Domingo, 25 de marzo de 2012 | Hoy
CINE › VALERIA BERTUCCELLI Y JORGE DREXLER
La actriz y el músico integran la pareja protagónica de La suerte en tus manos, comedia romántica de Daniel Burman que se estrena el próximo jueves en todo el país.
Por Oscar Ranzani
Pocas veces se logra una química tan fuerte entre dos artistas que no se conocen y que tienen que trabajar juntos como la que experimentaron Valeria Bertuccelli y Jorge Drexler cuando supieron que eran los protagonistas elegidos para La suerte en tus manos, el octavo largometraje de Daniel Burman, que se estrena este jueves. Es llamativo el nivel de empatía que han tenido el músico y la actriz, y que se percibe aun en la entrevista con Página/12. Tanto que, en el momento del rodaje, Bertuccelli –que tiene una carrera consolidada en el cine y en la televisión– no sintió nunca que estaba acompañada por un debutante frente a las cámaras. Y se toman jocosamente el hecho de que no se conocieran antes de filmar. “De lejos nomás”, susurra Bertuccelli. “En algún camarín de su marido. Pero ni siquiera está claro. Es una leyenda que estamos inventando”, bromea el músico sobre la mujer de Vicentico.
Bertuccelli señala que aceptó el protagónico porque le gustó mucho el guión. “Me pareció que estaba muy buena la historia”, comenta. Distinto es el caso de la convocatoria de Drexler, quien si bien nunca había actuado, sus composiciones lo llevaron hasta Hollywood en 2005, cuando alzó el Oscar a la Mejor Canción, por “Al otro lado del río”, perteneciente a la película Diarios de motocicleta, del brasileño Walter Salles. Cuando Burman le comentó a Drexler que estaba escribiendo un personaje y que en ese personaje lo veía a él, el músico le confesó: “Estás loco, Daniel. No tengo ninguna experiencia. Me siento muy halagado de que pienses en mí y que pienses que lo puedo hacer, pero me parece que es un delirio”. Sin embargo, Burman le envió el guión. Y cuando Drexler leyó solamente la primera página, la negación se transformó en entusiasmo. “Me vinieron ganas de decir eso que estaba diciendo Uriel, mi personaje”, confiesa.
La trama de La suerte en tus manos tiene como protagonistas a Uriel (Drexler) y Gloria (Bertuccelli), dos cuarentones que habían tenido un romance en su adolescencia y que después se perdieron el uno para el otro... hasta que se reencuentran. ¿Podrán Uriel y Gloria vivir un amor más adulto que el romance de la adolescencia? ¿Cuánto influirá el peso del pasado? ¿Y el miedo al abandono? Son preguntas que, con el correr de la trama, encontrarán sus respuestas.
–Bertuccelli ya tiene experiencia filmando con músicos, más precisamente junto a su marido, Vicentico, cuando actuaron en Los guantes mágicos, de Martín Rejtman. ¿Nota alguna diferencia respecto de trabajar con actores profesionales?
Valeria Bertuccelli: –El músico dice todo cantando (risas). No, la verdad es que no noto diferencia. Sinceramente, no la noto. Me pasó ahora también con Jorge. Para mí es lo mismo. Incluso, pueden venir unos chantas que te digan que estudiaron mucho y que en el momento digas: “¿De qué te sirvió?”. A mí no me cambia nada. Lo único que me importa es que en el momento de hacer las escenas me encuentre con alguien que está mirando de verdad, que está escuchando, que está contando, que está sintiendo y que, entonces, yo pueda conectar. Si veo que no conecto con el otro, empiezo a preocuparme y a de-sesperarme. Y busco las mil y una maneras de llegar.
–¿Cómo encontraron la sintonía entre ustedes para darles vida a los personajes?
V. B.: –El humor fue fundamental.
Jorge Drexler: –Sí, fue muy importante. Valeria se ríe muchísimo y tiene un humor totalmente salvaje. Y se realimentó ese salvajismo entre los dos (risas).
–Y en base a esa química que construyeron, ¿se ciñeron al guión o hubo espacio para las improvisaciones?
V. B.: –Hubo espacio. No mucho, porque la verdad es que el guión estaba muy bien. Había cosas que más que improvisar había que amoldarlas. Era como apropiarnos un poco más del texto en algunas situaciones. Pero no improvisamos muchísimo. El trabajo consistía en buscar un modo nuestro de decirlo. Partimos de mucha sinceridad, que para mí está bueno y que no sucede todo el tiempo. Por ejemplo, cuando le podés decir a tu compañero: “Hay que hacer una escena de sexo y para mí es una pesadilla”. Una vez que te encontrás con el otro y te comenta que está igual, decís: “¡Qué suerte!”. Ahí ya hay algo muy verdadero. Entonces, después es más fácil ir a la escena, porque el otro está ahí de verdad.
J. D.: –Y no hubo por parte de Valeria (que podría haberlo habido perfectamente con una actriz que tiene dieciséis películas en su haber) nada de paternalismo. Yo entré a trabajar en una película como los perritos bajando la cabeza y no conseguí que me tratara como un novato. Y de entrada establecí una relación horizontal. Dos personas que se ríen juntas están en un mismo nivel jerárquico. Y me encantó. Entonces, no hubo ningún esfuerzo extra (aparte del esfuerzo que implica rodar) de tener que convencer a un compañero de tu idoneidad. Y por lo que sé, en los rodajes no siempre pasa eso.
–¿Qué tienen en común actuar y componer?
