Martes, 2 de febrero de 2010 | Hoy
CINE › CóMO HIZO JACQUES AUDIARD PARA SER EL CINEASTA DEL MOMENTO EN EUROPA
Al director de A Prophet, que se estrenará en la Argentina en abril, se lo considera “el Scorsese francés” por su capacidad para mezclar la tradición cinematográfica de su país con los valores de entretenimiento propios de Hollywood.
Por Kaleem Aftab *
Jacques Audiard es en estos días el más celebrado del cine europeo. Su nueva película, A Prophet, gana premios y recibe un aplauso unánime de la crítica, y fue nombrada “Mejor Film” en la inauguración del London Film Festival. Sólo dirigió cinco películas, y el British Film Institute acaba de presentar una retrospectiva, “Jacques Audiard y el thriller francés”, en la que su trabajo es puesto a la altura de clásicos de Jean-Pierre Melville, Jean Renoir, Henri-Georges Clouzot y Claude Chabrol. A Prophet confirmó la sospecha de muchos tras el éxito internacional de Read My Lips y The Beat That My Heart Skipped, de que este hombre de 57 años es el director más excitante en actividad hoy. He aquí alguien que hizo películas con “onda francesa” y la mezcló exitosamente con los valores de entretenimiento de Hollywood. Su trabajo incluso se equipara con el de Martin Scorsese.
El dice que le debe su filosofía de dirección a su padre, el guionista y director Michel Audiard. “Para mí, cuando era chico no había mayores mitos sobre las películas. Mi padre era muy simple sobre todo el asunto. No consideraba el cine como un arte. El cine era entretenimiento. La literatura y la música eran arte.” Como el mejor Scorsese, Audiard se concentra en historias de hombres fallidos, que podrían ser antihéroes si no fuera porque todos parecen estar cometiendo crímenes. Estos son hombres que operan a través del fraude y la violencia. Es la brillantez de Audiard lo que hace que la gente se vincule con ellos. Lo que separa a Audiard de Scorsese es que, en vez de fijarse en un actor en sus últimos cuatro films, un Robert de Niro o un Leonardo di Caprio, ha creado cuatro asombrosas performances de cuatro actores muy diferentes.
Mathieu Kassovitz protagonizó A Self-Made Hero en 1996. Es una bestia rara, un trabajo francés que encuentra comedia en la Resistencia. Kassovitz, también protagonista del film debut de Audiard, See How They Fall (1994), es Albert Dehousse, un desertor que saca partido del caos de la posguerra para asegurar en Londres que fue parte de la Resistencia francesa a los nazis. Audiard manipula todas las malas características que hacen de Dehousse un perdedor, viviendo en un pueblito, un hombre que huye cobardemente de su mujer e hijo, para llegar a las cosas que lo convierten en exitoso impostor. Es a través de su fraude que Audiard cuestiona la historia aceptada de la Resistencia. En el film hay una frase que pronuncia el actor Albert Dupontel que sirve para describir a todos los hombres de Audiard: “Los perdedores pueden parecer ganadores; los demonios, ángeles, y los cobardes, héroes”.
Vincent Cassel es esa clase de hombre en Read My Lips. El thriller es una rareza en la obra de Audiard en la que presenta a una protagonista, Emmanuelle Devos, como una secretaria de oficina sorda que se encandila con un empleado con historial criminal. A su turno, Cassel anima a su sorda amiga a ayudarlo a cometer un robo. Todo en Cassel debería hacerlo desagradable: es un bruto, egoísta y desagradecido sólo interesado en cometer crímenes, mal vestido con un traje que le sienta mal y una corbata mal anudada. Parece un tosco detective salido de atmosférico thriller italiano. Pero aparece el hecho de que la naturaleza machista del personaje hace que no pueda resistirse a ayudar a una dama en apuros, y de pronto el ogro se convierte en el héroe de un desastre provocado por él mismo. Un Audiard clásico.
Su cuarto film, The Beat That My Heart Skipped, es una remake de Fingers, el thriller dirigido en 1970 por James Toback, y es una de esas raras ocasiones en las que la nueva versión es mejor que la original. Una gran razón para su éxito es el giro carismático de Romain Duris como un brutal gangster que le promete a su padre que las deudas serán pagadas, pero en secreto desea ser concertista de piano. Su profesora de piano es una inmigrante china que no sabe francés. De algún modo esto se convierte en el romance central, a pesar de que sólo se ve a Duris durmiendo con la esposa de su mejor amigo y la amante de un mafioso ruso. El mayor cambio con respecto al original es el final optimista: el director tiene inclinación por los finales lindos.
