Viernes, 25 de mayo de 2012 | Hoy
CINE › HOY SE PROYECTA EL DOCUMENTAL RAWSON, EN EL FESTIVAL DE DERECHOS HUMANOS
De la cárcel de esa ciudad patagónica se fugaron los presos que, más tarde, fueron víctimas de la Masacre de Trelew. Los directores Nahuel Machesich y Luciano Zito buscan, a través de su película, reflejar la responsabilidad social frente al terrorismo de Estado.
Por Oscar Ranzani
La cárcel de Rawson es uno de los tantos recintos ominosos de la historia argentina, en general, y de distintas dictaduras, en particular. Desde allí se fugaron los presos políticos de las organizaciones armadas, dieciséis de los cuales fueron asesinados el 22 de agosto de 1972 en la Base Aeronaval Almirante Zar en Trelew (el hecho se conoce históricamente como la Masacre de Trelew). Y esa cárcel fue también un ámbito donde los represores torturaron durante la última dictadura. La historia de esa comunidad atravesada por lo que significó el terrorismo de Estado en una ciudad del sur argentino es el aspecto en el que indagan Nahuel Machesich y Luciano Zito, directores de Rawson, documental que se estrenará hoy a las 14 en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635), como parte de la programación del 14º Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos.
Machesich nació en Rawson y se mudó a Buenos Aires para estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Y para recibir su licenciatura realizó una tesina sobre la militancia de la Juventud Peronista de Rawson durante la década del ’70. Desde que llegó a Buenos Aires, comenzó a preguntarse sobre lo sucedido en su ciudad natal. “Cada vez que en las vacaciones de verano volvía a Rawson, pasaba buena parte del tiempo preguntando sobre eso, sobre todo cuando hablaba con los vecinos y con gente que yo conocía de toda la vida, con la cual nunca había hablado del tema”, cuenta Machesich a Página/12. Aunque no sabía bien cómo encararlo, este joven tuvo la idea de hacer un documental. En esa época participaba de un Taller de Desarrollo de Proyectos que dictaba Zito. “Y ahí estuvimos trabajando el proyecto durante tres meses”, comenta Zito.
El dúo le dio forma a Rawson a través de una puesta en la que se ve a Machesich realizando la investigación en cámara, en el mismo momento de la filmación. Así como entrevistó a actores involucrados en la vida de la cárcel como ex presos políticos y ex guardiacárceles, Machesich también consultó a sus familiares, buscando respuestas a sus interrogantes políticos hasta en su círculo más cercano. La película avanza con Machesich preguntándose qué huellas de su infancia pueden rastrearse en el presente de Rawson. Y alcanza su clímax cuando descubre que Jorge Tomasso, su entrenador de fútbol durante su adolescencia, tiene una causa abierta por delitos de lesa humanidad. Pero los directores no se quedan con el dato –espeluznante de por sí– sino que muestran cómo ese individuo pasea por Rawson con total naturalidad, e incluso es alguien estimado por algunos miembros de la comunidad. Es que el documental enfoca precisamente en cómo funcionó el mecanismo social de quienes no eran militantes ni represores durante la dictadura.
–¿Qué preguntas pretende responder la investigación?
Nahuel Machesich: –La película trata de abordar la responsabilidad social de cómo fue posible que haya habido terrorismo de Estado en la Argentina, cómo fue posible que hayan existido cuatrocientos centros clandestinos de detención en todo el territorio argentino. Y, particularmente en Rawson, cómo fue posible que haya habido una cárcel donde torturaron a personas a cinco cuadras de mi casa. Mientras yo estaba aprendiendo a caminar se torturaba gente. Frente a esa contradicción hay que empezar a buscar una respuesta. No sé si la película lo responde.
–El documental señala que la cárcel marcó la historia de Rawson. Por la necesidad de entender lo sucedido, es de suponer que marcó también su historia personal. ¿Cambió en algo su infancia viviendo en un hogar cercano a la cárcel?
N. M.: –Sí. La cárcel condiciona la historia de la comunidad, aunque sea porque muchos de los que trabajan o trabajaron ahí conviven con todos nosotros. Y Rawson tiene también una fuerte presencia no sólo del Servicio Penitenciario sino de un montón de otras fuerzas de seguridad que hacen que el componente poblacional no sea afín a tratar de responder esas preguntas sobre la dictadura. No es lo mismo vivir en una ciudad con cárcel que en una que no la tiene. Durante mi infancia jugaba alrededor de la cárcel. En alguna medida, uno va construyendo su imaginación y su personalidad con esa presencia.
–¿El film busca combinar una historia personal con la historia política de Rawson?
Luciano Zito: –Sí, totalmente. Me parece que es la mirada de Nahuel sobre esa comunidad y sobre cómo fue la vida política y social en esa época en su ciudad. Pero creo que, también, aborda la vida actual. En la película se refleja cómo en democracia, por ejemplo, hay personajes como Tomasso que pudieron hacer una vida social completamente aceptada en la comunidad de Rawson.
–¿La película busca, entonces, despertar reflexiones sobre la responsabilidad de la sociedad en el terrorismo de Estado, enfocado sobre Rawson en particular?
N. M.: –Claramente, la película tiene esa intención, es decir ver lo que pasaba con los que no eran militantes ni miembros de las fuerzas de seguridad. Y haciendo esta salvedad: es importante hablar de responsabilidad y no de culpabilidad. Esa responsabilidad social intenta explicar que el terrorismo de Estado en la Argentina no bajó de un ovni en la Casa Rosada y, a partir de ahí, se desparramó por toda la Argentina, sino que hubo una sociedad que, de alguna manera, avaló eso por miedo, por complicidad, porque le convenía, por lo que sea. Pero responsabilidad social es una cosa y culpabilidad es otra. La responsabilidad social es un tema pendiente y la película apunta a indagar sobre ese tema.
–¿Por qué decidieron que la investigación se mostrara en escena, en el mismo momento del rodaje?
L. Z.: –Cuando Nahuel empezó a trabajar el proyecto en el taller, hablaba y leía y siempre aparecía en primera persona todo el tiempo, pero no quería participar. Y a mí me pareció que lo más fuerte de este proyecto era poder, justamente, mostrar que él está atravesado completamente por el conflicto principal que es romper ese silencio. Y una manera de protegerlo era trabajarlo como un “personaje” más de la película. Eso ayudó a que hubiera una puesta de cámara pensada y trabajada. Y que él apareciera como alguien que va llevando adelante esas charlas, esas reflexiones, un poco lo que Nahuel hizo en estos últimos años.
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