CINE › EL URUGUAYO ENRIQUE BUCHICHIO PRESENTA SU PELíCULA EL CUARTO DE LEO
La ópera prima de Buchichio aborda el paso a la adultez y el tema de la definición sexual. “El protagonista tiene miedo de aceptarse como es. Y eso se toca con la confusión. Yo lo viví así y muchas personas también”, reconoce el realizador.
› Por Oscar Ranzani
El uruguayo Enrique Buchichio forma parte de la nueva camada de directores que asoman en el cine rioplatense: nacido en 1973 en Montevideo, Buchichio fue crítico y ahora debuta con El cuarto de Leo. Su ópera prima se estrenará este jueves en Arte Cinema (Salta y Garay) y el sábado en el Malba (Figueroa Alcorta 3415). Como bien indica su título, el cuarto de Leo esconde su intimidad, ésa que le cuesta manifestar cuando está acompañado de su entorno familiar: Leo tiene una novia, pero últimamente sus disfunciones sexuales lo llevan a pedirle perdón constantemente. Hasta que su novia le dice que es momento de visitar al psicólogo. Y entonces Leo saca a flote ese cosquilleo que hay en su cabeza en torno de qué es lo que quiere y qué es lo que necesita para estar bien. Comienza a chatear con jóvenes de su edad (veintipico) y descubre que tiene ganas de tener una relación con un hombre. Los que conoce no lo seducen. Hasta que aparece Seba, un muchacho con el que Leo logra buena química. Pero en el medio de ese embrollo de indecisión, Leo se topa con Caro, una vieja compañera de escuela primaria, de la que siempre estuvo perdidamente enamorado en su infancia. La incertidumbre, la culpa y, sobre todo, la indecisión se apoderan de Leo casi hasta el extremo. Y, entonces, deberá definirse.
La idea de El cuarto de Leo nació después de que Buchichio egresara de la escuela de cine. El cineasta bocetó una historia que tenía que ver, básicamente, con la de un proceso de autoaceptación de un chico que está atravesando un momento de definición. “Era una historia que estaba parcialmente basada en mi propia experiencia, o sea que tiene algún elemento autobiográfico, pero que, después, durante el proceso de escritura, se fue disparando hacia otras zonas menos autobiográficas”, comenta Buchichio en diálogo telefónico con Página/12. “Se fueron incorporando otros personajes y otras subtramas”, agrega el realizador, quien reconoce que buscó contar cómo se vive ese proceso “de la manera más intimista posible”. Es que Buchichio no quería escribir un guión ni hacer una película sobre los que –entiende– son lugares comunes que el cineasta veía en ese tipo de cine. Y los enumera: “Discriminación, entorno homofóbico o irme hacia otro terreno como la comedia de enredos”. Nada de eso quería el director. “Quería hacer una película que, yo por lo menos, hasta ahora no había visto: la de un chico común y corriente como podría ser cualquiera que vive un momento así en su vida, pero que, además, le pasan otras cosas, como por ejemplo el reencuentro con una ex compañera de escuela”, explica Buchichio.
–¿En el fondo, la película habla del momento decisivo que significa el pasaje de la adolescencia a la adultez?
–Un poco, sí. No era la intención principal hablar de eso, pero era inevitable por la edad del personaje, por el estado en el que se encuentra. Si bien es un despertar un poco tardío, porque es un chico de veintipico. Pero eso es muy típico uruguayo. Es muy común que la adultez llegue un poco tarde en estos lados.
–¿Por qué plantea el conflicto del personaje de entrada?
–Me parecía interesante que el espectador supiera de entrada de qué va la película y que conviviera con el personaje en su conflicto. O sea, que no fuera ni una sorpresa ni una revelación de último momento. Realmente quería que el espectador conviviera con el personaje, con sus conflictos y sus dilemas y lo acompañara en ese proceso. Para eso, me parecía importante que quedara claro de antemano qué es lo que le pasa, cómo se siente respecto de eso y, sobre todo, qué hace con eso.
–¿Leo no se acepta como es o está confundido?
–Básicamente, tiene miedo de aceptarse como es. Y eso se toca con la confusión. Yo lo viví así y muchas personas también: la “confusión” es una manera de disfrazar el miedo a reconocer qué es lo que a uno le gusta, en definitiva. Primero que nada de uno mismo.
–¿Caro es la que le provoca la indecisión o el conflicto de Leo es preexistente a su encuentro?
–Es preexistente. En todo caso, lo que sucede con la aparición de Caro es que, por un lado, los dos conflictos empiezan a convivir, a retroalimentarse, sin que ninguno sea del todo consciente de lo que le pasa al otro. Muy poco conscientes.
–¿Van en paralelo?
–Exactamente. Entonces, el encuentro dispara los conflictos de cada uno hacia lados un poco impredecibles. Pero también hay algo que contribuye, si se quiere, a esa confusión: es que era casualmente la chica que a Leo le gustaba cuando era niño, con la que podría haber desarrollado una atracción hacia las chicas que no se dio. No se dio de la manera que se podría haber dado si ella le hubiera dado pelota por entonces. Me pareció importante que el reencuentro despertara o redespertara la posibilidad de una relación con una mujer que no es claramente lo que Leo está buscando en ese momento.
–¿Y Leo siente culpa de asumir su orientación sexual o, en realidad, tiene un prejuicio “por el qué dirán”?
–Hay un poco de las dos cosas. Básicamente, hay un miedo al “qué dirán”, un miedo a decepcionar. Pero reafirmo que no tiene que ver con que desde el exterior o desde su entorno reciba mensajes necesariamente prejuiciosos u homofóbicos, sino que simplemente es tan natural que el entorno te asuma como heterosexual que plantearte la posibilidad de decirle al mundo que no sos eso produce un miedo muy parecido a la parálisis. Eso es lo que me gustaba explorar con este personaje.
–¿Por qué el psicólogo es casi un padre para Leo?
–Es un poco freudiano: porque ya no tiene a su padre. Hay un vacío en ese sentido. Y, además, me parecía más interesante que fuera más un vínculo humano que profesional. Si bien cumple su rol profesional y clínico, me resultaba más interesante para que Leo lograra romper el cascarón a cierta altura que pudiera depositar en esta figura una confianza mucho más parecida a la de un familiar cercano, como un padre o un tío. De hecho, me acuerdo que con Arturo Goetz (el actor que lo interpreta) hablábamos de eso cuando ensayábamos: la mejor manera de abordar el vínculo era como si se tratara de un tío con el que desarrolla confianza muy rápidamente.
–El conflicto de Caro va tomando intensidad casi al final de la trama. ¿Por qué lo decidió de esa manera?
–Ahí sí me resultaba interesante que el espectador no supiera de entrada lo que le pasaba. Por un lado, había mucha más presencia de Caro en el guión y habíamos filmado mucho material de ella en su intimidad o con el vínculo que podía permitirse con su familia. Y después, cuando tuvimos un primer corte con la película, nos dimos cuenta de que el espectador veía mucho de ese estado de depresión en el que vive ella, sin entender las razones de fondo. Nos parecía demasiado pesado y hasta corría el riesgo de que el personaje produjese rechazo. Entonces, había que quitarle protagonismo, por un lado (aunque en cierto punto lo sigue teniendo), y demorar la revelación hacia el final. Hay un punto de vista en la película que es el de Leo y es él el que va descubriendo de a poco lo que le pasa a Caro. Y nos parecía interesante que el espectador acompañara a Leo no sólo en su conflicto, sino también en su acercamiento al conflicto de Caro.
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