Domingo, 25 de marzo de 2012 | Hoy
CINE › DANIEL BURMAN FRENTE A SU NUEVA PELICULA
Por Oscar Ranzani
Uno de los talentos del joven cine argentino, Daniel Burman, dice que, a veces, un director tiene disociado lo que le gusta ver respecto de lo que le gusta hacer. “Y hace tiempo, definí que si me emociono y me divierto con cierto tipo de películas, quiero hacer esas películas y no otras.” En el caso de La suerte en tus manos, le interesaba construir una historia de amor, “ubicada en la medianía de edad, en los cuarenta, en un momento en el que creo que la gente ya no cambia”. Y, a la vez, buscó desplegar una historia de reencuentro “donde dos personas se reconocen de otra época y cada uno pretende quedarse con lo que le gusta del otro y cambiarle lo que no le gusta. Y el proceso de la película es darse cuenta de que lo que no le gusta va a ser siempre así y lo que van a poder hacer es cambiar la perspectiva del otro, pero no al otro”, comenta el cineasta.
–¿Y por qué decidió convocarlo a Jorge Drexler?
–Lo vi en un recital en Barcelona y recuerdo cómo hablaba con el público, la intimidad que generaba, el manejo del lenguaje. Y pensé: “¡Cuántas herramientas tiene este tipo!”. Y mientras lo escuchaba tuve una reflexión y dije: “Ah, por eso los llaman intérpretes”. Porque interpretan, porque buscan, porque evocan un sentimiento que ya no tienen. Lo empecé a escuchar cantando canciones que yo sabía que había escrito hace mucho tiempo en otro estado de ánimo, en otra situación. Y el tipo se retrotraía a esa emoción que ya no tenía y la expresaba de una manera fidedigna y ya había hecho eso mil veces. Y pensé: “¡Qué buenas todas estas herramientas en un actor para interpretar un personaje!”. Y estaba escribiendo la película y dije: “Me encantaría que fuera Jorge Drexler”. Y me pareció lo más normal del mundo. Para mí nunca fue un riesgo o algo novedoso.
–En Derecho de familia había un padre primerizo; en El nido vacío, el padre sentía el crecimiento de los hijos, y en La suerte en tus manos hay un padre que no quiere volver a serlo. ¿La paternidad en sus distintas facetas se convirtió en uno de sus temas preferidos?
–Sí, la verdad es que no se me ocurre otro tema que la paternidad ya sea por acción u omisión. Podemos ser padres o no, pero la manera más profunda de manifestar la problemática de la paternidad es negándola. Cuando el tipo se quiere hacer una vasectomía, lo que quiero decir es: “Yo no quiero decidir más, no quiero hacerme más cargo de nadie, no quiero ser responsable”.
–La suerte en tus manos fue seleccionada para el Festival de Tribeca que se realizará en abril y seguramente tendrá también este año un destacado circuito de festivales internacionales. En ese sentido, ¿qué ve de autóctona y, a la vez, de universal en la historia de Uriel y Gloria?
–Para mí es un misterio, porque la mandamos a Tribeca, que es un festival que nunca aceptó ninguna película mía. Y éste es un largometraje que pienso como muy argentino y muy personal. Es como todo: cuando a una película la va a ver mucha gente es comercial y cuando no va nadie es de culto. Las definiciones son posteriores: según qué ocurre, después se etiqueta. Realmente es un misterio.
–Usted construyó una sólida carrera en pocos años y es uno de los máximos referentes del denominado Nuevo Cine Argentino. ¿Qué mantuvo y qué incorporó en estos años a su forma de entender el cine?
–Cuando hacés tu primera película pensás que ahí termina tu vida o que vas a ser inmortal. Que es lo mismo. Entonces, te tomás todo de cierta manera y cierto dolor y sufrimiento es parte de eso. Yo quiero pasarla bien. O sea, quiero levantarme para ir a trabajar (porque ir a filmar es un trabajo) y decir: “¡Qué bueno que me encuentro con estos compañeros de trabajo”. Es como cuando ibas a la escuela y estabas contento porque te ibas a divertir en el recreo con los compañeros de clase. Pero, a veces, te tocaba un curso en el que te golpeaban en la nuca o te escupían y no querías ir. Acá es lo mismo: yo quiero pasarla bien en el recreo. Yo no creo más en la creación envuelta en el sufrimiento y la épica del dolor y todo eso. Y para mí la creación es un momento de alegría.
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