Miércoles, 25 de julio de 2012 | Hoy
DISCOS › CERCA DE LAS NUBES, LO NUEVO DE LAS PELOTAS
Tras un derrotero de sucesivas pérdidas, Germán Daffunchio, Gabriela Martínez y Sebastián Schachtel proponen un trabajo con una primera mitad algo crepuscular y un despliegue más enérgico sobre la segunda parte. No es su CD más accesible, pero sí el más elegante.
Por Luis Paz
En un pasaje de Rolling Stoned, las memorias de Andrew Loog Oldham, el insigne manager (y mentor) del grupo inglés apunta acerca de las primeras canciones compuestas por Mick Jagger y Keith Richards: “¿Y qué si eran insípidas? Todavía tenían que pasar por el proceso de escribir a través de la prueba y el error. Eso requiere pelotas y mucha decisión”. La mención a los esféricos cae bárbaro para pivotear hacia Las Pelotas, el grupo que en el flamante Cerca de las nubes entrega un disco elegante e internamente progresivo: el guitarrista Germán Daffunchio, la bajista Gabriela Martínez y el tecladista Sebastián Schachtel se hicieron cancionistas a la fuerza.
El de Las Pelotas ha sido un camino a través de un bosque de ausencias (de Luca Prodan, en su gestación post Sumo; del frugal Alejandro “Bocha” Sokol, luego; y de Gustavo Kupinski, más recientemente). Y frente a ese terror, el trío fue cerrando filas. Su composición está bastante afinada ya: la voz del primero como narradora melódica y no muy ancha, el bajo de la segunda como soporte para él, y la instrumentación y los arreglos del tercero, que despuntan en este disco, como un colchoncito (por lo onírico) que puede acomodarse sobre sonidos de cámara, rockeros, o en el paisajismo.
Cerca de las nubes no es su disco más accesible, pero es el más elegante que Las Pelotas hayan hecho. Hay dos maneras de verlo. Como un dos en uno, con una primera mitad algo crepuscular, como si fuera una galería de “canciones incidentales”; y un despliegue más enérgico sobre la segunda parte, con la aparición de ese Las Pelotas reciente de un rock de estribillos zigzagueantes, imprecisos. O bien, se lo puede entender como un álbum, en el sentido clásico, un arco de piezas concatenadas que van construyendo una tensión, hasta estallarla.
Aquel camino paralelo al horror tiene algunos testigos horroríficos, de esos sabios: la distancia, la ausencia, lo perdido y fantasmas del futuro. No es dato menor la cantidad de interrogantes que Daffunchio (se) plantea. “Cuántas cosas”, “Eso que pasó” y “La cuerda” están construidas con base en preguntas, mientras que en el puente que va de la notable “Cerca de las nubes” a “Si la distancia”, con “Escondido bajo el brazo” entre medio, se tamizan las certezas de lo no dicho a quien se fue, regresó o se escapa.
Tras sus pasos, un aquelarre destila magia y misticismo: Las Pelotas deja tendidas fantasías sobre hombres alados y sobre sortilegios (“Siempre estará”), fundamenta su liviana psicodelia en la deconstrucción del ego (“Eso que pasó”), esquiva al viento (“Las voces”) y continúa construyendo enemigos simbólicos: “Quieren más aunque se acabó”, se los define en la novena pieza, tal vez en diálogo con los que “dicen que cooperarán en arreglar el mundo” que ajusticiaron en “Saben”, de su anterior Despierta.
Se trata, en fin, de auténticos “cantos rodados”, armados con el polvo que Las Pelotas juntaron en su superficie oval por tanto andar sobreviviendo.
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