Martes, 3 de mayo de 2011 | Hoy
CINE › NéSTOR FRENKEL HABLA SOBRE SU DOCUMENTAL AMATEUR
Mientras buscaba material de archivo para una película anterior, el cineasta sintió fascinación por un colega amateur llamado Jorge Mario, a quien conoció en Concordia. Y decidió hacer un film que es mucho más que una típica “historia de vida”.
Por Oscar Ranzani
Cuando Néstor Frenkel buscaba material de archivo para su documental Construcción de una ciudad –sobre la desaparecida y renacida Federación (provincia de Entre Ríos)–, le brindaron un dato: en Concordia vivía un hombre que nunca había sido habitante de Federación, pero había hecho un documental casero, en formato Súper 8, sobre esta ciudad que tuvo un antes y un después a partir de la construcción de la represa de Salto Grande. Frenkel recuerda que salió de la casa de este hombre “fascinado con el personaje que había conocido”. A partir de ese momento vislumbró que en Jorge Mario –el personaje en cuestión– habitaba el germen de otra película. Amateur es el nombre del nuevo documental de Frenkel, que refleja parte de la existencia de un ser apasionado no sólo por el cine sino también por la vida. El film se estrenará este jueves en el Malba y en el Cosmos UBA.
Con 70 años, Jorge Mario no ha perdido el tiempo: es odontólogo de profesión, filatelista, coleccionista de etiquetas de vino y monedas, instructor de un cuerpo de boy scouts, conductor de un programa de radio, jugador de paddle y practicante de tiro al blanco. Además de cineasta, claro. Pero muy particular: en su fiebre “superochista”, Mario registró una buena cantidad de películas familiares y caseras. De aquella época data el western criollo Winchester Martin, del que Mario pretende hacer una remake. A este personaje tan particular sigue el documental de Frenkel que, en sus primeros minutos, tiene un prólogo muy divertido sobre el cine amateur, con un ritmo intenso y con muchos momentos graciosos, una característica que se mantiene a lo largo de todo el documental. ¿Es Amateur una historia de vida? Mucho más que eso: es un registro del cine en estado puro. Como siempre le gustó a Jorge Mario, amante del Súper 8.
–Sí y no. Creo que en eso aparece algo que es un poco pedante decirlo, pero me lo han dicho muchos conocidos: la marca autoral o de estética personal. Esto es, me acerco a las cosas que tienen su costado emotivo y melancólico, pero también claramente predomina el humor. Lo que va adelante es el humor y lo otro está ahí todo el tiempo. Es inevitable sentir melancolía por un hombre que filma en Súper 8, un hombre obsesionado por la muerte y por los recuerdos de su infancia. Está el tema del tiempo que pasa, las épocas que van quedando atrás, la tecnología que se pierde. Frente a todo eso es inevitable sentir cierta melancolía por el paso del tiempo, o al menos sensibilizarse con él. A la vez, me aburren las películas melancólicas sobre temas melancólicos.
–Sí, sin duda. Es una comedia.
–Siendo consecuente con lo que siento, teniéndome fe y sabiendo cómo son mis intenciones. Sé que no quise burlarme de él; entonces, no le tengo miedo a eso. Igual, sé que voy al límite con eso, pero sé que no tengo una mala intención. El que ve eso –algunos lo han visto–, creo que tiene la burla en sus ojos. Realmente. O sea, el que tenga una mirada maliciosa va a ver una película maliciosa, va a ver un canchero que se burla de un pobre hombre. Ni yo soy tan canchero, ni él es tan pobre hombre. Somos bastante parecidos. Soy bastante amateur y autodidacta.
–Un poco lo fue. El nunca filmó un video. El dice: “En los ‘80, cuando murió el Súper 8, murió mi carrera como realizador”. El fue un aventurero de la cámara del ’70 al ’82. Y luego no. Es un aventurero de muchas otras cosas, de la vida. Y ahora las películas son algo de su pasado que él recicla permanentemente. Las pasó todas a VHS y ahora las está pasando de VHS a DVD. El recicla, remixa o reinventa su propia carrera y, a partir de lo que yo le propongo en el documental, se le vuelve a encender esa llama, quiere volver a filmar, y la película lo acompaña en eso.
–Sí, de solemne tiene bastante poco. Creo que sí tiene algo de homenaje y no me da vergüenza la palabra porque tampoco lo estoy poniendo a él en un pedestal o digo que sea un ejemplo de algo. Lo muestra a él y es un homenaje a él, al cine y a la vida, a la energía, a la pasión, a la felicidad y a la salud. Ese hombre, con 70 años, no tiene arrugas ni canas. Vive feliz.
–Seguramente. Con el cine amateur entramos en una cosa rara. De donde me agarro, en principio, es del cine familiar, el cine primitivo, que ni siquiera se concibe a sí mismo como arte: es el hombre que quiere registrar algo. Es el hecho primario, básico, para el que el hombre creó una cámara y empezó a filmar. ¿Para qué? ¿Para registrar, para luchar contra la muerte? También. Mario es así: él filma y cuando se muere alguien, dice: “Yo a éste lo tengo acá guardado”. Y eso es muy intenso y muy apasionante. Hoy en día hacemos cursos para contar la película que queremos hacer: queremos ver si en un minuto concentramos la atención de un posible productor para después contársela con un poco más de tiempo, para después... Obviamente que, en ese camino, lo lúdico se perdió.
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