Viernes, 15 de abril de 2011 | Hoy
CINE › EL ALEMAN THOMAS HEISE PRESENTA SU DOCUMENTAL SISTEMA SOLAR
Por Oscar Ranzani
¿Qué puede hacer un alemán con los kollas? Si la pregunta se le realiza al director berlinés Thomas Heise, la respuesta es bien concreta: una película. Sí. Es que este documentalista que habitualmente se encarga de realizar audiovisuales sobre la memoria histórica de su país, aceptó el desafío que le propuso hace unos años la entonces directora de programación cultural del Instituto Goethe, Gabriela Massuh. Con motivo de la proximidad del Bicentenario, se creó un proyecto cultural, titulado “Latinoamérica desde miradas alemanas”. Y Heise –que no habla español– se dirigió hasta una geografía lejana para filmar la vida de la comunidad kolla Tinkunaku, en Salta. El resultado es Sistema solar, un documental que refleja la vida de este pueblo como una metáfora de la vida universal. De ahí su título, y su final, que no conviene anticipar, pero al que Heise pensó en clave ficcional. Sistema solar podrá verse hoy a las 18.30 en el Arteplex Belgrano (Cabildo 2829), como parte de la programación de la Sección Panorama del 13º Bafici.
“Sin saber bien a qué me estaba entregando dije que sí, que me gustaría hacer la película. Y fue maravilloso”, confiesa el cineasta, en diálogo con Página/12. A lo largo de cien minutos, Heise construye planos generales de extensa duración que van marcando el ritmo de su documental y que permiten conocer el paisaje bellísimo donde vive esta comunidad. Pero no sólo eso: también pueden apreciarse las actividades que realizan sus miembros (por ejemplo, el trabajo con el cuero), las festividades y los rituales. El cineasta vio muchos elementos atractivos desde el punto de vista cinematográfico en esta geografía. “Por un lado, yo soy amigo de la naturaleza y es una naturaleza magnífica la que encontré allí. Pero lo esencial fue preguntarme qué es lo que yo podía hacer con ese paisaje”, cuenta Heise. Y brinda los detalles: “Llegué a un país extraño, a una comunidad que no conocía y que no hablaba su idioma. Simplemente pensé qué era lo que se podía hacer con eso. Es decir qué podía acontecer cuando dos culturas diferentes se encuentran. ¿Cómo pueden tratarse?”, sostiene Heise sobre los interrogantes que se formuló en su viaje “de descubrimiento”.
Su primer acercamiento al pueblo kolla Tinkunaku fue tiempo antes de filmar: Heise tuvo la oportunidad de asistir a un encuentro de diversos pueblos originarios, en medio del monte. En esa reunión, los representantes de las distintas comunidades discutieron asuntos que los involucraban como, por ejemplo, el tema de la construcción de una ruta que podía llegar a sus territorios. “La carretera les facilita tener acceso a medicinas y posibilidades de intercambio de sus mercancías. Pero también significa que van a llegar cosas a la comunidad que ellos, en realidad, no quieren tener allí. Si uno se enfrenta al mundo, debe hacerlo en su totalidad. Hay que ver todos los aspectos. Y éste fue el tema de la discusión que tuvieron durante toda una noche: no sólo llega lo bueno sino también lo malo”, recuerda el director. Finalmente el rodaje se desarrolló durante seis semanas entre agosto y septiembre de 2009.
Heise detalla que la confianza con los kollas comenzó “muy despacio, con un acercamiento muy prudente y lento”. Todas las mañanas iba a la plaza del pueblo a ver qué sucedía. “Y en un momento, apareció un caballo que atravesó toda la plaza. Y se lo ve en una escena muy hermosa de la película, con un pantallazo del recorrido que es absolutamente natural, ya que mostramos lo que ve el animal porque nosotros solamente lo seguimos”, comenta. En ese sentido, ¿es Sistema solar una película sobre la relación entre el hombre y la naturaleza? “Es sobre la relación entre los hombres entre sí y entre los hombres y la naturaleza. Pero no es tanto sobre el encuentro porque no hay una confrontación sino que más bien son simultaneidades. Es el vivir con”, subraya el cineasta.
El paisaje es prácticamente un protagonista más en Sistema solar. “A dos semanas de que llegamos, hicimos una caminata por la montaña, cruzando un paso de más de cuatro mil metros y llegamos a Santa Cruz, que es el otro pueblo de la comunidad”, recuerda Heise. “Y fue una impresión muy fuerte encontrarse con una ciudad abandonada por los hombres. Nosotros la conocimos como se ve en la película: primero desde el pantallazo desde arriba, que se ve todo el pueblo, y después nos fuimos acercando, bajando lentamente. No se oye otra cosa que el viento”, asegura el director.
Una decisión llamativa es que Heise no requirió un traductor para interactuar con los kollas, pero no por eso considera que su registro haya sido solamente una experiencia sensorial, sin una reflexión intelectual que la complete. “Claro que las emociones son una parte importante, pero lo interesante es que uno pueda investigar lo que ocurre ahí; es decir, reflexionar sobre esto. Una cosa no excluye la otra”, admite.
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