Miércoles, 25 de julio de 2012 | Hoy
CINE › EDUARDO SCHELLEMBERG Y SU DOCUMENTAL SOBRE EL PUENTE SAN ROQUE GONZáLEZ DE SANTA CRUZ
“Hay una complejidad de intereses muy grandes en los pueblos de frontera”, dice el realizador, que en la investigación para un film se encontró con tres disparadores para otra película. El resultado se verá a partir de mañana en el Incaa KM 0 Gaumont.
Por Oscar Ranzani
El puente San Roque González de Santa Cruz que une la ciudad argentina de Posadas con la paraguaya Encarnación tiene una historia política: la obra comenzó a planificarse entre Juan Domingo Perón y el dictador paraguayo Alfredo Stroessner. Pero fue la dictadura de Jorge Rafael Videla en conjunto con la paraguaya la que puso en marcha su construcción, como una sub-obra de la represa Yacyretá, pero con un claro objetivo siniestro: en el marco del Plan Cóndor, la idea era que hubiera presencia de los Estados represivos en esa zona. Con el fin de la dictadura argentina se desfinanció la obra. Y se retomó con el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín, pensado como una manera de unir la Argentina con Paraguay y de integrar la región. Pero Alfonsín no quería inaugurarlo con el dictador paraguayo, y entonces dejó pasar el tiempo y su mandato. Finalmente, el general Andrés Rodríguez Pedotti derrocó a Stroessner en la madrugada del 3 de febrero de 1989. Y el puente terminó siendo inaugurado por Rodríguez y por Carlos Saúl Menem en abril de 1990.
En los comienzos del siglo XXI, el periodista y documentalista Eduardo Schellemberg –que trabajó en producción periodística de diferentes documentales para televisión y programas de investigación– fue a realizar un trabajo de investigación a esa región sobre contrabando y narcotráfico. “Hice el trabajo, pero me di cuenta de que había una historia que funcionaba como el botón de muestra de una realidad mucho más profunda que la que uno puede hacer en un despacho periodístico”, cuenta Schellemberg en diálogo con Página/12. Como consecuencia, realizó el documental El silencio del puente, que se estrenará mañana en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635).
El silencio del puente tiene como ejes temáticos tres historias que funcionan como ejemplos de la realidad que se vive allí. Una es la de Aurora Lucena, viuda de un gendarme que murió en un hecho confuso debajo del puente y que se dedica a hacer público el caso, buscando justicia y testigos para la causa que lleva casi una década. El otro relato es el de Eduardo Petta, un ex fiscal paraguayo que investigaba los delitos en la zona y que fue eyectado de su cargo. Finalmente, la tercera pata del documental es la del abogado posadeño Ricardo de la Cruz Rodríguez que, según comenta Schellemberg, “defiende contrabandistas pero con una perspectiva muy social, porque un abogado que defiende a este tipo de delitos, en general, lo hace por una cuestión económica, pero Rodríguez trabaja por los derechos humanos y también es abogado de muchas comunidades de pueblos originarios de la región”. El cineasta comenta que, a través de la historia de Aurora y del ex fiscal, “podía describir por sus acciones y sus testimonios la realidad de cómo funciona la Justicia y cómo llega el Estado a ese lugar, pero me costaba mucho, por ejemplo, que Aurora me contara cómo funcionaba la sociología del delito porque no tenía forma de saberlo. Entonces, por varios caminos encontré al doctor Rodríguez”.
–¿En qué medida los tres casos que eligió son representativos de lo que allí sucede?
–Los aspectos que fueron abordados son verdaderos botones de muestra que funcionan como metáfora de lo que pasa en cualquier otro puesto de frontera. Es decir, lo que pasa en el puente Posadas-Encarnación no es muy diferente de lo que pasa en el puente de Clorinda, de Paso de los Libres. La idea central era ver cómo funciona todo este tándem de la Justicia, por un lado; las fuerzas de seguridad, por otro; la pobreza y la exclusión como caldo de cultivo en una historia que fue tan funcional a todo esto como el neoliberalismo. Todo esto que funcionaba, como la criminalización de la pobreza, la sociología del delito, la falta de alternativas, sumado a un Estado que llegaba en aquella época de manera débil, represiva y, por ende, corrupta, eso fue lo que lo quise demostrar.
–¿Cómo se explica que algo que supuestamente buscaba la integración económica y social derivó en lo que denuncia el documental?
–Hay una parte en el recorrido que hace el abogado que lo explica. Y es que hay una complejidad de intereses muy grandes en los pueblos de frontera. Lamentablemente, el Mercosur no lo contempla. Hay una contradicción muy grande entre lo que es lo nacional y lo regional. Si uno ve lo regional desde una perspectiva sociológica, se da cuenta de que los encarnacenos y los posadeños interactúan mucho entre ellos. Y, de hecho, cada uno interactúa mucho más con el otro lado del puente que con la capital de su país. En ese marco, el Mercosur lamentablemente no contempló esa problemática o esa arista de la problemática. Y sí se constituyó funcionalmente en un acuerdo entre las capitales (Buenos Aires, Asunción, Montevideo, Brasilia) para que las grandes empresas hagan buenos negocios. Pero no se contempló el intercambio no sólo económico sino social y cultural. Hay familias que son mixtas. Hay padres que son argentinos y tienen chicos paraguayos o sus esposas son paraguayas. Hay una complejidad muy grande ahí.
–¿Cree, entonces, que el puente en vez de unir terminó generando el efecto contrario en la región?
–En parte, sí. Porque como decía antes: unos Estados que no tienen políticas integracionistas desde una perspectiva esencialmente social y cultural, además de lo económico, lo que generan son otredades. En el documental vemos a la Cámara de Comercio de Posadas, que son argentinos muy nacionalistas. Y los hombres dicen: “Lo que pasa es que acá aumentó el delito por el contrabando hormiga”. Y ya el hombre, con eso infería que los contrabandistas son todos paraguayos, cuando, en realidad, no es así: los paseros (los que pasan mercadería no siempre de manera legal) son de los dos lados del río; hay un intercambio mutuo. De hecho, antes había un intercambio más unidireccional de Paraguay hacia la Argentina por el tema del “bendito” 1 a 1, pero ahora es al revés: sucede que muchos paraguayos pasan a comprar a la Argentina y muchos argentinos pasan a vender. Esas dinámicas de las economías regionales, ellos saben absorberlas muy bien.
–¿La idea fue, a través de la investigación del puente, trazar un panorama de cómo funcionaban las instituciones en aquella época?
–Cuando uno va a contar una historia como ésta es como contar un libro o una película de ficción, es decir, se trata de contar una buena historia de la mejor manera. A mí lo que más me atrajo fue cómo una mujer como Aurora, de su estricta condición de ama de casa, decide sumergirse en los pliegues interminables de la burocracia judicial, enfrentar todo eso en soledad. Ella dice: “Yo lo único que quiero es saber qué pasó con mi marido”. Cuando empiezo a ver esa historia, se empieza a correr el telón de otras. Y eso te va llevando a decir: “Acá hay algo que funciona de determinada manera, y no podemos dejar de contarla”. Además del protagonismo de Aurora, del doctor Petta y del doctor Rodríguez. Y uno termina contándola, por una cuestión de responder al género, a través de ellos.
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