Jueves, 16 de febrero de 2006 | Hoy
CINE › LAS INVASIONES A IRAK, UN TEMA QUE HOLLYWOOD SE DECIDIO A EXPLOTAR AL MAXIMO
El estreno de Soldado anónimo, de Sam Mendes, sirve para analizar el retrato modelo 2006 del enemigo iraquí que proponen series y películas. ¿Qué rasgos definen al nuevo demonio global?
Por Julián Gorodischer
El cine encontró el reemplazo perfecto para la Guerra Fría: la invasión a Irak (en sus dos versiones, modelo 1991 o 2002) produce por estos días una verdadera fiebre del guionista, cuyo ejemplo más actual es la película Soldado anónimo, de Sam Mendes, que se estrena hoy. La lista de retratistas del enemigo público número 1 es extensa e incluye al director de Belleza americana, los productores de la serie Over there (que se emite por el canal Movie City), Sylvester Stallone (que acaba de anunciar la filmación de Rambo IV combatiendo a Al Qaida), el italiano Roberto Benigni que diseñó una secuela de La vida es bella, pero en escenario iraquí, y Oliver Stone, que decidió magnificar el “heroísmo” en los rescates durante lo que fue el germen de todo, la caída de las Torres Gemelas, en su film World Trade Center (de estreno previsto para mediados de año).
El enemigo global se propone como: a) un ataque que se anuncia y nunca llega en Soldado anónimo; b) un villano étnico estereotipado de los que no aparecían desde la saga post MASH en la serie Over there; c) apenas un marco pintoresco para ver el lucimiento de la heroína Kirsten Dunst –según anunció la revista Daily Variety– que se convertirá en 2006 en una agente humanitaria desde el frente. “La ficción –explica Stella Martini, analista de medios– arma un mundo digerible, más perceptible, y se somete a una necesidad de los públicos. Una vez que pasó la primera etapa del patrioterismo sobre Irak, que duró hasta fines de 2003, el modelo Bush hizo agua y se pudo iluminar todo aquello que estaba por debajo de la censura. Desde 2004, el tema se blanqueó y Hollywood abrió su mercado.”
Cabeza de jarro
Vuelve el protagonismo del marine en los últimos experimentos bélicos del cine, pero cada caso es un mundo. En Soldado anónimo, protagonizada por Jake Gyllenhaal, candidato al Oscar a Mejor Actor de Reparto por Secreto en la montaña, se cumple la definición que da Stella Martini sobre la nueva ola bélica iraquí (aquí centrada en la operación Tormenta del Desierto de la primera invasión). “Con la corrupción de la era Reagan –dice la investigadora– se produjo una fractura y llegó una postura paródica y cínica: es el tipo de denuncia que puede aceptar el cine, sin olvidarse del mercado. Hoy se mantiene la tendencia paródica.” Así, el cabeza rapada de Soldado anónimo se dedica solamente a esperar un combate que no llega, se entrena como francotirador sólo en teoría, se define por sus pasos en falso, que pueden incluir el descuido del campamento o la confesión de que en lo que duró la guerra no disparó un solo tiro.
Sam Mendes ironiza sobre el marine inútil, mira con ternura la dictadura de cuartel, crea una fraternidad allí donde otros vieron un aluvión opresor y no tematiza la cuestión política para dar lugar a una “típica de amor contrariado y amistades que durarán por siempre”. A cambio, Over there propuso en la TV un recorrido más clásico, martirizando al soldado pero por la crudeza del enemigo. La serie es la primera de la historia que hace ficción sobre un conflicto bélico abierto (cosa que no hizo ni MASH con Vietnam) y fue definida por su creador, Chris Gerolmo, como una ficción “con todo el drama de La ley y el orden, la acción de 24 y la sangre de CSI”. La actualidad se filtra cuando hace mención a las torturas de Abu Ghraib o cuando la soldado rubia (aquí ingresan las mujeres, a diferencia de Soldado anónimo) pisotea al cadáver y recibe el reto. Marcadamente misógina, con chicas inútiles o crueles y hombres valerosos, reivindicando el heroísmo negro ahora que queda otra minoría (la árabe) para estigmatizar, convirtiendo al iraquí en un mohicano de bandana en la cabeza y propensión a atacar por la espalda, Over there no tendrá segunda temporada, tal vez por su tono solemne y su tiroteo hartante o –como dijo su protagonista, Lombardo Boyar, a Página/12– “porque mucha gente prefiere seguir ignorando lo que pasa en Irak”.
