Jueves, 29 de junio de 2006 | Hoy
CINE › “TRIPLE AGENTE”, LA NUEVA OBRA DEL FRANCES
A partir de un momento clave de la historia, previo al pacto nazi-soviético, el cineasta construye una historia atrapante.
Por Luciano Monteagudo
Triple agente es una nueva incursión del maestro francés Eric Rohmer en el cine de época, después de La dama y el duque (2001), en lo que ya se puede interpretar como una nueva serie en la obra del director de los Cuentos morales y los Cuentos de las cuatro estaciones, los dos grandes grupos de films que componen el corazón de la filmografía de uno de los padres fundadores de la nouvelle vague.
Como en su película inmediatamente anterior, se trata de una nueva tragedia histórica sobre episodios que existieron realmente y en la que los personajes tienen unas convicciones políticas por las que arriesgan sus vidas. El escenario vuelve a ser París, pero ahora en 1936, con el triunfo del Frente Popular, rodeado por la consolidación del nazismo en Alemania, el fortalecimiento del stalinismo en la Unión Soviética y la inminencia de la Guerra Civil en España.
En esa encrucijada histórica, Fiodor, que fue general del ejército zarista y ahora en el exilio trabaja para los denominados “rusos blancos”, ferozmente anticomunistas, vive con su mujer Arsinoé, una pintora griega. La vida los ha recluido en un pequeño studio sin muchas comodidades, pero Fiodor está demasiado absorto por su actividad política, que es cada vez más confusa a los ojos de su compañera. No entiende, por ejemplo, por qué su marido le oculta sucesivos viajes a Berlín, o por qué él, que luchó contra el Ejército Rojo, de pronto afirma que “Stalin quiere la paz, no la revolución, y la va a conseguir como sea, aun acordando con los nazis”.
Se supone que Fiodor es un agente de la Rusia blanca en el exilio, pero, ¿no estará trabajando también para los nazis? ¿O para los comunistas? ¿Será posible que ese hombre gris, impenetrablemente opaco, pueda predecir aquello que luego fue el pacto nazi-soviético? Nada más alejado del tradicional film de espías que este Triple agente de Rohmer, en el que las acciones del protagonista quedan permanentemente fuera de campo (aunque impregnan todo el campo del film) y donde sólo se pueden inferir sus maniobras a partir de su sencilla vida doméstica, de sus conversaciones con su esposa o con sus ocasionales vecinos, como si Fiodor quisiera dejar que la gran Historia con mayúsculas no contaminara la intimidad de su vida cotidiana. Pero la máquina feroz del siglo XX no se detiene, y tanto él como su esposa caerán bajo el peso de esa rueda implacable.
El film de Rohmer no ostenta ninguna espectacularidad. Por el contrario, la rehúye deliberadamente. La simplicidad frontal de los planos, la economía de los movimientos de cámara, la linealidad cronológica del relato contrastan sin embargo con la oscuridad de su trama. Se diría que en Triple agente la historia de espionaje en sí importa menos que las relaciones que el film instaura entre los distintos tipos de discurso y de lengua. Como en todo su cine, Rohmer vuelve a trabajar con la circulación de palabras, pero en este caso en tres idiomas –francés, ruso y griego–, que dan cuenta no sólo del dépaysement de la pareja protagónica sino también del cosmopolitismo de las ideas que se jugaban en aquel momento histórico. Es interesante también el diálogo tácito que se establece entre los noticiarios de la época, que van registrando la actualidad, y las pinturas de la mujer de Fiodor, en las que pareciera intuirse la búsqueda de una verdad capaz de trascender la mera superficie de la historia. Detrás de las lealtades equívocas, de las mentiras explícitas o sobrentendidas, del contrapunto entre identidad nacional e identidad personal, late en Triple agente –como en La dama y el duque– la geometría helada, implacable del destino. Hay algo en el film de Rohmer, su misterio, su elusividad– que hacen recordar aquella frase de Borges que decía que “las verdaderas fechas históricas son secretas”.
8-TRIPLE AGENTE
Triple Agent, Francia, 2004.
Dirección y guión: Eric Rohmer.
Fotografía: Diane Baratier.
Música: Dmitri Shostakovich.
Intérpretes: Serge Renko, Katerina Didaskalu, Cyrielle Claire, Grigori Manukov, Dimitri Rafalsky.
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