Los guiones y finales de Hollywood son una de las razones por las que los críticos franceses han desestimado su trabajo. Tampoco ayuda a su causa que su padre, Michel, fuera un extraño para la nouvelle vague, conocido por guiones ingeniosos pero convencionales, que lo convirtieron en un chivo expiatorio para los críticos que adoraban a Godard y compañía. De joven, Jacques intentó darle la espalda al negocio familiar: “Cuando sos pibe y tu papá es ingeniero, se va a la oficina. Yo vi a mi padre levantarse e ir a la oficina, que estaba en la casa, para escribir. Pero no veo otras similitudes”. Antes de la muerte de Michel en 1985, padre e hijo incluso trabajaron juntos adaptando la novela Mortelle Randonnée de Marc Behm, para que la dirigiera Claude Miller.
Pero el director de A Prophet tiene su propia estatura. De hecho, puede parecer tan desagradable como sus personajes; en Cannes se lo vio orgulloso, demasiado seguro de sí mismo. Puede ser evasivo hasta lo irritante, pero en él hay también encanto y humor. Parecería que quiere ser rebelde y amado a la vez, un conflicto de emociones que se repite en todos sus personajes, especialmente el Mailk de A Prophet. Sobre ese personaje, Audiard dice que “cuando aparece en la película no tiene ninguna identidad. Es un sin techo, no es árabe ni religioso. Las otras personas en la prisión le dan su identidad. Son los caucásicos los que le dan una identidad: sos árabe, sos un sucio árabe”.
Todos los ingredientes que han hecho de Audiard tal favorito de los cineastas están en juego aquí: un héroe inesperado, el crimen como escape, una crítica a la sociedad francesa y, aún más importante, una entretenida historia de un hombre determinado a llegar a la cima, que podría funcionar en cualquier historia de gangsters de Hollywood, de El Padrino a Caracortada. Audiard no se intimida al comentar su propia ingenuidad. “El título es un poquito irónico, como un chiste. La palabra ‘profeta’ tiene dos significados: el sentido religioso y la alusión a alguien que anuncia que algo está llegando. Este profeta anuncia la llegada de un nuevo tipo de gangster, un anti-Scarface. Un mafioso inteligente, cultivado, muy buen padre, no violento, de buenos modales. No es el típico gangster. ¡Probablemente un político!”
Esta vez tampoco habrá lugar al argumento de que Audiard no es un buen director de actores: tomó al desconocido Tahar Rahim y consiguió una performance que lo ha llevado a una cadena de nominaciones. Otro elemento al que Audiard vuelve constantemente es la relación entre maestro y aprendiz. En toda su obra, alguien está aprendiendo de alguien o trata de impresionarlo, y naturalmente el director tiene su teoría sobre por qué esto hace tan buenas sus películas: “No es una elección consciente. No me doy cuenta de que hago eso. Los críticos hicieron que me diera cuenta de que siempre vuelvo a eso. Supongo que tengo que admitirlo. Es un muy buen mecanismo dramático para filmar actores. Y usando un poquito de comedia al estilo El día de la marmota, es un mecanismo que funciona muy bien”. En última instancia, sus personajes sólo quieren ser vistos en la copa del árbol. Y mientras el padre del director fue juzgado como fracaso cuando intentó hacer el salto de guionista a director, su hijo hizo ese movimiento con aplomo: es casi seguro que A Prophet quedará en la lista definitiva de las nominadas al Oscar a la mejor película en habla no inglesa.
Aquí hay una fórmula, pero es una fórmula brillante, que toma lo mejor del cine europeo y norteamericano, agrega un potente personaje masculino que quiere dejar una impresión y eleva la tensión poniéndolo en situaciones que amenazan la vida. Aún mejor, el protagonista central es alguien a quien normalmente se le pediría que fuera odiable; en A Prophet, es un matón musulmán no practicante. Y nadie se queja, porque Audiard ha cocinado una de las mejores películas de los últimos quince años.
De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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