Viernes, 16 de diciembre de 2011 | Hoy
CINE › FESTIVAL DE CINE DE TEMATICA DEL ENCIERRO Y DERECHOS HUMANOS LA JAULA
Andrés Martínez, uno de los organizadores, explica de qué manera el festival funciona como “una herramienta didáctica para laburar cuestiones muy precisas como la autoestima y recuperar la palabra en ámbitos de violencia”.
La palabra es poder. Y es sabido que quienes dominan la palabra son aquellos que concentran la verdad. Por eso, en las sociedades siempre están los sin voz, los marginados, los invisibles, los excluidos. Para romper con esa idea, surgió el Festival de Cine de Temática del Encierro y Derechos Humanos La Jaula, que hoy y mañana a partir de las 19 tendrá lugar en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi, Av. del Libertador 8465), con entrada libre y gratuita. Los objetivos que persigue son indagar sobre las problemáticas del encierro, la privación de la libertad, la esclavitud y la exclusión social en sus múltiples manifestaciones. La iniciativa, que va por su quinta edición consecutiva, consiste en la clasificación de cortometrajes seleccionados por un grupo de coordinadores y que les da la palabra a jóvenes –de entre 16 y 20 años– privados de su libertad, quienes integrarán el jurado. “Lo fundamental es que ellos puedan tener la palabra para decir lo que piensan acerca de cómo la sociedad, reflejada en los documentales, los interpela, los tipifica, los estigmatiza y los señala. Y eso a ellos les genera un montón de inquietudes y muchas veces les deja algunas preguntas dando vueltas”, explicó a Página/12 uno de los organizadores de la iniciativa, Andrés Martínez.
La Jaula es un festival internacional y competitivo de cortometrajes abierto a la comunidad, en el que participan producciones de hasta 30 minutos de duración, en diversos formatos: documental, ficción, animación, experimental, amateur o profesional, que indagan fundamentalmente sobre las problemáticas del encierro, la privación de la libertad, la discriminación y la exclusión social de las personas en situación de encierro. Durante el encuentro no sólo habrá proyecciones de cortos, sino que también se realizará un homenaje al padrino del festival, el folklorista Chango Farías Gómez, que participó en la grabación de la música del documental El Almafuerte, un film realizado por jóvenes de ese Instituto de Menores de La Plata. Además, durante la apertura dará unas palabras la directora de ese espacio cultural, Teresa Parodi.
El encuentro, además, plantea la posibilidad de abrir un espacio para reflexionar, por un lado, sobre los mecanismos de privación de la libertad de la sociedad argentina y los métodos utilizados para “castigar” a las personas en conflicto con la ley. Y, por otro, abrir el interrogante propuesto por los organizadores: ¿Y después de “la jaula” qué? Es un disparador para pensar qué sucede con todos aquellos que salen de una situación de encierro. Por eso, luego de las proyecciones, se abrirán mesas de debate en las que participarán los realizadores de los cortometrajes, los organizadores del festival y todo aquel que se quiera sumar para buscar posibles respuestas.
Hoy y mañana, la Sala Ernesto “Che” Guevara se vestirá de cine y proyectará los trabajos finalistas, entre ellos Las gaviotas, del director argentino Damián Sansone. También se exhibirá Madre siempre es madre, del Colectivo Junaya (Venezuela), un homenaje a las mujeres compañeras, luchadoras, perseverantes, humildes, amorosas que están privadas de su libertad; Las invisibles, de Pilar Morena (Argentina), un film que pone el acento en la trata de mujeres con fines de explotación sexual, y La espalda del mundo, el niño, realizada por Javier Corcuera (Perú).
Estos cortometrajes están en manos de los jóvenes del Instituto de Menores Manuel Belgrano. Ellos trabajaron con el material, junto con profesionales, en los talleres recreativos que se dan en esa institución. El veredicto de ellos como jurado se conocerá mañana, luego de la proyección final del festival. “Los chicos deciden por consenso cuál es el corto que para ellos es el mejor, no pueden votar, porque tratamos de recuperar el espacio de la palabra. Nos dimos cuenta de que cuando hay espacios para decir las cosas, es cuando retrocede el margen de la violencia. Y eso es muy importante”, analiza Martínez, quien trabaja en el Centro de Régimen Cerrado Manuel Belgrano junto a Roberto Persano y Santiago Nacif.
–¿Qué les aporta a los pibes privados de su libertad participar de este tipo de actividades culturales?
–Nosotros trabajamos en la reducción de daño y creemos que esta iniciativa los ayuda a mejorar la conducta y a tratar de objetivar la cuestión del encierro. Y así, que ellos puedan tratar de reflexionar que están en un entramado social muy complejo. Al mismo tiempo es difícil tratar de que el estigma que tienen no los acompañe toda la vida. Es muy difícil pelear contra ese peso, para ellos y para los otros, y es muy complicado que dejen de sentirse presos y que la sociedad deje de verlos como tal. Son personas que estuvieron presas, no son presos, son jóvenes que han tenido algún conflicto con la ley penal. Es decir, no son pibes chorros ni malvivientes ni delincuentes, y ése es un discurso que está muy arraigado. Por otro lado, creemos que esta actividad es una herramienta didáctica para laburar cuestiones muy precisas como la autoestima y recuperar la palabra en ámbitos de violencia.
–¿Cómo vez las instituciones carcelarias?
–Estamos en un tiempo social e histórico en que no sabemos cuál tiene que ser el castigo para aquellos que se corren de los márgenes de lo aceptado socialmente. Así como están, las instituciones carcelarias no sirven para nada. No hay instituto ni cárcel que sirva para incluirlos. Lo único que sirve es el cambio social. Creo que tiene que haber un nuevo tipo de sociedad. Pero eso puede conseguirse en el largo plazo. Hacer algo para tratar de cambiar las cosas ya es un paso. Siempre encontramos costados luminosos.
–¿Qué importancia tiene que el festival se realice en la ex ESMA?
–Cuando vinimos el año pasado acá con el festival nos dimos cuenta de que hay una significación muy fuerte, porque en un lugar donde primó la muerte ahora hay abundancia de vida y arte. Y eso me hace pensar que, como acá se pudo llevar a cabo una transformación social, también puede suceder lo mismo en la situación carcelaria.
Informe: María Luz Carmona.
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