Miércoles, 6 de octubre de 2010 | Hoy
CINE › NICOLáS HERZOG Y LAS IDEAS DETRáS DE SU PELíCULA ORQUESTA ROJA
Hace diez años, una extraña intervención de tres hombres enmascarados disparó todo un dispositivo mediático que rozó lo bizarro. A partir de ese suceso, el realizador imaginó un documental que terminó derivando hacia la ficción y el policial.
Por Oscar Ranzani
El 5 de abril de 2000, las letras de Crónica TV fueron más grandes que de costumbre. Un hombre con un pasamontañas anunciaba, en una zona supuestamente boscosa cercana a Concordia que, junto a un grupo insurgente, habían decidido el retorno de la lucha armada, después de años de entrenamiento y con el objetivo de defender las causas sociales. El grupo se autoproclamó Comando Sabino Navarro (en alusión a un dirigente montonero) y argumentaba que tenía conexión con las FARC colombianas y con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (Chiapas), del que habían adoptado el estilo de su indumentaria. Más tarde, se supo que la noticia “bomba” había sido un intento de llamar la atención de tres militantes sociales y piqueteros, muy conocidos en Concordia: José María “Chelo” Lima, Carlos Sánchez y Patricia Rivero, quienes quedaron detenidos en un operativo que fue tan grotesco como su iniciativa. El hecho, sin embargo, no permitió abrir el debate necesario sobre la legitimidad de los mecanismos de construcción de las noticias de algunos medios ni sobre las operaciones mediáticas para fabricarlas. Y tampoco se habló mucho sobre la necesidad de la prensa amarilla de generar ficción cuando la realidad no es lo suficientemente interesante. Todos estos aspectos son abordados por el documental Orquesta Roja, ópera prima de Nicolás Herzog que se estrenará mañana en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635) y en la Sala Incaa Doc del Arteplex Belgrano (Cabildo 2829).
Cuando se produjo el hecho, Herzog tenía veinte años y hacía tres que estaba en Buenos Aires estudiando Ciencias de Comunicación en la UBA. Pero no le costó reconocer a los protagonistas, porque el propio cineasta había vivido diez años en Concordia. “Reconocí quiénes eran los que estaban detrás de las capuchas. Ya en abril de 2000 estaban siendo un poco denostados. Habían tenido su momento de gloria como militantes sociales de la región de Salto Grande”, recuerda Herzog, quien agrega que “el hecho puntual fue tomado en Concordia de una manera muy grotesca, muy graciosa. Todo el pueblo se rió de lo que había pasado, un poco por el tratamiento que tuvo en los medios”. A pesar de ello, a Herzog la noticia le quedó haciendo ruido. Y comenzó a pensar en el rol de la prensa en este tipo de situaciones, que le hacían recordar a Orson Welles y su célebre Guerra de los mundos. Cuando Herzog tuvo que sentarse a escribir su tesis de graduación, no lo dudó: decidió realizar una investigación sobre aquel suceso. Fue así que conoció a los tres protagonistas. Luego pensó que, como eran personajes interesantes, podía hacer una película. “Y además de desenmascarar a los medios, me parecía que la historia iba a ser mucho más profunda y más interesante si, por un lado, contaba la historia de los protagonistas para darle una densidad humana fuerte y, por otro lado, nos hacía intervenir a nosotros como realizadores en el dispositivo; es decir, meter al cine en el juego. Ahí es donde la historia se empezó a complejizar”, explica el cineasta. Herzog estructuró Orquesta Roja con un eje narrativo que se asemeja al policial negro. Y combinó el documental con representaciones ficcionalizadas, interpretadas por los protagonistas reales.
–¿Su documental busca poner en evidencia el sensacionalismo mediático?
–En primera instancia sí, pero no sólo eso. Es también una película sobre la idea de representación. Para mí es una excusa para hablar de algo más denso y más profundo en distintos niveles de lectura. Pero se trata de pensar esa necesidad humana de construirnos como otras cosas para ser en el mundo. El caso de “Chelo” está representado: un tipo que fue cuadro político en los ’90, un poco imbuido de partes de un todo, medio a lo pastiche. Es decir, tiene la boina de Guevara, pero también una militancia activa en el peronismo y reivindica la figura de Eva Perón. Entonces, todo ese dispositivo que se pone en juego es un síntoma de la época de los ’90: esa cosa neoliberal, en donde todo podía relacionarse con todo y en la que había una conciencia más frágil en términos políticos. No como en los ’70, donde los ideales eran mucho más sólidos, más fuertes, más claros. Entonces, también traté de evidenciar o poner de manifiesto lo que fueron los ’90 en términos políticos y sociales.
