Miércoles, 11 de abril de 2012 | Hoy
CINE › HOY ARRANCA UNA NUEVA EDICIóN DEL BAFICI
Además de los grandes nombres (Herzog, Bruno Dumont, Guy Maddin, Hong Sang-soo), el festival, como siempre, se aventura en terra incognita, con más de 400 films, entre largos y cortos. El cine argentino tiene un lugar preponderante.
Por Horacio Bernades
“Este 14º Bafici busca profundizar su radar para captar lo que es desconocido y valioso”, escribe Sergio Wolf, su director artístico, en la tercera línea de la página 4 del catálogo oficial del festival. Sin que constituya publicidad encubierta del suplemento cultural de Página/12, el radar del que habla Wolf –que con cinco años en funciones es ya el más longevo director del festival porteño– es el mismo que el Bafici conecta todos los años a esta altura. Uno que capta ondas cinematográficas que vienen de lejos, pero también desde muy cerca. Y que, como el de los murciélagos, apunta a reemplazar la ceguera de la cartelera cinematográfica por la puesta en marcha de un electromagnetismo que año a año se renueva, durante once días y una noche. Electromagnetismo que a fines de abril volverá a interrumpirse, como todas las temporadas, cuando las salas vuelvan a exhalar el inconfundible aroma del pochoclo. Y que este año se acciona, en forma oficial, hoy a las 19 (mañana a la mañana, para todo el mundo), manteniéndose encendido hasta el domingo 22 a última hora. El lunes 23, a volver al trabajo. Al trabajo del cine corriente.
¿Qué trae el Bafici este año? Lo dicho: lo más desconocido y lo más cercano. Lo desconocido es, a grandes rasgos, un cine internacional que, habiendo ostentado sus marcas registradas en ediciones anteriores (desde los grandes nombres hasta los últimos movimientos, incluyendo los nuevos grandes autores), este año presenta una terra mucho más incognita, territorios en los que aventurarse y desbrozar. Lo cercano es el cine argentino, que en esta edición aparece reforzado. Reforzado en número (20 por ciento más que en ediciones anteriores), en opciones, en variantes, cuyo rango es posible medir desde el costumbrismo pop de El último Elvis –que viene de recibir abundantes elogios en los festivales de Sundance y Toulouse, aquí distribuye Disney y tendrá a su cargo la apertura del evento– hasta, por poner un ejemplo, Jardines, en el que el realizador experimental Ernesto Baca pasea por los de sus amigos. Ese despliegue amplio y variado parece querer desmentir las afirmaciones de Thierry Frémaux. El director artístico de Cannes viene de afirmar que tras el boom de una década atrás, el cine argentino se habría “suicidado”, ofreciendo hoy, presuntamente, un panorama yermo.
Como de costumbre, el Bafici presentará tres secciones competitivas, incluyendo Cine del Futuro. Llama la atención, y algo debe querer decir, que la Competencia Internacional haya bajado de las diecinueve películas de la edición anterior a las quince de ésta. Lo contrario sucede con la Competencia Argentina, que de las doce del año pasado crece a las catorce de este año. ¿Una cosecha internacional algo más débil, una local más sustanciosa que en años anteriores? Ambas cosas están por verse, pero la segunda conjetura tiene ya un abanderado: el propio Wolf, que proclama a viva voz, en el catálogo del festival, que “el cine argentino tiene una fortaleza extraordinaria en esta edición”. De ser así, será bienvenido: la selección argentina (con perdón por las resonancias futbolísticas) fue, en las últimas ediciones, uno de los puntos débiles del Bafici. Con lo cual podría pensarse que tal vez el diagnóstico de monsieur Frémaux haya sido correcto, pero atrase. Ojalá sea así.
El cine argentino viene pidiendo pista ya desde la misma Competencia Internacional, con tres películas de las que se habla bien desde antes de su presentación (con lo poco o mucho que esto puede querer decir). Dos de ellas presentan curiosos paralelismos temáticos. Opus dos de Gabriel Medina después de Los paranoicos, La araña vampiro presenta a un chico de ciudad viviendo sus peores terrores en medio de la naturaleza. Terrores que se encarnan en el ser (¿real o fantaseado?) del título. En Los salvajes, primer film en solitario de Alejandro Fadel (correalizador de El amor, primera parte; coguionista de los últimos films de Pablo Trapero), un grupo de jóvenes evadidos debe ponerse a prueba, a lo largo de un extenso viaje. Opera prima de Mariano Schonfeld, Germania tampoco transcurre en Buenos Aires, sino en una comunidad alemana de la provincia de Entre Ríos.
De las restantes participantes de Competencia Internacional –donde habrá dos películas chilenas, lo cual es inédito– puede decirse que la israelí Policeman, sobre un miembro de un grupo especial de la policía, viene muy recomendada; la australiana Snowtown, sobre una serie de crímenes seriales cometidos en un pequeño pueblito diez años atrás, pinta revulsiva; la francesa Tomboy, sobre una nena que se hace pasar por nene, recibe recomendaciones y la serbia Clip aborda sin medias lenguas el sexo adolescente, mientras que The International Sign for Choking presenta la curiosidad de que su realizador, el estadounidense Zach Weintraub, la filmó en Argentina. ¿Cuándo? En abril del año pasado, cuando vino a presentar su ópera prima, la muy buena Bummer Summer... en Competencia Internacional del Bafici 2011.
