Martes, 7 de septiembre de 2010 | Hoy
CINE › 2º FESTIVAL NACIONAL DE CINE Y VIDEO RíO NEGRO PROYECTA
La ciudad de Bariloche fue sede de una muestra competitiva que, con sus altibajos, sirvió para tender puentes que la lógica comercial descuida. Con un buen nivel general, el premio mayor se repartió entre las películas Los labios y Orquesta roja.
Por Diego Brodersen
Con el imponente marco del lago Nahuel Huapi y un clima que contrastó espectacularmente con el aguacero porteño, finalizó la segunda edición del Festival Nacional de Cine y Video Río Negro Proyecta, emplazado este año en la ciudad de San Carlos de Bariloche. Cansados pero felices, los organizadores del evento muestran orgullosos las cifras de asistencia del público a las salas, mayores de lo esperable para una ciudad que no posee una cultura cinéfila concentrada en las salas cinematográficas, escasas como en la mayor parte del interior del país. Ese es precisamente uno de los logros de este festival que se desarrolló a lo largo de cinco días: comenzar de a poco a generar una presencia del cine en las salas, exhibiendo una parte importante de la producción nacional en una región donde esos films no suelen tener presencia. Un dato significativo en ese sentido es que en Bariloche no tuvo estreno comercial, por ejemplo, una película como Carancho, lanzada en el país con una generosa cantidad de copias y una importante campaña publicitaria.
Integrada por nueve largometrajes, la Competencia Nacional se transformó de esa manera en un espejo del cine argentino más interesante producido durante los últimos doce meses, incluyendo dos títulos que tuvieron su estreno en las salas barilochenses: el nuevo opus de Gustavo Fontán, Elegía de abril –film que continúa en la línea creativa de obras como La madre y El árbol y que tendrá su estreno comercial en Buenos Aires en el mes de octubre– y la ópera prima del crítico y periodista Leandro Listorti, Los jóvenes muertos, un film que promete polémicas no sólo por su temática –una extraña ola de suicidios de adolescentes en la provincia de Santa Cruz–, sino también por su construcción formal. El jurado integrado por los realizadores Anahí Berneri y Miguel Pereira y por el investigador y docente Fernando Martín Peña decidió entregar el premio mayor, consistente en 25.000 pesos en metálico, a dos largometrajes. Los labios, de Santiago Loza e Iván Fund, y Orquesta roja, de Nicolás Herzog, tendrán así que dividir el valor del cheque correspondiente. Ambas condecoraciones reflejan la muy buena calidad de la selección, pensada primordialmente a partir de un criterio artístico, algo no tan frecuente en festivales regionales como Río Negro Proyecta.
Distinto fue el caso de la Competencia Regional, integrada por siete largometrajes y diez cortos dirigidos por realizadores de la región patagónica, o bien rodados en locaciones del sur de la Argentina. Cal y arena entremezclados, el nivel de los films fue absolutamente desigual, compitiendo entre sí documentales como Vienen por el oro, vienen por todo, de Pablo D’alo Abba Cristian Harbaruk –un sensible retrato de la lucha de los habitantes de Esquel por evitar la explotación a cielo abierto de sus minas de oro, que terminó llevándose el premio mayor de la sección– con otros films que combinan cierto amateurismo con un nivel de pretensiones que no se ubican a la altura de las circunstancias. La selección también incluyó a Lo que más quiero, el interesante debut de Delfina Castagnino, estrenado este año en el Bafici, film con una carrera internacional que apenas comienza. La disparidad artística y técnica entre los siete largometrajes refleja en cierta medida el escaso desarrollo del cine en la región, donde sólo un puñado de títulos logra alcanzar ciertos estándares, y contrasta enormemente con la calidad de la selección nacional. En cuanto a los trabajos de cortometraje, cuyo nivel fue bastante más parejo, los honores de la premiación fueron para el ejercicio surrealista Singapur, de Agustín Grego y Manuel Reyes.
La exhibición de otras películas fuera de competencia y un puñado de proyectos en construcción que también recibieron la aprobación de periodistas especializados y gente de la industria terminaron de darle forma a la segunda edición de este evento que promete continuar el próximo año, nuevamente en la ciudad de Bariloche. Un festival que se encuentra en etapa de crecimiento, dando sus primeros pasos con confianza y aprendiendo de los errores, generando un punto de encuentro entre los realizadores y un posible nuevo público. Es de desear que, como hasta ahora, la política y sus devaneos no logren obstaculizar el trabajo de selección guiado por parámetros creativos, tal vez el sostén más importante de todo buen festival de cine.
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