Domingo, 22 de enero de 2012 | Hoy
CINE › DIEGO CAPUSOTTO ANTE EL ESTRENO DE PETER CAPUSOTTO Y SUS TRES DIMENSIONES
Puede entenderse como una revancha tras un 2011 sin apariciones televisivas. En el estreno de este jueves, Violencia Rivas conduce un seudodocumental en el que el entretenimiento a toda costa es señalado como responsable de varios males sociales.
Por Emanuel Respighi
Es un paliativo para los que en 2011 padecieron su ausencia televisiva. Este jueves, el síndrome de abstinencia que sufren los seguidores de Peter Capusotto y sus videos encontrará en la pantalla grande un antídoto que, aunque no será un tratamiento en el tiempo, al menos les servirá para calmar la dependencia emocional que el programa de humor les generó a través de la pantalla chica. Ese día, los fanáticos podrán reencontrarse con Violencia Rivas, Bombita Rodríguez, Jesús de Laferrere, Micky Vainilla y Pomelo, entre otras creaciones –conocidas y nuevas– de la dupla conformada por Diego Capusotto y Pedro Saborido. La versión cinematográfica y en 3D, Peter Capusotto y sus tres dimensiones, llega a los cines manteniendo las dosis de absurdo e ironía, girando de la idea de que el entretenimiento es el principal responsable de la decadencia de la humanidad. Al punto de que, para muchos, el entretenimiento es más importante que la vida real.
En un seudodocumental, Peter Capusotto y sus tres dimensiones vuelve a reencontrar al público con sus personajes favoritos, esta vez en 3D (sólo se estrena en ese formato) y en cine, lo que potenciará al ritual individual alrededor del programa imprimiéndole un tono colectivo. La inefable Violencia Rivas oficia de maestra de ceremonias, a través de la cual el relato apocalíptico acerca del entretenimiento como causa de todos los males de la sociedad recobra un significado tan coherente como delirante. Con su mirada nihilista, ella es quien guía este manifiesto anti-entertainment, en el que se entrelazan los segmentos de viejos conocidos: Bombita Rodríguez, el “Palito Ortega Montonero”, cuenta que en los ’70 hubo un megaproyecto de entretenimiento peronista y antiimperialista en Estados Unidos, pero que por internas del movimiento no se llegó a realizar; Micky Vainilla vuelve a aportar desde sus melodías pegadizas su fuerte apego discriminador; Jesús de Laferrere debe luchar contra el entretenimiento, que amenaza con transformar a todos sus fieles rolingas en caretas; y Pomelo hace de las suyas convencido de que el mundo se divide entre las estrellas que entretienen y los mortales entretenidos. Una hora y media en la que la vida hiperconectada es interpelada.
“La película no es otra cosa que un gran especial de Peter Capusotto, en otro formato”, dice Capusotto a Página/12. “La novedad del cine nos hizo buscar una idea madre que conecte y contenga a los personajes. Y en esa búsqueda nos empezaron a obsesionar los conceptos de entretenimiento y esperanza. Son dos palabras que tienen buena prensa pero pueden ser contraproducentes, porque entretener también es fijar la atención de alguien en algo mientras te están choreando; y la esperanza remite a algo que supuestamente va a venir y nunca llega. ¿Hay que esperar o hay que ir a buscarlo? La esperanza siempre tiene como esa religiosidad en el decir, que puede atentar contra la misma acción de ir a buscar lo que se anhela. Bajo ese concepto creemos que el entretenimiento y la esperanza se relacionan. Eso nos comenzó a dar vueltas y surgió la idea de manejar el concepto de entretenimiento como sujeción y no como algo divertido y placentero”, explica el actor.
–La película no deja de ser un ensayo sobre la manera en la que el entretenimiento y la tecnología invadieron la vida social.
–Lo pensamos con lógica conspirativa: el mundo está dominado por mafias financieras y una de las cosas que necesitan esas mafias es que haya entretenimiento para que uno piense la mayor cantidad de tiempo en otra cosa. La idea conspirativa de que el mundo está manejado por diez personas, que por un lado nos parece exagerado y por otro creemos cierta. Nos pareció que el lenguaje humorístico se enfrenta a eso. Con armas modestas, desde ya, porque los hijos de puta van a seguir siéndolo. Y si vienen a ver la película se cagan de risa. Pero, así como uno se pone una máscara para lidiar con la realidad, algunos se ponen otra para enfrentarla y señalar que no te gusta lo que pasa. Es lo que hacemos cuando nos cambiamos de personaje.
–Junto a Saborido han construido un estilo de humor en el que subyace la crítica. ¿Eso fue algo premeditado o les surge naturalmente?
