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Viernes, 25 de marzo de 2011

CINE › EL DIRECTOR ESTADOUNIDENSE ZACH WEINTRAUB HABLA DE SU OPERA PRIMA, BUMMER SUMMER, HECHA CON 7000 DOLARES

“Improvisamos todas las escenas y diálogos”

Habla un perfecto español aprendido durante el semestre académico que pasó en Buenos Aires, allá por 2008, y admite su admiración por el cine de Jim Jarmusch. “De alguna manera u otra, yo viví todas las situaciones que están en la película”, reconoce.

 Por Ezequiel Boetti

Isaac remolonea en la mesa del comedor escolar mientras juguetea con su peine. Bufa de aburrimiento: demasiada parsimonia para sus hormonales diecisiete años. La cámara se posa sobre una hoja impresa, único punto de atención de una cartelera raleada: “El establecimiento permanecerá cerrado hasta septiembre”. Pasea con Maya, su novia. La besa con la paciencia y ternura propia de quien disfruta las bondades del amor bautismal. Horas después, ya en casa, Isaac se despierta y descubre a Ben, el retornado hermano mayor. Para él, hombre facultativo que promedia la veintena viviendo en la otra punta de los Estados Unidos, el barrio y la escuela de Olympia son parte de un pasado que deviene en presente a partir del reencuentro con su primera novia, la hermosa Lila. Fundamentadamente celosa, Maya le corta al adolescente, dejándole la puerta abierta para que se vaya con su hermano y su chica a pasar un fin de semana a la costa. Así comienza el verano plomazo del trío, el Bummer Summer que da título a la ópera prima del norteamericano Zach Weintraub, que se estrena hoy en el Cosmos-UBA (Corrientes 2046). “Cuando escribís una película hecha de recuerdos propios, es inevitable caer en la nostalgia”, confiesa el realizador en una entrevista con Página/12.

No hay que suplicarle mucho a la imaginación para encontrar la potencia autobiográfica del relato. Exhibida en el último Bafici, esta historia de iniciación filmada en Olympia, la ciudad de origen de Weintraub, es la sumatoria de vivencias personales hiladas por una narración. “De alguna manera u otra, yo viví todas las situaciones que están en la película. Pero no soy un personaje en particular. Hay algunas escenas en que me identifico más con el hermano mayor y otras con el menor”, explica en un perfecto español aprendido durante el semestre académico que pasó en Buenos Aires, allá por 2008: “No vine a estudiar nada específico. Era estudiante de cine, pero tenía que cumplir con varios requisitos de la educación general de mi universidad: literatura, idioma, etc.”, completa.

Ese anclaje autobiográfico de la trama no tuvo su correspondencia geográfica. Imposibilitado de filmar en su colegio, Weintraub debió conformarse con “hacerlo en el colegio rival”. “Ciertos pasillos también me traían recuerdos. El lugar donde Isaac lleva a la novia para ver las estrellas era el mismo al que yo llevaba a la mía. No era necesario filmar ahí, pero me gustaba la idea de recrear escenas de mi adolescencia”, se sincera. El círculo entre lo ficticio y lo real se cerró con la elección del protagonista: Mackinley Robinson, o la versión norteamericana de nuestro Ignacio Rogers, era el “amigo del hermano menor de un amigo”, a quien el por entonces estudiante conoció en una fiesta. “Me pareció ideal porque vi algunos vínculos entre él y mi personaje. Después lo llamé y le propuse actuar. Al principio ni siquiera tenía ganas.”

Esas dificultades para aglutinar un elenco le dieron a Bummer Su-mmer una impronta personalista que este norteamericano de 23 años no había premeditado. Con sólo una actriz profesional dentro del elenco (Julia McAlee, Lila), Weintraub sumó otra faceta artística a su ópera prima, poniéndose en la piel de Ben. Lo hizo menos por elección que por obligatoriedad. “Inicialmente no me gustaba el desafío. Fue muy difícil encontrar actores en una ciudad tan chica como Olympia. Nadie se animaba a participar y yo sabía que podía hacerlo, más allá de que no quería. No me quedó otra –confiesa antes de reconocer que ese rol de hombre orquesta tuvo su lado positivo–. Improvisamos todas las escenas y los diálogos, con lo que tuve de alguna manera tuve más control como actor dentro de las escenas que desde afuera. A la vez fue difícil cortar una toma desde adentro. Me daba cuenta de que después no me acordaba cómo había sido la escena. Dirigí mejor en las escenas en las que no actué.”

