Martes, 16 de julio de 2013 | Hoy
CINE › EDUARDO SACHERI VOLVIó A ESCRIBIR CON EL DIRECTOR
El escritor es el autor de la novela en la que se basó El secreto de sus ojos y coguionista de Metegol junto a Campanella. Es lógico, buena parte de su producción literaria tiene que ver con el fútbol.
Por Oscar Ranzani
El escritor Eduardo Sacheri, autor de la novela La pregunta de sus ojos, en la que se basó Juan José Campanella para realizar el film El secreto de sus ojos, conoció “la cocina” del cine desde el momento en que escribió junto al director el guión de esa película. Una vez estrenado el largometraje, el cineasta le comentó a Sacheri que tenía un proyecto de animación inspirado en un cuento de Fontanarrosa. “Ya tenemos una primera versión de guión, pero no nos gusta. Básicamente le falta fútbol”, le dijo el director sobre el proyecto Metegol. “Y como Juan conocía mis libros de cuentos y que el fútbol es un tema que a mí me gusta y suelo recorrer literariamente, me invitó a participar”, cuenta Sacheri a Página/12. Por eso, nuevamente es guionista de una película de Campanella, junto al propio realizador y a Gastón Gorali.
–Podíamos reactualizar las discusiones que habían quedado colgadas desde entonces. Hablando en serio, creo que laburamos muy bien. Por supuesto que discutimos; a veces disentimos, les damos vueltas a las cosas una, dos y tres veces. Pasa que los dos somos bastante perfeccionistas y también apasionados. Nos gusta mucho que quede bien. Por supuesto que eso lleva a que, a veces, nos empantanemos, discutamos y volvamos para atrás. A lo mejor, pasamos horas reunidos discutiendo un detalle que tal vez no hace a la cuestión. Pero lo que sí hace a la cuestión es esta mirada que compartimos. Y es un tipo con el que se labura realmente muy bien.
–No, porque cuando uno está inventando la historia no se pregunta quién es el que la va a hacer. Pobre Juan, tiene que ver después cómo lo dirige y cómo lo plasma, pero al momento de pensar la historia y los diálogos te abstraes.
–Sí. En mi cabeza corre una película y escribo lo que veo, lo que quiero ver y lo que necesito ver. No importa si lo personifican actores o no.
–Una gran ventaja es que, a lo mejor, uno abandona ese reflejo defensivo de “No me toquen la historia”. Eso es algo que los escritores tendemos a padecer. Más allá de que uno lo pueda domesticar, está este reflejo de: “Che, no me toquen mucho la historia”. Tratándose de algo ajeno y de servirnos de eso para disparar a partir de ahí, el grado de libertad fue mucho mayor.
–Es todo un aprendizaje. El escritor de ficción, para bien o para mal, labura solo, se dice, se habla, se contesta, se reprocha, se felicita a sí mismo y ahí queda. Es todo un desafío bancarte otras opiniones. Pero no son simples opiniones de “Me gusta” o “No me gusta”, sino opiniones con peso y decisión. Uno tiene que aprender a manejar eso, a ceder, a negociar, a encontrar alternativas superadoras como para salvar lo que le parece importante salvar de lo que uno trajo. Es otro laburo. La principal diferencia entre escribir ficción y escribir un guión es precisamente ésa.
–Disfruto los dos, pero siento más mío escribir cuentos y novelas. En el mundo del cine me siento un invitado. Me encanta que me inviten, pero es como esas fiestas en las que te encanta participar pero vos sabés que no son en tu casa. La pasás bárbaro, pero sentís que lo más tiene que ver con vos está en otro lado. A mí me pasa un poco eso.
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