–Tenemos siempre en la cabeza la idea de enfrentar la estafa. O lo que nosotros creemos que lo es. Si bien tenemos contradicciones y no somos tan contundentes sobre la realidad, que es mucho más compleja, nos da vuelta la idea de que hay algo estafador instalado en las instituciones sociales, como en la religión, los medios, el discurso político, incluso en el rock. Y lo enfrentamos a través de la burla, nuestra herramienta para decir que no creemos en esos discursos o instituciones. De todas maneras, las ideas no salen con un concepto anterior de armado. Los personajes suelen surgir a partir de una imagen que tiene que ver más con la noche cabarutera que con la intención de criticar algo o alguien. Nuestra “idea fuerza” son esas imágenes que difieren de lo cotidiano, que tienen que ver con la realidad pero está transformado en otra cosa, o exagerado. El subtexto de lo que queremos decir emerge recién cuando le ponemos un desarrollo a esas imágenes, que es cuando el chiste a la salida del cabaret empieza a asumir otro significado, que hace referencia al discurso y propaganda políticos, que también usan herramientas propias del entretenimiento para sujetar desde el discurso. Tampoco es que tenemos una mirada tan extremista para creer que los que juegan a la Play son unos pelotudos. La película no deja de tener el espíritu de lo que hacemos en TV.
–¿Pero no cree que el cine, espacio de consumo cultural colectivo, puede potenciar el ritual que los fanáticos ya tienen con el programa?
–La película puede tener un encuentro con la gente más allá de la convención mercantilista del cine, que sólo lo permite en función de las entradas vendidas. Si logramos que supere eso y pueda emitirse durante un tiempo en determinado lugar, día y hora, continuando el encuentro entre la gente y la película, tal vez sea posible construir una ritualidad atractiva. Que es algo que pasa con el programa, al que algunos convirtieron en algo de colección. Hay una pertenencia de la gente con el ciclo, que es personal y afectiva y escapa a la lógica del mercado, que lo que busca es la instalación compulsiva de un programa durante todo el año, y que a su vez necesita el relato de la propia TV para instalarse en un lugar de supuesto éxito. No-sotros estamos apartados de ese circuito y por eso elegimos hacer temporadas de no más de 10 programas, que tiene que ver con que a nosotros nos cierra más ese número que con una postura estético-discursiva. No es una cantidad arbitraria. Ese formato ni siquiera está pensado en función del espectador, sino en relación con nuestras capacidades y necesidades creativas.
–La película es coherente con lo que el seguidor espera de Peter Capusotto, que trasciende a los personajes que comparten. La analogía conceptual y estética entre uno y otro medio es clara. ¿Se les pasó por la cabeza en algún momento correrse de la línea del programa?
–Nos pasa por la cabeza hacer otra cosa más adelante. Peter Capusotto tiene un sello en el que nos reconocemos y nos permite saltar de un formato a otro sin mayores complicaciones. Pudimos trasladar el espíritu a la radio y ahora al cine. Habrá quién piense que la película no cumple con cierto requisito cinematográfico formal, pero eso no significa nada. Cuando una película es espantosa, por más que cumpla con el lenguaje cinematográfico formal, es espantosa y punto. Tampoco nos interesaba “cumplir” con el relato formal. Nos interesa, justamente, romper con las estructuras instaladas. Habrá quien vea una idea sólida en lo que hacemos, algo liberador o emotivo, que se relacionará con el film como un aliado más que como espectador. No sé si haríamos teatro con Peter Capusotto. A lo mejor sí. Y en algún momento no habrá más nada para contar y nos tomaremos un descanso. A veces los descansos son necesarios porque despiertan el estímulo. Creo que después de Peter Capusotto voy a tener que parar unos años hasta volver a hacer TV, para que el programa quede en el buen recuerdo pero no interfiera en otra cosa que uno desea hacer.
–Muchas veces esos descansos artísticos van a contramano de las necesidades de la industria. Además de Canal 7, difícilmente otra emisora aceptaría temporadas de 8 o 10 episodios.
–El fenómeno de Peter Capusotto, por llamarlo de alguna manera, hay que cuidarlo. Y la mejor forma de hacerlo es trabajando en función de las ganas y la creatividad y no de las necesidades del mercado o el público. No hacer el programa un año tiene que ver con el cuidado. Y que regresemos en 2012 obedece a que hay buenas ideas dando vuelta. En la medida en que uno tenga ese estímulo, los proyectos siguen vigentes. Aunque la posibilidad de que el programa termine siempre está al acecho y un día va a llegar, porque alguno de los dos o ambos sintamos que otra cosa puede ser más. Cuando se convierte en algo ya conocido, que no sorprende, es cuando uno tiene que tener la lucidez para abandonar un proyecto.
–¿Todavía no sienten eso?
–No, no, no... Es decir: si nos exigiesen este 2012 hacer 30 programas, ya aseguro que no lo hacemos. O nos vamos a otro lado que acepten que la temporada no da para más de 10 o 12 programas, o se terminará una etapa.