–Durante el Bafici se catalogó a Bummer Summer como una “ficción de observación”. ¿Está de acuerdo?

–Sí, es una buena descripción. Al principio escribí un guión y no me gustó; era puro diálogo. Todos los personajes hablaban muy claramente de los temas que pretendía abordar y no quería eso. Hay algunas películas en las que sí se puede hacer eso: personajes conversando sobre cosas insignificantes mientras revelan los temas. Pero a mí me gusta más observar el comportamiento y contar historias a través de eso. No importa que no sea mediante diálogos; una mirada o un acción puede decir más. Además son muchos más cinematográficas.

–Esa “observación del comportamiento” y la ubicación en un mundo sin adultos remiten a las primeras películas de Richard Linklater. ¿Coincide?

–A mí me gusta mucho Slacker. El mundo que se ve ahí me recuerda Olympia, una ciudad medio indie con mucha gente joven sin demasiadas ganas de crecer. Todos los personajes de Slacker tienen algo de eso. Mismo el personaje de Jack Black en Escuela de rock es un hombre que no quiere crecer.

–¿Por qué la filmó en blanco y negro?

–Fue una de las primeras decisiones que tomé. Me gustó la idea de que todo –la ropa, los autos– sea contemporáneo, pero que la imagen sea algo más clásica. Estéticamente me encanta el blanco y negro, y además no hay que preocuparse tanto por la iluminación. Fue una decisión artística y técnica. Siempre supe que la iba a filmar en blanco y negro.

–Usted habla de contemporaneidad, pero los personajes prácticamente no usan celulares. Se visitan en las casas, se llaman por teléfono de línea, cosas que hoy prácticamente no se hacen.

–Es que eso me gusta. Es bastante generacional la película, la forma en que hablan. Pero yo quería que dé la sensación de que podía tomar lugar en cualquier época. Hay una escena en el principio donde el protagonista usa el celular, pero en la mayor parte de las escenas no hay aparatos tecnológicos.

–¿El autocine refuerza aún más esa atemporalidad?

–En Estados Unidos los autocines tuvieron muchos problemas, pero el que se ve en la película todavía funciona. La realidad es que filmar ahí fue una decisión tomada en el instante, sin pensar mucho. De hecho, en el tratamiento previo esa escena no era en un autocine. Fuimos buscando lugares que sirvieran y el que más me gustó fue ése. Es una especie de homenaje al cine.

–¿Es una película nostálgica?

–Sí, definitivamente. No me gusta mucho el sentido de la nostalgia, pero en el cine sí. Yo no diría que lo hice a propósito, pero no se podía evitar. La hice en la ciudad donde crecí, y en ese sentido también es una especie de homenaje a los lugares que recordaba. También aparecen muchos de mis amigos de la secundaria. Me contacté con ellos cuando volví y fueron los únicos dispuestos a ayudarme. Para mí es una película muy nostálgica. Eso hace que Bummer Summer tenga mucho de La última película, de Peter Bogdanovich: el autocine, el blanco y negro, el tono crepuscular. Esa fue una de las grandes referencias, pero también vimos varias más antes del rodaje. Una de las que más vimos fue Down by Law, la primera película de Jim Jarmusch después de Extraños en el paraíso. También vimos un par de películas de Antonioni. Me encantó La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel, que tiene un tono misterioso aunque la película no es de misterio. El hecho de no tener todos los detalles me gusta.

–En un film con pocos diálogos, el sonido ambiente –el mar, el viento– ocupa un espacio fundamental, es casi un personaje más. ¿Cómo lo trabajó?

–El sonido es una herramienta que a veces no se utiliza bien. Como estudiante de cine me doy cuenta de que muchas veces lo arruinamos. Puede ser una imagen buenísima pero no funciona si se escucha mal. Siempre supe que iba a hacer todo lo posible para lograr el mejor sonido, pero al final no salió tan bien como planeaba. De hecho, todo el audio de la última escena fue grabado después. Incluso los diálogos, los pasos. El que no haya música implicaba que el sonido ambiente tuviera una mayor importancia, así que después del rodaje trabajé con una diseñadora para asegurarme de que todas las escenas tuvieran buenos ambientes.

* Las funciones de Bummer Su-mmer serán en el Cosmos-UBA (Corrientes 2046) hoy y el viernes 1º a las 20; los sábados 26 y 2 a las 22; y los domingos 27 y 3 a las 20.

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“Filmé en la ciudad donde crecí y también aparecen muchos de mis amigos de la secundaria”, explica Zach Weintraub.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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