Con su habitual combinación de films narrativos y otros más experimentales, audaces o personales, la Competencia Argentina presenta una segunda cruza: la de veteranos y recién llegados. Cuando se habla de veteranos no se trata de edad, sino de historia propia en el festival. La referencia es para Luis Ortega, Inés de Oliveira Cézar, José Luis García, Gonzalo Castro, Jonathan Perel, Gastón Solnicki y los hermanos Levy. Diez años después de Caja negra y tras algunos tambaleos, con Dromómanos Luis Ortega retoma, según se adelanta, el heterodoxo minimalismo lírico de aquélla. En Cassandra, Oliveira Cézar vuelve a trasponer la tragedia griega a tiempos contemporáneos, como había hecho en Extranjera y El recuento de los daños. José Luis García, que en el Bafici 2005 deslumbró con su documental de creación Cándido López, los campos de batalla, presenta ahora La chica del sur, filmada en un territorio que no registra antecedentes para el cine argentino: la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur.
Lo de Gonzalo Castro es un record: todas sus películas se presentaron en el Bafici. En este caso se trata de Dioramas, cuarta presentación al hilo en el festival después de Resfriada, Cocina e Invernadero. Podría considerarse a 17 monumentos, de Jonathan Perel, una ampliación de la anterior El predio: allí registraba las huellas edilicias de la ESMA, aquí hace lo propio con la cantidad de campos de concentración de la dictadura que el título numera. Luego de süden (Bafici 2008), en Papirosen Gastón Solnicki logra armar toda una novela familiar, usando como único material filmaciones de las que suelen llamarse “sociales”. Masterplan representa la primera incursión en la ficción de Pablo y Diego Levy, que participaron de la edición 2011 del Bafici con el documental Novias-Madrinas-15 años. Entre los “nuevos” hay una clara preferencia por las historias de iniciación a ritmo de rock, rubro al que pueden adscribirse Al cielo, El espacio entre los dos, Igual si llueve y Mis sucios 3 tonos.
Una de las que se sale del molde “iniciación rocker” es Ante la ley, ambicioso collage sobre uno de los autores más malditos de la historia literaria argentina y sobre el más maldito de sus libros: La narración de la historia, de Carlos Correas, prohibido a fines de los ‘50 por su transcripción, a calzón literalmente quitado, de ritos y costumbres de la cultura gay de la época. Otras, Salsipuedes (la nueva perla cordobesa, luego de De caravana, propagan sus promotores) y Villegas, tal vez lo más parecido a la nunca bien ponderada “película-FUC” que presenta esta edición del Bafici.
El cine argentino no termina en la Competencia Argentina. En distintas paralelas van a estar, entre otras, las nuevas de Raúl Perrone (Las pibas), Edgardo Cozarinsky (Nocturnos), Celina Murga (Escuela normal), Gustavo Fontán (La casa) y Ulises Rosell (El etnógrafo). Además de un montón de óperas primas, desde ya. Pero como no todo es cine argentino en el mundo del cine, la grilla del Bafici vuelve a presentar este año un amplísimo panorama de la producción internacional, así como una cantidad de focos casi igual de amplia.
Dentro del Panorama, la sección Trayectorias amucha, como de costumbre, los grandes nombres del cine de autor, desde Werner Herzog (Death Row, su documental más reciente, agotó ya sus entradas) hasta el gran Eduardo Coutinho (dicen que As cançôes es una maravilla). Entre uno y otro, Raya Martin con Buenas noches, España, Hong Sang-soo con The Day He Arrives, el simpático de Bruno Dumont con Hors Satan, Jafar Panahi con This is Not a Film, Manuel Gomes con Tabú, Guy Ma-ddin con Keyhole y siguen las firmas. Siempre dentro del gigantesco Panorama, a las subsecciones tradicionales (La Tierra Tiembla, Música, Nocturna) se les suman este año algunas ad hoc. La Ley del Deseo reúne películas sobre o con sexo; Imágenes Paganas, herejías varias; Odiseas del espacio, las que vinculan cine y arquitectura, mientras que Album Familiar y Adolescencias no requieren mayores explicaciones.
Los focos crecen como hongos: diez años atrás eran un puñadito; al día de hoy suman dieciséis. Hay uno dedicado a Edgardo Cozarinsky, otro a Narcisa Hirsch, pionera del cine experimental argentino, y el de Tomas Alfredson (realizador de Criatura de la noche y la reciente versión de El topo). El foco dedicado a la Viennale (500 aniversario de ese magno festival de cine de arte) permitirá ver o rever películas de Wes Anderson (Bottle Rocket, 1996), Agnès Varda (Lions Love, 1969), Ross McElwee (Sherman’s March, 1986). El resto promueve el descubrimiento, trátese de los brasileños trash de Boca do Lixo, el refinado británico Grant Gee, el taiwanés Wei Te-sheng o los indies Zellner Brothers. En una palabra, profundizar el radar (si los radares fueran acaso profundizables) para captar lo que es desconocido y valioso. Como todos los años, o tal vez más.
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