–¿Pero ese fenómeno de público, críticas y premios no los limita creativamente, aunque sea de forma inconsciente?
–Mientras la llama que nos estimula sean las ideas que se nos ocurren, y que esa información se mantenga en el circuito cerrado que construimos en estos años, la repercusión no nos ata a repetirnos. En nuestra planificación nunca está metido el fan ni la expectativa del espectador. Si aparece eso, cagamos: es cuando no lo tendremos que hacer más. Después es el espectador el que se adueña del programa, haciendo lecturas que muchas veces son más inteligentes que las que no-sotros hicimos en su momento. Cuando el programa o la película se exhiben, el emisor se disuelve.
–En una entrevista anterior decían que satirizan aquello que los apasiona, como la música o el peronismo. ¿El entretenimiento está al mismo nivel de apasionamiento e involucramiento?
–Siempre hablamos de no- sotros. No nos ponemos en un altar para dar una mirada superadora ni mucho menos. Nos reímos de nuestras falencias y discursos. Hay una autosátira en nuestro humor. Alguien dijo que el humor es reírse de lo que uno conoce y sobre aquello a lo que uno pertenece. La comicidad puede ser otra cosa: uno encarnando un personaje que no tiene nada que ver con vos y que forma parte de un relato. El humor siempre se refiere a uno, a los lugares que uno conoce, las fobias que a uno lo atrapan... Por eso también nos reímos de algunas afectaciones del rock, como nos reímos de nuestras afectaciones. Nunca nos reímos de algo que no nos atraviesa. Puedo satirizar las contradicciones que tiene el peronismo, en tanto movimiento que hizo historia, pero es probable que tenga una discusión sanguínea con alguien que piensa que todos los males de la Argentina provienen del peronismo. Cuando yo creo que los principales males del país han sido los antiperonismos... Y que el peronismo puede y debe ser discutido y revisado, como cualquier construcción política que hizo historia. Estamos siendo nombrados en todo lo que hacemos. Yo también tengo momentos de mi vida en los que pienso que es más interesante estar viendo un programa de TV que haciendo otra cosa. Uno es todo eso. También es el que está mirando entretenido algo. Nuestra respuesta a eso, nuestro propio cachetazo, es la película. Nos alertamos a nosotros mismos.
–¿Por qué los personajes se relacionan con la realidad desde la burla?
–La burla tiene una contundencia ideológica que me resulta interesante. La burla es un recurso crítico superador a la crítica política. Porque la crítica política converge siempre en un mismo escenario: si hay un debate, todos hablan de lo mismo pensando diferente. Pero la burla, cuando tiene algún sustento en esa mirada que conlleva, cuando no es una burla adolescente, permite señalar la estafa corriéndose de la denuncia. La burla deja sopeteando al estafador durante más tiempo, me parece, porque no sabe cómo lidiar con ese otro discurso que lo desnuda. La expresión humorística se burla de las convenciones, las instituciones, la verticalidad, de ciertos discursos. Cuando escucho a Groucho Marx pienso que nada de lo estafador ni del discurso convencional puede atravesar a esa persona que se está cagando de risa de todo y está viendo cuál es la raíz de la estafa.
–El humor absurdo y deformador era, a comienzos de los ’90, un estilo fuera del circuito, de tribu. Hoy, ese humor parece haber sido adoptado o cooptado por la industria televisiva, ampliando sus alcances populares. ¿Hubiera sido imposible esta película sin haberse transitado ese proceso?
–Hoy hay un circuito de información, a partir de Internet, que hace que la gente tenga acceso a todo, incluso a programas como Cha Cha Cha o Todo x 2$. Es el medio el que muchas veces te hace masivo. Todo x 2$ no sé si es un programa tan masivo. En algún punto lo sigo creyendo de tribu. Un programa masivo es algo que los propios medios relatan todo el tiempo, que se hacen masivos no por el vínculo que se genera con el público sino porque los medios lo instalan y termina formando parte de lo real. Ahora nuestras vidas están atravesadas por alguien que baila, por ejemplo. Una persona que acaba de leer a Heidegger probablemente pueda hablar con mayor facilidad de Pachano que de algún concepto filosófico, o que incluso de Todo x 2$. Obviamente, puede estar más relacionado emotivamente con lo que hacemos nosotros, que ahora Internet permite que uno pueda seguir viendo Cha Cha Cha o que generaciones que no lo vieron se conecten con el programa. Creo que son programas que tienen alma, hechos genuinamente, caóticamente, y a los que nunca los tapó de mierda la convención con el propio medio. Fuimos bastante consecuentes con eso. Hasta que en un momento se deshilacha, como también pasó con Todo x 2$ y que pasaría con este programa si lo hiciéramos todo el año. No queremos transformarnos en una formulita ni en una empresa Rolling Stones, donde arranca el acorde de Richards y dale para adelante, desde hace 30 años.
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