Viernes, 15 de abril de 2011 | Hoy
CINE › EL INTERES SIGUE ALTO Y PAREJO EN LA COMPETENCIA INTERNACIONAL
Un film rumano se pregunta qué significa ser ilegal en el mundo actual; un documental español, sobre los simposios para ejecutivos y otros mundos cerrados, y una ficción francesa, sobre lo extraño que es el mundo en general.
Por Horacio Bernades
Sólida andadura, la de la Competencia Internacional del 13º Bafici. Manteniendo un interés alto y parejo, en los últimos tramos se suman a ella una película rumana que se pregunta qué significa ser ilegal en el mundo contemporáneo (Morgen, de Marian Crisan); una película española, sobre los simposios para ejecutivos y otros mundos cerrados (Mercado de futuros, de Mercedes Alvarez), y una película francesa, sobre lo extraño que puede llegar a volverse el mundo en general (La lisière, de Géraldine Bajard). Con la presentación, hoy, de la griega Juventud malgastada y la búlgara Refugio, la Competencia Internacional ofrece sus dos últimas películas a concurso y queda a la espera de la premiación, que se anunciará mañana a la noche, en la ceremonia de clausura del 13º Bafici.
Es verdad que Morgen narra básicamente lo mismo que Un cuento chino, la película que pinta para megaéxito argentino del año. La diferencia reside en el para qué: mientras que el film de Sebastián Borezstein apunta a diluir sus tensiones en una forma amable de la corrección política, la intención del de Marian Crisan es mover a la reflexión sobre el sentido de la ley en el mundo contemporáneo. ¿Cómo sabe el cronista que ésa es la intención? ¿Es acaso adivino? Desde ya que no. El tema es que no a otra cosa que a la reflexión pueden apuntar esos clásicos planos “a la rumana”, que duran el tiempo suficiente, y observan tan fijamente, que permiten escrutar a fondo lo real. ¿Qué es lo real aquí? La relación entre Nelu, manso pueblerino que parecería resignado a todo, y un emigrado turco, que viene burlando aduanas a través de Europa, con la intención de reunirse con su familia en Alemania.
Almania es, de hecho, lo único que se le entiende a este hombrecito que no para de hablarles a los rumanos en su idioma, como si el turco fuera la nueva lengua franca internacional. La otra palabra es morgen, mañana en alemán, que el anfitrión usa como mantra para calmar la ansiedad del emigrado, al que la policía va cercando. Y junto con él, también a Nelu. Si una idea o sensación transmiten las grandes películas del nuevo cine rumano –Lazarescu, 4 meses, 3 semanas, 2 días, Policía, adjetivo– es la del mundo como maquinaria burocrática, ordenancista y policial. Basta ver el plano con que se abre Morgen –el de unos agentes de aduana deteniendo al protagonista, por llevar un pescado húngaro de contrabando–, la distancia y duración de ese plano y el amargo y muy político humor que conlleva, para anotar a esta película dentro de ese mismo y ejemplar linaje.
Ganadora del premio mayor del Bafici 2005, en El cielo gira Mercedes Alvarez utilizaba el documental como arma narrativa. Mercado de futuros va para un lado totalmente distinto. En ella, Alvarez filma lo real como quien piensa en voz alta. Lo que tienen en común un seminario de mercadeo, otro de autoafirmación personal, una convención inmobiliaria y una agencia de brokers financieros es que todos ellos son mundos cerrados, herméticos, que trafican bienes virtuales. Ya se trate de las clásicas consignas de venta, una técnica de meditación, propiedades aún no construidas en los más exóticos parajes o las alzas y bajas que un grupo de brokers se grita entre sí, Alvarez ha tomado, en Mercado de futuros, la arriesgada decisión de filmar una película no sólo sobre lo intangible, sino poblada, además, de la clase de gente y ambientes que el espectador no suele amar.
Pero es justamente la idea de encierro, de virtualidad despersonalizada y ominosa (¿no evocan acaso todas estas transacciones la burbuja financiera española del 2009?) la que Mercado de futuros aspira a hacer sentir. Lo hace filmando esa gente y ambientes como si fueran marcianos en Venus, hormigas en hormigueros asépticos, dignos del Tati de Traffic. Como quien necesita salir a tomar aire, Alvarez dedica toda una larga coda a un anciano buhonero de un puestito como de El Rastro, capaz de ofrecer bidets, calefones, ruedas de bicicletas y transformadores. Pero incapaz de molestarse en buscarlos, en medio del infinito caos de su negocio. Pura idiosincrasia, pura singularidad, puro color, ese vendedor reacio es el perfecto equivalente de aquellos viejitos que hablaban de galaxias, como astrónomos pueblerinos, al final de El cielo gira. Allí se abre una ventana, todo respira otra vez.
En La lisière, su ópera prima, la realizadora suiza-francesa Géraldine Bajard le da, al viejo motivo del forastero en un pueblo chico, una vuelta de tuerca que la convierte en enrarecido episodio francoparlante de La dimensión desconocida. Conocido por sus trabajos a las órdenes de Eric Rohmer (Cuento de verano), Raúl Ruiz (El tiempo recobrado) y François Ozon (Le temps qui reste), Melvil Poupaud es un médico joven, tal vez demasiado apuesto, que, en un pueblito “como de Ballard” (dice alguien por allí) se convierte primero en objeto de deseo universal, más tarde en la alfombra bajo la cual barrer los más bajos instintos de la comunidad. Los adolescentes del lugar practican raros jueguitos perversos en el bosque, las chicas inventan enfermedades inexistentes para que el doctorcito las ausculte, los papás se comportan como si siempre estuvieran proponiendo algo raro. Bajard narra todo esto con gran poder de sugerencia, mucho clima y la suficiente ambigüedad como para que nunca se sepa del todo si todo es tan retorcido como parece.
* Morgen se verá el domingo a las 16 en el Hoyts. Mercado de futuros, hoy a las 12.15 y el domingo a las 20.45 en el Hoyts. La lisière, hoy a las 17 en el Hoyts y mañana a las 20 en el Atlas Santa Fe.
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