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Viernes, 29 de noviembre de 2013

CINE › MATEO IRIBARREN Y SU PELICULA EL TIO, SOBRE UN POLEMICO POLITICO CHILENO

“Como personaje, es una figura trágica”

Jaime Guzmán integró la dictadura militar y fue constitucionalista. Y las memorias de su sobrino son la base del film.

 Por Ezequiel Boetti

Es, por qué no, el proyecto más importante de su vida, aquel que hirvió durante años en el dolor irreparable de una pérdida repentina. Pérdida que muchos recibieron con una sonrisa justiciera, pero que, para él, Ignacio Santa Cruz, sobrino dilecto del funcionario pinochetista Jaime Guzmán, significó un mazazo en la nuca. Dos décadas después sintió que era tiempo de hurgar en los secretos familiares y decidió llevar la vida de su tío primero a las tablas y después a la pantalla grande. Pero para eso necesitaba conocer los mecanismos de ambos lenguajes y fue por el actor, realizador y guionista Mateo Iribarren. “Cuando Ignacio me lo propuso no dudé, porque Guzmán es un personaje muy polémico en Chile”, reconoce ante Página/12 uno de las plumas detrás de Tony Manero y Post Mortem. La aproximación de Santa Cruz a la figura del hermano de su madre realizada por Iribarren es el núcleo central de El tío, que se verá hoy a las 19.45 en el marco del Ciclo de Cine Chileno Contemporáneo en Buenos Aires (ver recuadro).

Jaime Guzmán es, como casi todo lo relacionado con el régimen militar, una figura divisora de aguas entre los trasandinos. Para muchos un funcionario ejemplar, inteligente, culto y emblema de la reconstrucción nacional; para otros, uno de los tantos asesinos sueltos por el Palacio de La Moneda entre 1973 y 1990. Guzmán también entró en la historia de su país por haber sido uno de los autores de la Constitución de 1980, vigente hasta hoy en día, y fundar el Partido Unión Demócrata Independiente (UDI), que actualmente forma parte del gabinete de Sebastián Piñera. El funcionario encontró la muerte en 1991, cuando un grupo de militantes balearon su auto a la salida de la universidad donde dictaba clases.

“Cuando estudié al personaje vi que era muy trágico, un tipo cruzado por el catolicismo que además representa muy bien un aspecto particular de nuestra derecha, que es que no defiende una ideología sino sus propios intereses”, afirma Iribarren, quien luego de imbuirse de las particularidades de su personaje decidió articular el film como recreación de los pormenores de la obra teatral filmada en 2011, adosándole algunas escenas ficcionales en las que Santa Cruz interpreta a su propio tío. “Empezamos a trabajar con distintos enfoques hasta que al final llegamos a una película que entremezcla ficción y realidad. Nuestra intención siempre fue revelar al personaje real y también a nosotros mismos”, afirma.

–¿Cómo fue el proceso de investigación?

–Lo primero que hice fue leer todos sus escritos y entrevistar largamente a Ignacio y a otras personas que lo conocieron, como su hermana, algunos abogados y profesores. A partir de eso configuré un perfil psicológico y encontré un personaje atrapante, un ser muy curioso que sabía muchísimo de filosofía, política, arte y economía, muy viajado y por sobre todo muy católico. Pero por otro lado se juntó con Pinochet y toda su comitiva asesina y terminó muy mal con Manuel Contreras, que era el jefe de los servicios secretos de Pinochet. Nos interesaba ver por qué un tipo inteligente llegó a meterse en el gobierno de los militares.

–¿Por qué decidió plantear el film como una suerte de “detrás de escena” de la obra de teatro de 2011?

–Porque me gusta ver a los personajes desde aquí, desde la modernidad y el cine actual. Guzmán sigue generando un ruido en la sociedad y en nosotros mismos, entonces si él logró trascender con su ideología, nosotros decidimos ponernos de este lado. Teníamos una obsesión por entenderlo e interpretarlo alejándolos de las biografías oficiales. De alguna manera la película humaniza a Jaime Guzmán, pero también lo condena porque está referida a mucha gente que participó en la dictadura y hoy sigue en la política. El juicio es bastante complejo, más allá de que yo piense lo mismo que antes de hacer la obra y la película.

–Uno de los ejes del relato es la supuesta homosexualidad de Guzmán. ¿Por qué decidió abordar esa faceta?

–A él no se le conoció pareja ni masculina ni femenina y la homosexualidad era una impresión incluso de su propio sobrino. Si bien no hay un fundamento para establecerlo como verdadero, esos enfrentamientos de la sexualidad lo califican también como un tipo muy reprimido sobre todo por su madre. Ella fue una mujer muy fuerte en su vida que lo sometió al rigor del catolicismo y lo llevó a comprometerse con la derecha chilena al punto de fundar un partido tan conservador como la UDI.

–A diferencia de Argentina, donde hay una condena generalizada al accionar de la última dictadura, Chile es una sociedad mucho más dividida respecto del rol de Pinochet. ¿Cómo fue allí la recepción del film?

–En Chile todavía hay mucha gente alineada con Pinochet, además de una derecha muy fuerte. El día del estreno salió una solicitada de la Fundación Jaime Guzmán que decía que la película era “infamante” y llamaba al público a no verla. También recibimos llamadas amenazándonos. Es un caso de censura y amedrentamiento enorme. Pero más allá de eso, la película estuvo algunas semanas en cartel, la vieron 14 mil personas y, lo más importante, se logró abrir una discusión dentro de la sociedad chilena.

–¿Una discusión en torno de la figura de Guzmán en particular o a todo el período de la dictadura?

–Se dio en torno de él y de otros políticos que ahora están en el gobierno y en su momento fueron aliados de Pinochet. Ellos tenían que decir algo al respecto y lo mejor que se les ocurrió fue desacreditar la película.

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“Encontré un personaje atrapante, un ser muy curioso”, dice Iribarren.
Imagen: Carolina Camps
 
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