Mié 13.03.2013
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CINE › SE PRESENTARON DOS PELíCULAS BIEN DIFERENTES EN EL FESTIVAL PANTALLA PINAMAR

Aquel golpe en el corazón de la City

En Seré millones, Omar Neri y Mónica Simoncini combinan elementos del documental con un relato de ficción para retratar el sonado robo al banco Banade en 1972. La española Eva, en tanto, propone interrogantes sobre la relación entre hombres y máquinas.

› Por Oscar Ranzani

Desde Pinamar

El 29 de enero de 1972, durante la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, seis militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) ocuparon el Banco Nacional de Desarrollo (Banade), en plena city porteña, a menos de dos cuadras de la Casa Rosada, y se llevaron 450 millones de pesos, que equivalían a diez millones de dólares. Según se dice, el dinero fue utilizado para financiar la fuga del penal de Rawson, que luego terminó en la Masacre de Trelew, donde dieciséis miembros de distintas organizaciones armadas fueron asesinados por los militares en la Base Aeronaval Almirante Zar. La operación del Banade fue preparada por dos militantes del PRT, empleados del banco: Oscar Serrano y Angel Abus. Tres cineastas que se dedican al cine político, como es el caso de Omar Neri y Mónica Simoncini –correalizadores de Gaviotas blindadas, sobre la historia del PRT-ERP– y Fernando Krichmar –director de Diablo, familia y propiedad–, decidieron hacerlos protagonistas del documental ficcionado Seré millones, que se presentó en el festival Pantalla Pinamar.

“Se dieron cuenta de que era posible golpear a la dictadura. El golpe psicológico es lo que ellos destacan, más allá de la guita que se llevaron, aparte de que era el corazón financiero de la Nación”, dice Neri sobre las motivaciones del hecho. “También era un lugar simbólico, porque era donde la oligarquía se daba préstamos a sí misma. Hablo, por ejemplo, de Perez Companc; es decir, apellidos reconocidos de los famosos dueños de la Argentina que eran gerentes del banco y se daban préstamos a sí mismos”, agrega Krichmar.

Simoncini señala que la historia sobre la que enfoca el film “la encontramos mientras estábamos haciendo Gaviotas blindadas” y que, en principio, “empezamos a trabajar la idea de una ficción”. Si bien es un documento histórico, Seré millones incorpora varios tramos de ficción, donde participan inclusive los propios Serrano y Abus. Convocaron a jóvenes actores para que representaran a Mario Roberto Santucho y al cineasta desaparecido Raymundo Gleyzer –director de Informe Banade– y de otros personajes. La filmación del casting de los actores, introducida en la película y a cargo de Serrano y Abus, permite tender un puente entre estos viejos militantes y las nuevas generaciones. A ambos se los ve en lo cotidiano, formulando chistes y quitando todo rastro de petulancia. “Queríamos mostrar que son tipos que resuelven sus problemas de todos los días, que no son una especie de superhéroes, y que los guerrilleros no eran tipos situados en el escalón levemente debajo del Che Guevara en su momento más épico, sino que eran tipos comunes, que resolvían sus problemas, que tenían que convencer a su mujer de que agarrara el hijo para irse a Chile sin preguntar por qué. Esta gente en su vida cotidiana resolvió ese tipo de problema tan complicado y tan difícil de entender”, explica Krichmar.

Antes que un documental de investigación clásico, Seré millones tiene buenas dosis de ficción e incorpora el humor, decisión que aleja al film de la solemnidad con que, a veces, se aborda cinematográficamente el tema de la militancia y la lucha revolucionaria. Neri recuerda que venían haciendo documentales “formales” durante muchos años y que en ese sentido necesitaban “dar un salto... lo que queríamos provocar en el intercambio entre los protagonistas y los jóvenes actores precisaba de un formato distinto al que veníamos manejando”. Simoncini agrega que el humor surge “como reflejo de la vida que llevan ellos, porque son personas mayores que están muy conformes con sus vidas. No son viejitos achacados. Son hombres que fueron al frente y que no están arrepentidos de nada. Entonces, eso le daba una impronta de poder mostrarlos como son en lo cotidiano”.

En la Sección “Catalán, y de alta escuela”, en tanto, se exhibió ayer Eva, una película que combina la ciencia ficción con el humanismo. Se trata de un film poco frecuente en el cine español. Tal vez, en un principio, podría pensarse que la temática está más cercana a un argumento de Hollywood, pero a medida que avanza la trama queda claro que la ciencia ficción es un condimento para hablar de un drama conmovedor, como lo hizo en este caso el cineasta Kike Maíllo. ¿Podrán las máquinas sentir emociones? La pregunta que desvela a la comunidad científica es abordada en este largometraje de manera muy profunda a través del drama que golpea a una familia.

La historia de esta película –que obtuvo la Mención Especial del Jurado en el 68º Festival de Venecia– está ambientada en el año 2041, época en que las personas comparten la vida con robots. Alex (Daniel Brühl) es un respetado ingeniero cibernético, que luego de una década regresa a Santa Irene con un pedido muy puntual de la Facultad de Robótica: la creación de un niño robot. En el camino se reencuentra con su hermano David (Alberto Ammann, coprotagonista de Tesis sobre un homicidio) y con la esposa de éste, Lana (Marta Etura), quien, en apariencia, ha logrado rehacer su vida, a pesar de haber tenido una historia de amor con Alex, que funciona como subtrama. Pero la línea temática central de Eva está marcada por la relación especial que surge entre Alex y Eva (la pequeña Claudia Vega, en un papel consagratorio), la hija de Lana y David. Una niña de diez años, como dicen en la película, “especial”. Con ella emprenderá un viaje que desembocará en un final revelador.

A diferencia de superproducciones que abordan temáticas similares, como Inteligencia artificial, de Steven Spielberg, Eva, es –a pesar de la buena utilización que tiene de los efectos especiales al servicio de la historia– una película más bien pequeña en ese sentido. El film busca mostrar cómo a través del uso de la inteligencia artificial la gente se relaciona con las criaturas mecánicas, pero algo más complejo aún: qué pasaría con los límites de conducta de los robots, es decir, ¿llegarán a desafiar a sus “padres”? A través de estos sucesos, Eva invita a una profunda reflexión sobre la propia condición humana, desde el momento en que busca mostrar qué les hace sentir una máquina a las personas. E intenta arrojar una respuesta a través de una historia sucedida en el marco de una sociedad donde los robots forman parte de su cotidiano.

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