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Miércoles, 26 de septiembre de 2012

CINE › EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIáN NO ESCAPA A LOS CONFLICTOS DE ESPAñA

Cine en medio de un incendio

Ayer hubo represión en Madrid, hoy hay huelga en el País Vasco y mañana un plebiscito en Cataluña: en ese contexto, casi resultó apropiado que se viera El atentado, del libanés Ziad Doueiri, que pone la mirada en el polvorín entre palestinos e israelíes.

 Por Horacio Bernades

Desde San Sebastián

No es precisamente en festejo del cumpleaños del cronista que San Sebastián paraliza todas sus actividades en el día de hoy. Hay paro general en el País Vasco y las autoridades del festival adhieren, reduciendo la programación de la jornada a una decenita de proyecciones impostergables. “¡Nos quieren condenar a la pobreza y a la exclusión mientras protegen a los banqueros, estafadores!”, grita uno de los volantes bilingües (están en euskera y castellano, en este último caso con unos cuantos errores de ortografía) que los manifestantes arrojaron días pasados, llamando a la huelga, obviamente en contra de las medidas de ajuste del gobierno de Rajoy. Mientras tanto y como es sabido, ayer hubo represión en Madrid y mañana Cataluña decide si convoca o no a un plebiscito independentista. ¿Arde España? Si arde, no arde tanto como Medio Oriente, cuya guerra resonó aquí, en el Kursaal, con la proyección de El atentado, coproducción entre Líbano, Francia, Qatar y Bélgica, en la que un palestino “integrado” debe afrontar la sospecha de que haya sido su esposa la mujer-bomba que voló por los aires, junto con una veintena de víctimas inocentes. Mientras eso sucedía en la Competencia Oficial, en otras secciones del festival el cine latinoamericano se desplegaba con amplitud, aunque menos repercusión que en años anteriores.

Basada en una novela de no poca repercusión y dirigida por el libanés Ziad Doueiri, El atentado adopta la única posición honesta frente a problemas tan complejos como lo son el conflicto palestino-israelí y la opción por el terrorismo: dar lugar no a uno, sino a todos los puntos de vista posibles. Narrada desde el lugar del protagonista, prestigioso cirujano de origen palestino –no sólo radicado sin conflictos en Israel, sino hasta premiado por el gobierno de ese país–, los hechos lo irán llevando de la certeza sin quiebres de la posición tomada a la incertidumbre total. Todo comienza en el momento en que lo llaman a reconocer un cuerpo que resulta ser el de su esposa y que presenta todas las heridas propias de un terrorista suicida. ¿Es posible que la mujer con la que convivió durante quince años haya hecho eso? ¿Asesinar a diecinueve inocentes en un restorán de Tel Aviv, la mayoría de ellos niños, inmolándose en ese acto? Interpretado por el actor palestino Ali Suliman (uno de los más conocidos de ese origen, visto entre otras en La novia siria, Paradise Now y El árbol de lima), el doctor Amin pasará primero por el interrogatorio y tortura de los servicios secretos israelíes, más tarde por la tortura interna y el rechazo en bloque por la violencia política, arribando finalmente a una posición más matizada, que tal vez se parezca a la desesperanza. El atentado produce uno de los efectos más loables que el cine puede producir: sumir al espectador en una total incerteza.

Considerada una de las candidatas más fuertes de la sección Horizontes Latinos, Infancia clandestina lidera, por mucho, las preferencias de los votantes del Premio de la Juventud, que son estudiantes de cine. Así viene siendo desde el comienzo mismo del festival, con un puntaje de 8,6 y llevándole más de un punto de diferencia a su inmediata seguidora. Curiosamente, sin embargo, ninguno de los principales diarios locales le ha dedicado una mísera nota al film de Benjamín Avila, ocupados como estuvieron hasta ahora en cubrir el desfile de estrellas visitantes y de películas locales, descargadas como aluvión sobre la programación. Ni qué hablar de la cordobesa Salsipuedes, que también pasó por Horizontes Latinos, o de El último Elvis, que debuta hoy, ambas bajo una especie de Cono de Silencio. Tal vez la organización del festival debería tener un poco más en cuenta, para las futuras ediciones, este efecto de invisibilización de los cines periféricos, generado por una búsqueda de mayor glamorización, objetivo explícito de esta edición de San Sebastián. Pero, claro, se supone también que este festival está interesado en mantener su compromiso con el cine latinoamericano y así lo confirman iniciativas de fomento, como Cine en Construcción (que acaba de iniciarse, en el día de ayer) y de coproducción, como el Foro de Coproducción Europea/América latina, que celebrará su primera edición los días de mañana y pasado. Aparece allí cierta incoherencia entre objetivos y realidades, que sería bueno subsanar en el futuro.

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El atentado adopta una posición honesta: da lugar a todos los puntos de vista posibles.
 
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