CINE › JULIA ROBERTS HABLA DE ESPEJITO, ESPEJITO Y DE SU VIDA DOMESTICA
En su relectura de Blancanieves, el personaje de la reina malvada intenta todo lo imaginable para mantener a raya el envejecimiento. En la vida real, Roberts adhiere a una solución mucho más simple: “Felicidad y el amor de un buen hombre”.
› Por Lesley O'Toole
En la nueva película que protagoniza Julia Roberts, Espejito, espejito –una relectura moderna del eterno clásico infantil Blancanieves–, el personaje de la reina malvada intenta todo lo imaginable para mantener a raya el envejecimiento. En la vida real, Roberts, con 44 años, adhiere a una solución mucho más simple para evitar las arrugas: “Felicidad y el amor de un buen hombre”, anuncia, inclinándose hacia adelante en un chirriante sofá de hotel en Santa Mónica, para golpear con los nudillos en la mesa. “Mi marido piensa que soy bonita, y eso se siente bien. Mi mamá todavía es hermosa. Tengo todos los dientes. Hasta acá va bien. Pero en realidad uno no debe pasar demasiado tiempo frente al espejo.”
Roberts aún se ve como una verdadera mujer bonita: largos rulos, rostro flexible, no demasiado arrugado pero tampoco demasiado terso como para sospechar algo. Ella también acredita “un montón de Lancôme” pero sin una marcada obsesión por los tratamientos de belleza. En Hollywood, el té de hongos Kombucha se ha convertido últimamente en una suerte de poción mágica, junto a la aún menos apetitosa opción de la placenta de vaca. “¿Placenta de vaca?”, repite con incredulidad. “¡Se imagina entrar al mercado a preguntar ‘buenos días, ¿tiene placenta de vaca?’!” Y entonces tienda su cabeza hacia atrás y larga esa carcajada que es la icónica carcajada de Julia Roberts. “Amo que la reina de la película esté tan obsesionada, psicóticamente poseída por esta idea, en un tiempo en el que las personas pueden estar completamente fuera de eje con lo que es realmente bello de ellas.”
En estos días, Roberts insiste con que tampoco su vida tiene mucho que ver con Hollywood. “Siento que tengo otra profesión más allá de la actuación. Actuar se ha convertido en mi hobby favorito; ahora soy una gran artista doméstica.” Junto a su segundo marido, el camarógrafo Danny Moder, celebrarán diez años de matrimonio en julio. Pero están pasando demasiado de su tiempo viviendo en su casa frente al océano en Malibú, un lugar más asociado con su carrera, que en su hogar de Nuevo México. La agenda de Roberts está llena con posibles protagónicos y proyectos que está produciendo. Dado que esta vez viste una corona diferente a la del año pasado (cuando apareció junto a su viejo amigo Tom Hanks en Larry Crowne, que no fue muy bien recibida), la carrera de Roberts está fundamentalmente en alza, impulsada por algunas elecciones muy inteligentes. Está a punto de comenzar una producción de Hollywood largamente demorada, The Normal Heart, sobre una aclamada puesta teatral de Larry Kramer que pone el foco en los primeros días del sida. Después de eso encarnará a la hija de Meryl Streep en otra traslación del teatro al cine, August: Osage County, una obra de Tracy Letts que ganó el premio Pulitzer. El próximo mes se estrenará Jesus Henry Christ, película que ella produjo y que protagonizan Toni Collette y Michael Sheen. Como productora tiene entre manos otros siete proyectos en diferentes etapas de desarrollo, pero no aparecerá en pantalla en ninguno de ellos.
Si Espejito, espejito parece un paso bien calculado de casting, no fue pensado específicamente como tal. Roberts simplemente confiesa tener un encantamiento profesional con Tarsem Singh, más famoso como el visionario detrás de intentos artísticamente esculpidos de Hollywood como Immortals y The Fall que en vehículos más divertidos y familiares como Espejito, espejito. El no veía a nadie más que Julia Roberts en el rol de reina. “Para mí, todo tiene sus desafíos: ser divertida, ser linda, ser fuerte. Al final del día es todo lo mismo. Estás tratando de dar lo mejor de vos mismo, lo mejor que puedas, porque es algo que durará por siempre”, dice ella.
Sus hijos, los mellizos Hazel y Phinnaeus (de siete años) y Henry (cuatro), no han visto la película. Ella dice que “eventualmente la verán... todavía son un poco chicos para esto, pero creo que habrá un día en el que la encontrarán muy entretenida”. En la casa de Roberts no se le da un lugar destacado a ver películas, al menos no tanto como a la lectura de libros, incluyendo cuentos de hadas, quitando los pasajes más escabrosos. “Rapunzel, por ejemplo. La historia es muy salvaje: el príncipe cae de la torre y se le salen los ojos. Les leí la historia a mis hijos una noche y, bueno, muy rápidamente llegó el ‘The End’, y ellos dijeron ‘¡Eh, ése fue un cuento muy corto!’. Nosotros lo llamamos ‘edición parental’.”
