Vie 13.04.2012
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CINE › IMPERDIBLE DOCUMENTAL DEL CAMBOYANO RITHY PANH

El exterminador compulsivo

Duch, le maître des forges de l’enfer revela al comandante de una máquina de la muerte que asesinó a un millón y medio de personas en la Camboya de Pol Pot: Kaing Guek Eav es un hombre lejos del arrepentimiento, que intelectualiza sus crímenes.

› Por Luciano Monteagudo

Siempre es difícil elegir en la grilla del Bafici, pero conviene no dejar pasar Duch, le maître des forges de l’enfer (“Duch, maestro de la fragua del infierno”), del gran cineasta camboyano Rithy Panh. De regreso al universo oscuro de su film capital, S21: la máquina de la muerte del Khmer Rouge (2003), Panh encuentra ahora en prisión a Kaing Guek Eav, también conocido como “Duch”, que fue el principal responsable de ese campo de tortura y exterminio que fue el tristemente célebre “S21”. Como recuerda al comienzo el film, entre 1975 y 1979, el régimen del Khmer Rouge causó la muerte de un millón y medio de personas, casi un cuarto de la población de Camboya. Y como secretario del Partido Comunista en el S21, Duch comandó esta máquina de muerte donde, según los archivos, fueron ejecutadas al menos 12.300 personas. Pero, ¿cuántas más desaparecieron, “pisoteadas, reducidas al polvo”, como dice el mismo Duch, sin que se haya encontrado ningún rastro?

Ferviente defensor, aún hoy, del “gran salto hacia adelante” con que el líder Pol Pot definió la revolución camboyana, Duch –condenado en el 2009 por la Corte Penal Internacional– se revela como todo un intelectual, capaz de citar de memoria aún hoy, a los 70 años, pasajes enteros de las obras de Marx, Lenin y, sobre todo, Mao. Confrontado a los testimonios de víctimas y perpetradores que le presenta Rithy Panh, extraídos de su película anterior, corrobora algunos, niega otros y a algunos incluso los corrige. Reivindica consignas de la época como “es mejor matar a alguien por error a que quede un enemigo vivo” y reconoce que, en su tarea de pedagogo de la muerte, “los campesinos iletrados estaban dispuestos a matar, a diferencia de los intelectuales, que se resistían a hacerlo”.

Al día de hoy, se declara cristiano y dice buscar “el camino del amor”, pero no parece renegar de sus acciones pasadas, que afirma haber cumplido en el marco de la época que le tocó vivir. “¿Qué es un hacha, qué es un martillo?”, pregunta retóricamente Duch, que también fue responsable de la policía política del régimen. “Son instrumentos, y yo era un puro instrumento del partido.” Recuerda que en el apogeo del Angkar, la ideología que imperó en Camboya en esa época, “se cambió radicalmente la moral burguesa por una moral proletaria, se cambiaron todos los valores”. Y él –tal como declaraba Adolf Eichmann en El especialista (1999), el film de Eyal Sivan sobre el otro gran burócrata de la muerte– rendía culto a la jerarquía y el trabajo bien hecho. También como Eichmann, Duch se revela como un obsesivo del orden, los papeles, los documentos y las listas, que él mismo muestra a cámara, aclarando en qué casos reconoce su propia letra. Y hacia el final, como para demostrar la complejidad del personaje, el film no sólo lo muestra rezando en su celda sino también dejando caer, con una irónica sonrisa en los labios, una cita de Balzac: “Los gobiernos pasan, los Estados cambian, pero la policía es eterna”.

* Duch, le maître des forges de l’enfer se verá hoy a las 18, el lunes 16 a las 16.30 y el miércoles 18 a las 17, siempre en el Hoyts 12.

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