Sábado, 15 de abril de 2006 | Hoy
CINE › RETROSPECTIVA DE PERE PORTABELLA
La muestra porteña le dedica al director catalán una de sus secciones, “En foco”.
Por Luciano Monteagudo
Es catalán, absolutamente desconocido hasta ahora en Argentina (y en buena parte del mundo, por caso) y puede considerarse el único auténtico descubrimiento del Bafici 2006, aunque su película más reciente data de 1989. Se trata de Pere Portabella (Figueras, 1929), a quien el festival porteño le dedica una de sus secciones “En foco”, con lo más significativo de su obra, cuatro largos y otros tantos cortos, que expresan una modernidad que se podía pensar ausente del cine español.
Iniciado como productor a comienzos de los años ’60, su compañía Films 59 estuvo detrás de películas fundamentales del cine español de aquel período, como El cochecito de Marco Ferreri, el debut de Carlos Saura con Los golfos y nada menos que Viridiana, una de las cumbres de Luis Buñuel, que provocó todo un escándalo diplomático cuando logró presentarse oficialmente como film español (que lo era) en el Festival de Cannes 1961, lo que le valió a Portabella varios años de exilio en Italia. Asociado a la llamada Escuela de Barcelona y la gauche divine, su obra como cineasta se apartó radicalmente del modelo narrativo, para adherir a una vanguardia artística que nunca dejó de marchar a la par con una consecuente práctica política antifranquista, en el Partit Socialista Unificat de Catalunya. De ese espíritu vanguardista y experimental –que en la gris España falangista cobraba un profundo valor político– da cuenta el programa integrado por el corto No contéis con los dedos (1967) y el largo Nocturno 29 (1968), según el propio Portabella “una serie o suite de situaciones que, aunque aparentemente inconexas, giran siempre en torno de un desarrollo temático, que da ‘cuerpo’ o unidad a la historia sin recurrir para ello a la utilización de una anécdota como continuidad argumental”.
Una cumbre de la retrospectiva Portabella es el programa que conforman los cortos Playback (1970) y Acció Santos (1973) y el largo Vampir-Cuadecuc (1970), tres trabajos realizados en la clandestinidad, en los que significativamente no se escucha una sola palabra en castellano, idioma oficial del franquismo, que había llegado al extremo de prohibir el catalán. En Playback, donde filma el ensayo de un grupo coral como si fuera un happening de la resistencia, Portabella consolida su afinidad con el compositor Carles Santos, que será el protagonista de Acció Santos (una experiencia muy próxima a la “música del silencio” de John Cage) y su principal colaborador en toda su obra posterior.
El caso de Vampir-Cuadecuc es muy singular, porque es un film nacido a la par de otro, en este caso el Drácula que Jesús Franco rodó para la compañía británica Hammer, con Christopher Lee y Herbert Lom en los papeles principales (también se exhibe en esta edición del Bafici, en la sección “Rescates”). En una operación artística similar pero diferente a la que recién años después llevaría a cabo del austríaco Peter Tscherkassky (que en su film más reciente trabaja sobre El bueno, el malo y el feo, de Sergio Leone), la película de Portabella vampiriza literalmente a Drácula: le chupa todo el color y la sangre propias de la estética kitsch de la Hammer y devuelve a cambio unas imágenes verdaderamente espectrales, fantasmagóricas (en blanco y negro, rodadas con negativo de sonido en lugar del negativo de imagen), que parecen revivir el espíritu perturbador de Nosferatu y la fotogenia del mejor cine mudo.
La banda sonora de Carles Santos, a su vez, propone una violencia formal no exenta de humor, que va de la cacofonía de unos martillos neumáticos a citas irónicas de Michel Legrand. Y como apuntan los historiadores Esteve Riambau y Mirito Torreiro en su libro La Escuela de Barcelona, “el hecho de que la película concluya con un monólogo de Christopher Lee leyendo, en inglés, el fragmento de la novela de Bram Stoker correspondiente a la muerte del vampiro, tampoco estaba desprovisto de connotaciones políticas. Para quien quisiese entenderlo, la metáfora derivada del proceso de vampirización ejercido por el franquismo sobre el pueblo español resultaba evidente”.
Christopher Lee volvería a trabajar con Portabella en otra película experimental, Umbracle (1972), “el film más audaz que he visto en Cannes”, según un joven Jonathan Rosenbaum. Y Portabella pasaría al cine de intervención política directa con Informe general sobre algunas cuestiones de interés para una proyección pública (1976), realizado en pleno proceso de transición democrática. Un documental que no excluye cierta experimentación formal, porque para Portabella “no se puede renunciar a la reflexión específica sobre el medio en que trabajas, porque es una forma de contribuir ideológicamente a un contexto revolucionario”.
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