia película los personajes también están duplicados, se dividen en dos o a veces en más. Es un poco lo que ocurre cuando estás rodando una película: durante el rodaje la película está reflejada en montones de monitores, en montones de pantallas, hay reflejos de lo que está ocurriendo. A veces me interesa mostrar el reflejo y hay veces que incluso el reflejo me gusta más que el origen de lo que lo provoca. De hecho, hay una fotografía que es muy importante en la película, la foto que Mateo Blanco hace en Canarias, donde la cámara capta un misterio que el propio ojo humano no llega a distinguir.

–¿Escribe un guión pensando en un actor o actriz determinados?

–He tenido épocas marcadas por los actores o actrices con los que he trabajado. Creo que mi carrera se podría dividir en una época que se llame Carmen Maura, otra época que se llame Antonio Banderas, otra época es Victoria Abril, otra época sería Marisa Paredes, y la última época estaría marcada por Penélope Cruz. Han sido siempre cuatro o cinco películas con cada uno de ellos. Su cara y su nombre aparecían y uno decía que tenía la historia escrita, que tenía el guión. Pero es excepcional que yo escriba pensando en los actores. Pienso inmediatamente después, pienso cuando estoy corrigiendo el guión.

–¿Qué opina de la controversia que levantó aquí en Cannes Anticristo, el último film de Lars Von Trier, y el retrato que hace de la mujer?

–No he visto Anticristo pero sí recuerdo el dolor enorme de Bailarina en la oscuridad y Contra viento y marea. Yo creo que Lars von Trier tiene mucho talento, pero me provoca una sensación contradictoria. Especialmente porque él es un católico converso, que es el proceso inverso al que yo he vivido. Yo soy un católico que no cree. Y lo que me sorprende enormemente de un hombre como él, por lo que oigo de la última película y también por las conclusiones que saco de las anteriores, es que de pronto ha adoptado la peor parte de la iglesia, del catolicismo, la enseñanza de la iglesia católica, que es la fobia a las mujeres. Vivo en un país donde muchos somos laicos, pero España es mayoritariamente católico y la única institución en una sociedad contemporánea, del primer mundo, entendiéndolo como mundo civilizado, la única institución que sigue creyendo y manifestando y comportándose con la mujer como si fuera un ser inferior es la Iglesia católica. Y a mí me admira, negativamente, que una persona inteligente como Lars von Trier haya heredado en su madurez una creencia tan equivocada y tan antinatural como ésta.

–Está también el tema del dolor y de la culpa, ¿no?

–El catolicismo nos dice que no nos queda más remedio que sufrir, que el dolor está en todos los lados. Pero no creo que sea la receta para mejorar en ningún sentido, a pesar de lo que diga también Martin Scorsese. También él es muy católico. Pero afortunadamente hace esas películas de gangsters donde todos son muy religiosos pero la mano no les tiembla un segundo antes de matar. Y eso es la crueldad humana, eso no es el catolicismo. Pero es cierto que no nos queda más remedio que sufrir, porque es parte de nuestra naturaleza, pero nunca puede ser un remedio, una receta. Eso es lo peor de la religión católica, porque el sufrimiento viene de la culpabilidad y entonces sufres porque eres culpable. No. Sufres porque nuestra naturaleza es imperfecta. Y entonces no queda más remedio, y claro que hay que sufrir. Y claro que eso te hace más fuerte. Pero al tomar el proceso como Lars von Trier lo hace, lo dice desde la culpabilidad, que es uno de los grandes cánceres de la educación católica. Y lo digo porque yo he sido educado por curas durante diez años y conozco muy bien el discurso. Un discurso que tanto a Martin Scorsese como a Von Trier les llega de afuera. No les llega viviendo en un país católico desde que tienen cinco años. Y te das cuenta de cómo es el comportamiento de los curas que mientras te están educando están abusando de ti. Y, después de estar abusando de ti, tú protestas y eso llega al papa y a los tribunales. Y el papa dice, por ejemplo como ha dicho del fundador de Los Legionarios de Cristo Rey, que no, que a ese hombre no se le juzga. Y recién ahora se le va a juzgar porque ha muerto el año pasado, porque era el protegido de Juan Pablo II. Esa es la educación católica. Yo me pregunto cuál es la culpabilidad que sienten los curas. De esa culpabilidad siempre me la pregunto a mí. Y si tuviera hijos me parecería un peligro llevarlos a una escuela católica. Pero tanto Martin, que yo admiro, y Lars von Trier, a quien también admiro, hablan de oídas, como se dice en España. Martin Scorsese pertenece a una familia italiana con tradición católica, pero no ha vivido en Italia. Y Lars von Trier no ha vivido en España en los años ‘50 y los años ‘60. Me gustaría que hubieran vivido a ver qué opinaban ellos de esa culpabilidad. Sólo la mujer, o los travestis, son capaces de sufrir tanto sin tener ningún sentido de culpa, ni religioso ni católico. Son capaces de sufrir para encaramarse en esos bellos objetos de casi 20 centímetros de altura. Pero las comprendo. Yo creo que las chicas están mejor con tacones, las piernas quedan más lindas con tacones, lo dicen ellas mismas. Y, además, ahora estamos viviendo en la gran época de los accesorios femeninos. Creo que los zapatos que se están haciendo ahora mismo son verdaderas obras de arte. Si miras regularmente las revistas de modas verás que las joyas que las mujeres llevan aquí y ahora están puestas en los zapatos.

–Antes mencionó que alguna vez pensó, como el protagonista de su nueva película, en cambiarse el nombre. ¿Por qué?

–Porque me resulta muy raro ver mi nombre: mi nombre se ha convertido en un adjetivo. Entonces, eso que a algunos les puede parecer glorioso, a mí me hacía sentir muy extraño y me provocaba una cuestión seria. Porque, además, es muy común decir en España: “Esa es una cosa almodovariana, ésta es una situación almodovariana, éste es un personaje almodovariano”. Me produce el sentido opuesto. No creo que estén hablando de mí, sino de alguien que tengo detrás y entonces digo que no quiero llamarme Almodóvar para no reconocerme en esas cosas. Pero creo que tampoco uno puede huir de sí mismo. Y bueno, ése es mi nombre, aunque esté harto (risas). ¿Y también sabes por qué? Por una especie de nostalgia del anonimato. Hay tantas cosas que pierdes con la celebridad, tantas que pierdes no por el hecho de tener éxito, sino de convertirte en una celebrity... La realidad desaparece, si quieres enterarte de las cosas tienes que esforzarte mucho, porque alrededor tuyo empieza a aparecer todo muy borroso. Y, verdaderamente, siento una enorme pérdida por el hecho de no ser una persona anónima. Por eso me quería cambiar el nombre.

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