Desde Cannes

Eva Bianco, Victoria Raposo y Adela Sánchez en una escena de Los labios.

Tramo final para el Festival de Cannes. Y con premio para el cine argentino. Eva Bianco, Victoria Raposo y Adela Sánchez, el trío protagónico de Los labios, una de las dos películas en concurso en la sección oficial Un Certain Regard (la otra fue Carancho, de Pablo Trapero), se llevó ayer el Prix d’Interpretation. El premio es en primer lugar, por supuesto, para las tres espléndidas actrices, pero también para una película, codirigida por Iván Fund y Santiago Loza, que se lució en una selección que contó con nombres mayores, como los de Jean-Luc Godard, Manoel de Oliveira y el coreano Hong Sang-soo, quien finalmente se llevó el premio mayor de la sección por una de las mejores películas de toda su carrera, Ha Ha Ha.

El jurado presidido por la cineasta francesa Claire Denis e integrado, entre otros, por Serge Toubiana, director de la Cinémathèque Française y Kim Dong-ho, director del Festival de Pusan, valoró el “trabajo magnífico, conmovedor” (en palabras de Denis) de las actrices en un film que borra de una manera delicada, inteligente y sensible las fronteras entre el documental y la ficción. Estas virtudes ya le habían ganado, en el último Bafici, el premio a la mejor dirección de la Competencia Argentina.

La historia de Los labios es sencilla: tres asistentes sociales (interpretadas por Bianco, Raposo y Sánchez) llegan a un pueblo olvidado de provincia y comienzan a trabajar con la gente del lugar, que tiene todo tipo de carencias y necesidades. La particularidad de la película es que esas penurias son reales, se perciben en cada caso que relevan las asistentes y en cada rostro curtido por el abandono que registra la cámara. Pero la interacción entre las profesionales y la gente del lugar es una representación, un juego, un ejercicio dramático pero lúdico que consigue los mejores resultados: una rara armonía entre actrices y no actores, entre el espacio real y el cinematográfico. Y a diferencia de tantas películas que hacen de la miseria su negocio, Los labios en cambio se plantea una cuestión de fondo: ¿cómo filmar la pobreza sin embellecerla ni distorsionarla? La respuesta la da la película misma: con honestidad pero también con imaginación.

Por su parte, en Ha Ha Ha el tema es el mismo de siempre en Hong Sang-soo: los malentendidos y azares del amor. El director coreano suele trabajarlo con distintas variaciones, un poco a la manera de la estructura de los Cuentos morales de Eric Rohmer, pero con unos personajes y un estilo intransferiblemente propios. Casi siempre hay una o dos parejas jóvenes –y sus distintas combinaciones– que se encuentran y desencuentran, mientras comen, fuman y toman litros de soju, tanto como para voltear a un elefante.

En este sentido, Ha Ha Ha no es la excepción. Pero en su nueva película Hong Sang-soo ha sofisticado su sistema a tal punto que el espectador parece convivir con los personajes como si los conociera de toda la vida. Hay un virtuosismo formal en el laberíntico entramado de situaciones que hacen transparente y ligero lo que en otras manos hubiera sido oscuro y pesado: el problema de la responsabilidad frente a los sentimientos del otro.

A su vez, esta noche se entregan los premios de la competencia oficial. En Cannes, siempre resulta difícil arriesgar favoritos, pero este año lo es aún más que nunca. Una selección muy desigual, donde convivieron grandes películas –Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives, del tailandés Apichatpong Weerasethakul; Poetry, de otro maestro coreano, Lee Chang-dong– con otros títulos mucho menos valiosos, pero quizá más atractivos para un jurado heterogéneo, no permite aventurar ganadores. La última palabra, en todo caso, la tiene el presidente del jury, Tim Burton.