Guerra caliente
¿Por qué se reproducen las imágenes de la guerra caliente? Aníbal Ford definió a la retroalimentación entre ejército y guionistas de Holly-wood como un “complejo militar-cultural” que prevé la existencia de creativos anticipando conflictos y a la vez un ejército hiperretratado por los guionistas. “Que la figura de Bin Laden –escribió en este diario– haya sido bajada 10 mil veces en cinco días para acribillarla virtualmente o que haya desplazado del lugar top al sexo en Internet... no son datos desconectados de este complejo militar-cultural que crece amenazante y malthusiano en los albores del siglo XXI.” La cadena incluye un cine que eleva el heroísmo estadounidense casi hasta el rango del poder sobrenatural. Por ejemplo, en World Trade Center, Oliver Stone cuenta el rescate supraterrenal de los policías John McLoughlin y Will Jimeno en las Torres Gemelas. “Encarnar a los sobrevivientes en actores talentosos y muy conocidos –justificó el oficial Jimeno– ayuda a que nadie los olvide. Este film es a la vez un testamento y la demostración de lo que el ser humano es capaz de dar.” La catarsis sirve para elevar espíritus. “Es una historia de coraje y perseverancia”, se cebó Brad Grey, de la Paramount. “Es sobre el heroísmo individual y la potencialidad del espíritu humano. Fuimos afortunados, sensibles y responsables haciendo esta película.”
¿Hay rasgos comunes en el retrato bélico sobre el enemigo iraquí? “El cine norteamericano –describe Sergio Wolf, periodista y director del Area de Cine del Centro Cultural Ricardo Rojas– siempre tematiza su propia historia; uno puede examinar cada momento de la historia norteamericana y va a encontrar un film. Es un cine muy sociológico, trabaja sobre las cosas que conocen todos, es muy endogámico, y no se ocupa de aquello que ven desde afuera los otros, sino en cómo ellos creen que se ve desde afuera. En Europa es más testimonial, con una dimensión más crítica.” Si Kirsten Dunst (El hombre araña) se prueba el traje de la agente humanitaria María Ruzicka, dedicada a compensar económicamente a las víctimas y sacrificada en un ataque suicida (pura bondad y martirio), y Stallone eleva al soldado más-que-humano por encima de la debilidad del Soldado anónimo es –sigue Wolf– “porque en el cine de Estados Unidos la mirada crítica nunca es estructural. Si se critica, se hace sobre hechos concretos, sobre cosas puntuales, como un general que se volvió loco o una patrulla descarriada en particular”.
Demonio perfecto
Se consagra un demonio total que se despega de la ola políticamente correcta de los ’90: es el retorno del enemigo definido por la tonada (aquí un balbuceo de “as” estiradas), accionar sin códigos, encargado de poner en crisis el bienestar burgués occidental. Desde los soviéticos de garfio, parche y gusto por el crimen o los vietnamitas promiscuos e infectados no se veía tal regreso a los básicos del mal. “Frente al demonio soviético o el musulmán –dice Stella Martini–, la actitud es la misma: es esa cosa estadounidense, creyente, religiosa, frente a un otro malo, que afianza una confianza en el gobierno aunque mueran sus hijos de a miles. Hay que combatir al enemigo de los Estados Unidos, que es del mundo.” Pero la visión del enemigo ruso –según Martini– era más ingenua, y su reemplazo musulmán es más complejo: desterritorializado, apuntando a blancos civiles, superado por la noticia de actualidad, definido por un margen peligroso de creación en el que puede quedar como demasiado trivial (por contraste con los titulares del diario) o abiertamente inverosímil, si la pluma del guionista se desmadra.
Para no correr riesgos, la ficción –muchas veces– se aferra al periodismo: en Vuelo 93 (que se estrena el 20 de julio, dirigida por Paul Greengrass) se reproduce como en un docurreality la epopeya del United Airlines 93, último de los cuatro aviones secuestrados el 11 de septiembre de 2001: se anticipa el esfuerzo de los pasajeros para evitar que el avión fuera estrellado por los terroristas contra la Casa Blanca, pero no hay mención, según dicen, a la hipótesis de que el Pentágono lo derribó en forma preventiva. El actor y director italiano Roberto Benigni, en cambio, eligió el extremo opuesto: piensa filmar –como en La vida es bella– una proclama pacifista demasiado explícita en la que un poeta atrapado en Irak en pleno 2003 enfrenta las bombas con poemas. Su personaje, Attilio De Giovanni, no conoce una palabra de árabe y apunta –según Benigni– a distraer y conmover, lo único que las películas pueden hacer: “No salvan el mundo, pero pueden consolarnos”. ¿Por qué se mantiene la supremacía de héroes unidimensionales y sensiblería? “Porque la crítica y la parodia existen, pero nadie sabe hasta dónde aguantan”, responde Stella Martini. “El estadounidense promedio no es el lector del The Washington Post o el de The New York Times. Es el farmer de las provincias.”
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