Miércoles, 2 de mayo de 2012 | Hoy
CINE › MARíA VERóNICA RAMíREZ, DIRECTORA GENERAL DE ANIMA BUENOS AIRES
El largometraje animado, que se estrena mañana, está compuesto por cuatro cortos creados por Carlos Nine, Pablo Rodríguez Jáuregui, Pablo y Florencia Faivre, y Ramírez junto a Caloi. “Al alma de Buenos Aires la volvés a encontrar en los rincones”, dice la directora.
Por Oscar Ranzani
Si se tiene en cuenta que Anima Buenos Aires –que se estrenará mañana– está destinada principalmente a un público adulto, y que la música que les da sonido a los cuatro cortos animados que la componen son tangos, queda ratificado –por si alguien no lo sabía– que la animación ya no es sólo un entretenimiento para chicos. Bajo idea y dirección general de María Verónica Ramírez, cada corto fue diseñado por nombres importantes de la gráfica y la animación: Carlos Nine le dio vida a Bu-Bu, un joven delincuente que piensa toda su vida, mientras agoniza (éste es el único corto que tiene voz en off, a cargo de un sobresaliente Horacio Fontova); Pablo Rodríguez Jáuregui creó Claustrópolis, una historia de chicos en medio del “encierro” que, a veces, deriva de vivir en la gran ciudad; Pablo y Florencia Faivre diseñaron en Meado por los perros la caída de un carnicero de barrio cuando cerca de su negocio se instala un supermercado de una importante cadena extranjera, y finalmente Mi Buenos Aires herido, realizado por Ramírez junto a su marido, Carlos Loiseau –popularmente conocido como Caloi–, quienes recrean míticos personajes tangueros que buscan a “La Mujer soñada” en un bar de la ciudad, de esos que ya casi no quedan. Entre un corto y otro hay separadores elaborados por Juan Pablo Zaramella y Mario Rulloni, que muestran a través de un esténcil en movimiento a una pareja bailando tango por los rincones de Buenos Aires.
Si bien es una película que habla de la ciudad del 2 x 4 por donde se la mire, Ramírez señala que “es un homenaje per se” y que, más bien “la intención de hablar de la ciudad en la que nacimos y amamos fue un poco el pretexto para hablar de nosotros, los argentinos; hablar de nosotros desde adentro”. Siguiendo esa línea, Ramírez recuerda que el dibujante Crist le comentó que cuando Homero Manzi escribió “Sur”, “no se refería al sur de la ciudad, sino al de cualquier barrio argentino”. Ramírez ve a la ciudad actual como una sumatoria de ciertas características: “enorme, ruidosa, algo caótica, muy hermosa, pero también con demasiada oferta, y en ese sentido, una ciudad llena de estímulos. Y eso distrae mucho”. Entonces, a la hora de plantear el proyecto se preguntó: “¿Dónde está el alma de Buenos Aires? Al alma de Buenos Aires la volvés a encontrar en los rincones, en los oficios y esa manera de hablar de ella es también un eje importante”. En ese sentido, el eje sobre el cual todos trabajaron fue el que Ramírez quería: “Qué pasa cuando la ciudad se va de escala humana, cuando es desmesurada, cuando crece de tal manera que se desnaturaliza un poco”. Ramírez no pretende que este film se entienda “como algo en contra del avance. Yo creo que es muy valioso, sino que se refiere a la parte de eso que es impuesta, foránea, que no es nuestra; nos imponen un consumo de cosas que ni siquiera sabemos si nos gustan”, analiza en la entrevista con Página/12.
–Compuesta especialmente por Rodolfo Mederos, Gustavo Mozzi y Fernando Kabusacki, no podía haber otra música como el tango en una película sobre Buenos Aires. ¿Cree que, en ese sentido, la música sólo acompaña o juega un rol complementario a la narración?
–Para que el conjunto tuviera unidad, conservando la diversidad porque son miradas y estéticas distintas, una de las cosas necesarias era que estuviera ilustrada con tango, porque el tango también es una idiosincrasia. Es una expresión cultural muy fuerte. No es el tango que se escucha afuera “porque es fuerte, potente, lindo” que, en ese caso, hasta podría ser una música decorativa. Esa no fue la idea en la película. La idea fue esta suerte de argamasa entre una imagen y una música muy nuestras y que todo esto funcionara como una unidad narrativa.
–¿Mi Buenos Aires herido es una suerte de tango animado?
–Sí, es como si fuera un tango gráfico, porque está el espíritu del tango en esa imagen, en esos personajes. Tiene un corazón verdaderamente tanguero.
–También es uno de los que tiene más humor...
–Carlos (Caloi) y yo trabajamos mucho en que no se perdiera el humor. Transpiramos mucho porque una cosa es el tiempo del humor en la gráfica y otra cosa es el tiempo del humor en este caso. Un cuadro más, un cuadro menos, arruina un chiste. Para él era muy importante el humor y para mí era muy importante preservar y que se viera esta particularidad de Carlos, que es tan genial: el abordaje de la poesía, del absurdo y del humor en simultáneo. No hay muchos artistas que hagan esto.
–Bu-Bu es, en cambio, un policial animado, ¿no?
–Sí, es una suerte de policial negro. Además de ser un genial ilustrador, Carlo Nine es una persona a la que le gusta mucho el cine y me parece que es muy amante de ese cine negro francés.
–Es el único en el que la voz juega un rol fundamental. ¿Cómo lo observa?
–Trabajamos bastante el tema de la voz. Es un tipo que no habla mientras se está muriendo, sino que está pensando. Entonces, es como una voz interna. Es un soliloquio. Y había que encontrar ese punto. Así que trabajamos mucho sobre la grabación de la voz de Fontova.
–¿Meado por los perros es una ironía sobre el avance del capitalismo hasta en lo más pequeño o cotidiano?
–Sí, totalmente. La historia está llena de sutilezas y de ironías. Es sobre un personaje que, a pesar de todo, resiste desde lo cotidiano. El tipo decora su carnicería con los chorizos, los cortes de carne, la morcilla, los pollos. Y una megacadena de supermercados le ha roto el destino. Entonces, el corto está lleno de detalles pequeñitos y sutiles que son muy sustanciosos.
–¿Y Claustrópolis busca hablar del amor infantil en medio del encierro?
–Habla de esta dificultad de los chicos de hoy de adueñarse de la calle, de crecer en la calle. Hay un sociólogo italiano que dice que la violencia de hoy es producto de haber sacado a los chicos de la calle, donde jugaban. Yo me crié en la vereda. Todos los que trabajamos en la película nos criamos en la vereda. La ciudad se ha deshumanizado. Antes, uno jugaba en la vereda y lo cuidaban los vecinos. La vereda era una extensión de nuestras casas. Entonces, la aventura iniciática de Pablo Rodríguez Jáuregui habla de una nena que se adueña de la calle pintándola con graffiti y este chiquito que se enamora tiene su aventura de iniciación persiguiéndola porque él vive encerrado en un penthouse. Toda la película habla de qué pasa cuando uno se encuentra con el otro. Y se encuentra con cosas en las que se reconoce.
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