Aunque Roberts luzca poco amenazante en persona, vestida con un traje blanco, es fácil imaginar a la joven actriz Lily Collins (23 años) algo intimidada por tenerla como “madrastra”. “Cuando nos conocimos, simplemente le di un gran abrazo –dice Roberts– y eso fue todo.” O no. “Ella fue asombrosa, con todos”, reporta Collins, que aún está claramente algo intimidada. “No importa si estabas en el sector de utilería, o en el equipo técnico, o si era Armie o si era yo; ella trataba a todos de la misma manera. Se trataba de que todos éramos parte del mismo equipo. Lo otro que me resultó sorprendente es que, aun en el trabajo, ella es ante todo una madre. Sus hijos tienen tan buen comportamiento, son tan dulces, que eso es todo un testimonio de lo que son Julia y Danny.”
Entonces, ¿qué es lo que consigue sacar el mal en Roberts? “Gente que es impuntual y gente que es estúpida. Es algo horrible para decir, lo sé. Y si aparecés tarde con una excusa realmente estúpida.” ¿Y sus propias imperfecciones? “Estoy segura de que tengo cientos, pero hacerlas públicas me pondría en una posición incómoda. Todo lo que diré es que nunca soy impuntual.” Quizá porque nunca está en casa perdiendo el tiempo con Face-book (que sirvió de inspiración para la campaña de avisos de Espejito, espejito muy inspirada). “Nunca vi Facebook”, dice, con un tono de orgullo en la voz. “Pero sí vi Red Social. Nunca tuve cuenta de Twitter. Uso el e-mail y los mensajes de texto, pero eso es todo.”
Roberts notó recientemente que para las estrellas que van y vienen “está el ascensor expreso y está la rehabilitación”. Se le pregunta si tiene una percepción negativa de Hollywood. “En realidad, ni pienso en ello. No soy una persona negativa en ningún aspecto, y ciertamente no participaría en una industria que sintiera como esencialmente negativa. Sólo creo que la manera en que el negocio funciona hoy, y cómo se hacen las películas y cómo se eligen las personas para trabajar en ellas, es muy diferente a como era hace 25 años. Tengo un punto de vista muy distante de lo que es esa experiencia hoy, comparado con las experiencias que tuve yo.” Las cosas que uno podría imaginar que le quitan el sueño a Julia Roberts –esa imagen que se suele tener del negocio de la gente devorándose entre sí, con una verdadera fiebre competitiva, por ejemplo– no le preocupan en absoluto. “No soy competitiva, para nada: nunca lo fui. Creo que hay un lugar y un rol para todos. Nunca sentí esa agresión hacia alguien más joven, o alguien de mi edad haciendo algo por el estilo. No es parte de mi ADN, supongo. Creo que los roles que jugamos son parte de una especie de destino que tenemos como actores.”
Pero su vida no tiene sólo que ver con esperar que las cosas correctas lleguen en el momento justo. Los aspectos de eso en los que ella puede demostrar un control son los más importantes: cómo cría a sus hijos y los ejemplos que les deja. “Nos esforzamos mucho en tratar de limitar nuestro impacto. Una familia de cinco personas puede producir muchos desperdicios, con lo que reciclamos mucho y convertimos en abono y criamos pollos que se encargan de nuestros restos de comida. No usamos productos superfluos de papel en nuestra casa, ni servilletas de papel o bolsas Ziploc para nuestros almuerzos. De hecho, nuestra escuela tiene una política de comidas sin desperdicio. Tenemos paneles solares en la terraza y manejo un auto de consumo ecológico con biodiésel.” Incluso cultiva sus propios vegetales: “Tenemos un jardín de lechuga porque no me gusta comprar lechuga en cajas de plástico. Me da dolor de estómago”. El matrimonio cultiva coles y zanahorias y compra regularmente todo lo demás en una cooperativa de granjeros.
Lo más sorprendente en esta era de multitud de medios es el hecho de que Roberts y su familia aparecen rara vez fotografiados. Muchos hijos de celebridades de la A-list tienen rostros que ya son familiares para el público; no en el caso de los de Roberts, aunque dice que no ha tomado medidas especiales para conseguirlo. “Hay lugares a los que no voy. Aunque tampoco voy a alterar mi vida. Creo que vivís la vida que querés vivir, que vos mismo cultivaste. Si tenés cuidado en lo que hacés, con suerte eso te rodea y te protege. Además, no recibo esa clase de energía frenética de la gente, nunca lo hice. La gente quizá puede saludar pero los chicos son amistosos, con lo que no encuentran esos gestos como algo sospechoso.” Roberts parece no tener miedo en ningún aspecto de su vida. ¿Hay algo que le dé temor, quizá la perspectiva de “ser” la hija de Meryl Streep? “Sí, eso sí me da algo de vértigo. La admiro mucho, con lo que en eso estoy sobre ascuas.”
¿Y dónde lanzaría ella un hechizo para conseguir a su propio Príncipe Encantador en el terreno de la actuación? Su respuesta es, como la mujer en sí, sorprendente, y ciertamente contraría lo que podría imaginarse. “El primero que surge en mi mente es Anthony Hopkins... y mi marido lo sabe”, dice, y larga otra carcajada que casi la hace caer del sofá. Da una especie de semiabrazo, disculpándose por tener que salir corriendo para saludar a sus hijos: “Pero gracias. Esta fue la mejor conversación que tuve en todo el día”.
De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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