–¿De qué modo este hecho es representativo de la cultura de los ’90?
–Por las representaciones muy fragmentadas de la sociedad, los efectos políticos en los cuales los medios fueron fundamentales a la hora de esa construcción. Primero fue Menem y después De la Rúa, un tipo construido por los medios. Y hoy en día, un actor político sin medios de comunicación, sin el marketing, no tiene razón de ser. Entonces, hay algo de eso. Y por otro lado, hay algo también de las luchas sociales de ese momento, del surgimiento del movimiento piquetero, donde ellos fueron un poco pioneros en esa forma de manifestar, de cortar las rutas, de las puebladas. En los años ’96-’97, cuando ellos arrancaron, era algo que estaba muy en ciernes: había algunos cortes en Cutral Có, en Tartagal, pero no estaba instalada. Después, a partir del ’99 se institucionaliza como demanda. Y hoy en día, parece que cortar la ruta es algo que hay que negociar con el poder y está todo medio que se compra y se vende. La peli está pensada sobre el rol de los medios y cómo inciden: diez años después, la cámara vuelve a ellos y les da una nueva oportunidad para filmar una película.
–¿Para usted la noticia fue bizarra o patética?
–Hay un poco de las dos cosas. Obviamente, todo lo que sucedió fue algo absurdo, sobre todo en el momento en que estaba sucediendo, veinte años después de que supuestamente los focos guerrilleros habían quedado desmantelados. Y que surja un grupo así y que todos los medios entren en esa vorágine, es triste. Es más triste de parte de los medios que de parte de ellos, los protagonistas. Cuando entendí el sentido de ellos, más allá de reivindicarlo o no, me pareció mucho más digno desde el lugar en que ellos se pusieron para construir la noticia que lo que hicieron los medios con eso. Es triste, es patético, pero más triste es cómo continuamente eso sigue pasando en otros niveles.
–¿Por qué decidió que el documental tenga un tono narrativo que se asemeja al policial negro?
–Eso apareció promediando el desarrollo. Fueron tres inviernos de rodaje. El documental se fue armando y, en un momento, dejó de ser un documental, y lo empecé a pensar como una película. Empecé a tomar elementos que me servían para contar la historia. Había algo con el policial, pero las referencias son más del comic. Había algo en el comic que lo identificaba mucho con los personajes. Por un lado, me parecían personajes salidos de una historieta. El policial es un género muy popular que identificó siempre al consumidor masivo. Y por otro lado, el policial y sus claroscuros siempre me daban un lugar donde podía situar la historia que siempre me sonó con claroscuros.
–¿Cuánto cree que hay de ficción en la reconstrucción de la realidad que hacen algunos medios?
–Mucho más de lo que el común de la gente cree. A ver: que haya ficción no está mal. De hecho, Orquesta Roja está en el límite entre la ficción y el documental y, en términos narrativos, está más cercana de la ficción que del documental. Y, sin embargo, es una película que puede despertar inquietudes y movilizar reflexiones. El problema no pasa por cuánta ficción haya a la hora de la construcción de una noticia sino por la responsabilidad, el lugar que ocupamos como comunicadores, como periodistas, y el representarnos el otro y los intereses que hay de por medio. ¿Cuánta ficción hay? Depende del medio. Probablemente Crónica TV tenga un nivel de 70, 80 o 90 por ciento, y otros probablemente no. Pero si uno empieza a pensar los mecanismos que llevaron adelante para construir una noticia, por ejemplo La Nación y Crónica TV, se ve que una se presenta como una construcción seria, conservadora, con criterio de objetividad máxima, y la otra es todo lo contrario: amarilla, ampulosa, sensacionalista, ficcional. Pero uno dice, ¿hasta qué punto no se parecen en los límites?
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