Sábado, 19 de febrero de 2011 | Hoy
CINE › JEFF BRIDGES RECIBIó A LA PRENSA INTERNACIONAL PARA HABLAR DE TEMPLE DE ACERO
En Berlín, el actor aseguró que el éxito de la película radica en el hecho de que sus personajes están decididos a ir a fondo en sus cuestiones. Y confesó que no se haría rogar si la dupla de directores deciden hacer una segunda parte de El gran Lebowski.
Por Luciano Monteagudo
Desde Berlín
La cita es en el Hotel De Rome, en Bebelplatz, uno de los rincones más sofisticados de la ciudad, a un par de cuadras de la Staatsoper, allí donde alguna vez fue el centro de Berlín oriental, durante el comunismo. Y que desde hace unos años es el centro del consumismo: las principales marcas de alta gama del mundo instalaron por acá sus vidrieras, aprovechando el viejo encanto señorial del barrio. Acá se hospedan las estrellas de Hollywood que llegan a la Berlinale. Entre otros, Jeff Bridges, que vino a la capital alemana para la apertura del festival con Temple de acero, de los hermanos Coen.
El pequeño ejército de periodistas que se concentra en uno de los salones contiguos al lobby del hotel hace calentamiento previo. Otro pequeño ejército, pero rival, se concentra detrás de unos escritorios: son los encargados de publicidad de la película. Corteses pero distantes, distribuyen los grupos (las entrevistas son colectivas) y administran los tiempos. Cuando el primer grupo está completo, es escoltado hasta el ascensor y de allí a un salón insonorizado del primer piso, con una mesa y media docena de sillas, más una reservada para el entrevistado. Una encargada de publicidad informa secamente: “Twenty minutes only!”. Los colegas –una suerte de Naciones Unidas en miniatura– no lucen decepcionados: desde hace tiempo, ésas son las estrictas reglas del juego. Y, además, en un festival todo el mundo está apurado.
Desde el pasillo llega un murmullo de voces y, escoltado también él, como si no pudiera llegar solo, aparece Jeff Bridges, con una sonrisa franca, generosa, que ayuda a romper el hielo. Impecablemente peinado y vestido, parece por supuesto mucho menor que el alguacil tuerto y borracho de True Grit, pero también menor que los 61 años que acusan las biografías. Aunque, claro, llega maquillado: en un salón contiguo se hacen las entrevistas de televisión (que duran la mitad: diez minutos). El tiempo vuela y no hay lugar para sutilezas. El Oscar está a la vuelta de la esquina y Bridges –ahora por True Grit– ha vuelto a ser nominado al premio al Mejor actor, que ganó por primera vez el año pasado, por su composición de un músico country en decadencia en Loco corazón.
¿Dónde guarda la estatuilla?, quiere saber el más ansioso por el tema. Por una fracción de segundo, da la impresión de que a Bridges le gustaría desenfundar el revólver de Rooster Cogburn, si lo tuviera, pero se nota que es un tipo paciente y bien dispuesto: “En un estante que tengo entre la cocina y el comedor”, responde sin vueltas, reclinándose en su silla y dispuesto a pasarla bien. Al fin y al cabo, ese que está ahí, del otro lado de la mesa, es también –lo será siempre, y él lo sabe– el gran Dude Lebowski, el entrañable personaje de la película de los Coen que hoy es un film de culto y de la cual ya hay un par de generaciones que pide a gritos una continuación.
¿Está prevista? “Ojalá”, dice Bridges. “Se ha hablado mucho del tema, pero esa pregunta se la tienen que hacer a los Coen, yo no soy quién para responderla. Lo que sí les puedo asegurar es que no voy a hacerme rogar. Cuando a veces me encuentro de casualidad con la película por televisión, me digo, bueno, vamos a ver un par de escenas, y termino enganchado viéndola toda entera otra vez.”
–¿Qué significa para usted la expresión true grit (temple verdadero)?
–Creo que en la película eso queda muy claro: es cuando uno está decidido a llegar al fondo de una cuestión. Y no sólo es el caso de mi personaje, sino también, por supuesto, el de la chica y el del Texas Ranger que juega Matt Damon. Creo que ésa puede ser quizá la razón de la popularidad de la película, que está gustando mucho en todas partes. Lo comentamos durante la conferencia de prensa con Josh Brolin. En los días que corren, esa noción de ir hasta el final de las cosas ya no es tan común como en aquellos tiempos, y creo que algo de eso se añora y se valora. Ahora tendemos a hacer las cosas más rápido y a rendirnos antes frente a un problema, y la película nos muestra lo contrario. Creo que ahí está la clave de su éxito.
–¿Y está dispuesto a ir a fondo también en su carrera?
–Bueno, cuando cada tanto miro para atrás y veo todo lo que ya hice, yo mismo me sorprendo. Soy muy afortunado. Tuve la suerte de hacer muchas buenas películas, de contar grandes historias, de trabajar con excelentes directores...
–¿Y los Coen cómo son?
–Cada director es único. Y ellos lo son más, porque son dos (risas). Pero la verdad es que me encanta trabajar con ellos. Crean una atmósfera en el set que es muy relajada y placentera. Se rodean de gente con la que ya han trabajado antes muchas veces (como el fotógrafo Roger Deakins) y es por eso que también hay un ambiente familiar durante el rodaje. ¿Saben? En mi experiencia hay directores que son cool y otros que son hot. Los Coen son cool, se toman las cosas con calma. Y, por ejemplo, Scott Cooper, el director de Loco corazón, es hot, es un tipo muy entusiasta, muy temperamental, capaz de andar a los gritos por el set, aunque éste era su primer largometraje. Pero cada uno tiene su método y su manera de sacar lo mejor de uno como actor. Y con Scott gané el Oscar.
–Con los Coen, ¿se pueden hacer sugerencias en los diálogos o improvisar?
–Bueno, en El gran Lebowski sí me permitieron improvisar un poco y tratar de encontrar la verdad de algunas escenas. Pero siempre es muy importante para mí volver al guión, como en la música se vuelve a la partitura, para no salirse demasiado del tema.
–Ya que menciona la música, ¿cómo se sintió cantando en Loco corazón?
–Bueno, canto y toco la guitarra desde siempre, amo la música, pero es verdad que esta película me impulsó a seguir también probando por este camino. Y ahora estoy preparando un álbum con T. Bone Burnett, el productor musical de Crazy Heart. Vamos a ver cómo me va.
–En el comienzo de su carrera, en La última película, de Peter Bogdanovich, su personaje iba al cine a ver Río Rojo, con John Wayne, de quien ahora usted hereda el personaje de Temple de acero... ¿Le gustaban los westerns?
–Sí, y ése especialmente: siempre fue uno de mis favoritos. Mi padre, Lloyd Bridges, hizo unos cuantos westerns y, si podía, yo jugaba con sus botas y su sombrero... No me gusta ponerme nostálgico, pero la verdad es que le debo mucho a mi padre. Soy lo que soy gracias a él.
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