J. D.: –Más en común que lo que tienen actuar y tocar en vivo. Todo el mundo piensa: “Ya te subiste a un escenario”. Pero es casi la experiencia opuesta. Cuando el director dice: “Acción”, hay que repetir treinta veces la misma secuencia, una tras otra. En el rodaje de la escena empezás a pensar. Incluso te empezás a situar en el lugar, vas buscando con la mirada periférica. A mí me pasa que siento como un barrido por la situación y encuentro algo que me parece de verdad. Componer es lo mismo: es como hacer un barrido, unos acordes de guitarra, en una temática o en una situación hasta que algo de lo que encontrás resuena con algo de verdad. Y eso, si estás atento, lo sentís. Y ahí seguís tirando de esa piolita de verdad hasta que abrís la madeja de la verdad.
–¿Y hubo algo de la actuación que no le permitía la música?
J. D.: –Te permite ampliar muchísimo tu personaje artístico, en el sentido de que empezás a darte cuenta de que podés “ser” otras personas. Es un momento muy raro. Podés ser otras personas e igual seguir hablando, teniendo una vida, y seguir haciendo cosas. Y es un gran alivio salirte de vos mismo durante dos meses enteros.
–Yendo a su personaje, ¿Uriel miente por miedo?
J. D.: –Uriel miente porque lo que hay de su vida no le gusta. Uriel miente para no comprometerse con la vida, para que las cosas que pasen no le sucedan a él sino a esa persona que está ligeramente al lado de él que es quien él dice ser. Daniel me dijo eso al principio.
–¿Creen que la película habla de las dificultades y, a la vez, de las posibilidades del reencuentro?
V. B.: –Sí, totalmente, en muchísimas capas diferentes: entre ellos dos, que es la historia principal, pero está también el reencuentro de mi personaje con su madre, el de la madre con su marido, a pesar de que haya muerto, porque hay un reencuentro con lo que fue, con lo que decidió. La película es súper de reencuentros.
J. D.: –Yo no lo había pensado. Me parece que es más de tu personaje. Uriel sólo se reencuentra con Gloria. Gloria se reencuentra con el país, con Uriel, con su madre, con sus amigas. Es un retorno. Uriel está absorbido totalmente por el hecho de volver a encontrarla a ella.
–¿Y cómo vive el amor cada uno de los dos? ¿Es más lo que los acerca que los que los aleja?
V. B.: –De pendejitos tuvieron una relación súper visceral. Les quedó grabada en el recuerdo. Y cuando se encuentran ellos mismos sienten, por la edad que tienen, por la vida y por lo que fuera, que no pueden volver a tener un reencuentro de ese modo. Como si uno dijera: “Ya por la edad y por el momento, nos tenemos que volver a encontrar, pero hay muchas otras cosas que tendrían que haber evolucionado”. Y después los ves a los dos estando juntos de nuevo y decís: “Van a partir de lo mismo, y después se amoldará y evolucionará hacia lo que tenga que ser”. Son dos personas muy analíticas. Uriel, desde todas sus mentiras y de lo que quisiera cambiar, y Gloria, en un punto con lo que quiere dejar atrás, lo que no, lo que va a hacer. Y, a la vez, lo que les pasa es como súper visceral. Me parece que eso es como la gracia de ellos dos, como que tratan de domesticar a la fiera.
–¿Y cuánto influye el peso del pasado?
J. D.: –Dos cosas marcan la relación entre ellos. Una es el peso del pasado en direcciones opuestas. Es decir, el peso de esa historia pasada que es como un ideal. Les queda como un ideal romántico, un paraíso sexual entre los dos. Y fuera de eso, no mucho más. Y otra cosa que marca la relación es la historia desde el momento en que se separan en el pasado hasta ahora, cuando la vida los ha ido golpeando hasta que se encuentran y no saben qué hacer. Tienen esa energía que les queda de un pasado, pero Uriel, al menos, rebasa de miedos. Pero el gran miedo que tiene es a comprometerse. Entonces, cree que “domesticando” a la bestia y estando los dos como novios sin pasar a la cama, van a poder controlar eso. Y durante un tiempo lo logran, pero en un momento eso no es más controlable.
–Recién mencionaban que son dos personajes muy racionales. En ese sentido, teniendo en cuenta que ustedes son artistas, y justamente los artistas se caracterizan por la sensibilidad, ¿con qué se identificaron, entonces, de sus personajes?
V. B.: –Gloria es un personaje que está bastante lejos de mí, de lo que yo soy. Para mí es raro que esta mujer diga que no le interesa tener hijos. Es como muy ella, y lo que tiene ganas de hacer. Si yo tengo una mala relación con mi vieja, la llevo a fondo para que pase algo. No aguanto que pase el tiempo sin que pase nada. Bueno o malo, pero tiene que pasar algo. Gloria puede estar un tiempo largo sin que pase nada. Está bastante lejos de lo que soy yo.
J. D.: –En mi caso, hay algo que no conectaba con Uriel: su ausencia de empatía, el no considerar al que tiene enfrente. Cuando está hablando con el rabino, no le interesa lo que este religioso le puede decir apenas se desvía un poquito del favor concreto que le está pidiendo. Cuando está hablando con el urólogo, lo único que le interesa es contarle su problemática, aunque sea cualquier hora. Es toda una cosa muy utilitaria para él. Ni siquiera le interesa mucho su trabajo. Y con Gloria se le mueven los sentimientos. Entonces, cuando aparece Gloria, de golpe descubre algo por lo que vale la pena abrirse o salirse de esa cajita de egolatría que tiene.
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