Sábado, 4 de marzo de 2006 | Hoy
CINE › LA POLITICA EN LA PREVIA DE LOS PREMIOS OSCAR
Conducida por el humorista Jon Stewart, la ceremonia que se realizará mañana en el Kodak Theatre de Los Angeles llega en un momento lleno de incógnitas para la industria de Hollywood.
Por ELSA FERNANDEZ SANTOS*
Desde Los Angeles
Nadie habla de fiestas. Y el mal tiempo y la lluvia amenazan para el fin de semana. La 78ª edición de los Oscar de Hollywood, que se realizará mañana en el Kodak Theatre de Los Angeles, se presenta llena de incógnitas. Los principales diarios coinciden en que es un escenario “serio”, “extraño”, “fresco”, “diferente”. De las cinco películas candidatas, sólo una (Munich) pertenece a un gran estudio. El resto (Secreto en la montaña, Capote, Crash y Buenas noches... y buena suerte) son historias de una América marginal, películas pequeñas para las grandes cifras que suele manejar la poderosa industria. Sin batallas mediáticas entre ellas, el pasado martes se enviaron los últimos votos a la Academia. Según todas las apuestas, la probable ganadora será Secreto en la montaña. En la televisión se anuncia la ceremonia, pero de momento una extraña calma precede a la noche del domingo. “Este año no hay grandes estrellas, hay grandes películas”, apunta un comentarista. Con más sorna, en un canal de televisión proponen una encuesta callejera entre el público y aseguran que la mayoría desconoce los nombres de los actores que se pasearán por la popular alfombra roja. Aunque nadie duda de que George Clooney alcanza para lograr la dosis necesaria de glamour que exige la gran noche de Hollywood. No deja de ser paradójico que en la América de George W. Bush surjan cinco películas como las que el domingo competirán por los Oscar: de fuerte compromiso político y baja repercusión –muchas de ellas– en la taquilla estadounidense. La ceremonia, presentada este año por un humorista radical, el humorista judío Jon Stewart (una especie de mordaz Jerry Seinfeld), tendrá una marcada carga política. Stewart, autor de la sátira América, un libro que The New York Times mantuvo durante 49 semanas entre sus best sellers, es conocido por su programa The Daily Show, un falso noticiero que cada día repasa la actualidad con una dosis importante de ironía.
Con ocho candidaturas y una brillante campaña mediática, Brokeback Mountain es, según todos los barómetros, la favorita al premio a la Mejor Película. La historia de amor entre dos vaqueros que encuentran el paraíso en las verdes praderas de Wyoming, para luego perderlo –o abandonarlo– por el miedo a una sociedad que los niega, ha logrado llevar a un terreno hasta hoy inimaginable la iconografía del western. El eco de este film es tan grande que anteayer Los Angeles Times dedicó una página a lo que llama “el efecto Brokeback”, que va de las pasarelas de Milán (hace unas semanas Valentino sacaba en su desfile para la próxima temporada a dos vaqueros desfilando de la mano) a las universidades estadounidenses, donde en pocos meses se multiplicaron las tesis que diseccionan las claves del film.
Este año el ambiente no podía estar más frío y más enrarecido. La 78ª edición de los premios de Holly-
wood está sufriendo la enorme grieta que divide a Estados Unidos. Las películas de este año no gustan a los norteamericanos, o al menos eso repiten en algunos medios de comunicación. En una nación en la que la autoprotección de su industria cinematográfica ha sido una cuestión de Estado, ahora no cesan las críticas a Hollywood. La vieja norma (impulsada en los años setenta por la Motion Pictures Association of America) de que nada es más dañino para la industria que airear sus malas cifras se pasa por alto, y se recuerda constantemente que las cifras de los últimos meses son las peores en quince años. Mientras la crítica europea (y la de algunos sectores estadounidenses) califica la cosecha artística de este año como una de las mejores de los últimos tiempos, un encendido encuestado grita en una televisión indignado: “¡Esto no es cine americano!”.
La víspera encuentra a Munich como la película más grande (en presupuesto y en nombre) de esta edición. Con cinco candidaturas, implica la sexta candidatura como mejor director de Steven Spielberg y es la única de las cinco películas perteneciente a un gran estudio. Pese a eso, su campaña promocional fue discreta. A sus 59 años y con dos Oscar como director (La lista de Schindler en 1993 y Rescatando al soldado Ryan en 1998), Spielberg ha dividido a la crítica de su país con su nuevo trabajo. Los malos resultados en la taquilla del film se explican, según la revista Variety, por la “ambigüedad” de su mensaje. “Y la ambigüedad no mueve ni a las masas ni a la Academia”, añaden. En todas las especulaciones de la previa, Capote y Munich aparecen en último lugar. Les achacan un curioso defecto: ser “demasiado intelectuales”.
Buenas noches... y buena suerte, segunda película del actor George Clooney, llega con seis candidaturas y respaldada por la vieja guardia de Hollywood, para los que la herida de la caza de brujas del senador Joseph McCarthy jamás se ha cerrado. Según la revista especializada Première, Clooney es hoy “el niño bonito de Hollywood”: “Modesto, sano, generoso, trabajador y con talento”. Capote aspira a cinco estatuillas, y su actor y productor ejecutivo, Philip Seymour Hoffman, es junto al vaquero Heather Ledger el favorito a la hora de llevarse el Oscar al mejor actor. “Sin duda, Capote tiene sus seguidores”, escribe Anne Thompson en la revista Première, “pero mientras se demuestre lo contrario, según lo confirma la 78ª entrega de los Oscars, el cine que hace pensar juega en clara desventaja con el que te agarra por el estómago”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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