Martes, 20 de mayo de 2014 | Hoy
CINE › MAPS TO THE STARS, DE DAVID CRONENBERG, ES PARTE DE LA COMPETENCIA OFICIAL
La frase del título fue la que usó John Cusack, protagonista del nuevo film del director de La mosca, para definir a la fama. Con humor vitriólico, el cineasta construyó otra película de monstruos, que esta vez son los personajes que habitan en Hollywood.
Por Luciano Monteagudo
“¿Qué es la fama?”, le preguntaron a John Cusack en la conferencia de prensa de Maps to the Stars, la nueva película de David Cronenberg, una sátira feroz sobre el mundo del cine que cayó ayer como un meteorito en la Competencia Oficial del Festival de Cannes. “No sé cómo será en Washington, o en Nueva York, donde también se pelean por ella, pero puedo hablar de lo que conozco, que es Hollywood. Y diría que es una mezcla de miedo, codicia y desesperación.” De eso se trata el nuevo Cronenberg y de eso también hay mucho por aquí en Cannes: la necesidad de figurar a toda costa, de no pasar inadvertido, de conseguir la mayor visibilidad posible –en las pantallas de TV, en las tablets, en los iPhones, en los trade papers, en la calle– en las menos de dos semanas que dura el festival de cine más importante del mundo, quizás el único que todavía logra mantener un delicado equilibrio entre el cine como arte y la idea de fama y de glamour que alguna vez fue también europea, pero que ahora parece patrimonio exclusivo de Hollywood.
Y no hace falta tener una película en el festival para ocupar espacios. Basta con comprarlos, como hizo la producción de la nueva entrega de la saga Transformers, que tapizó con sus inmensos afiches el frente del tradicional Hotel Carlton. O los agentes de prensa de la Disney, que desplegaron en el muelle del Majestic la figura de Angelina Jolie disfrazada de bruja en Maléfica. O lo que imaginaron los muchachos –ya veteranos– de Los indestructibles 3, capitaneados por Sylvester Stallone y con Jason Statham y Harrison Ford como escuderos, que alquilaron unos viejos tanques de guerra y desfilaron por la Croisette haciendo sonar unas sirenas, antes de ponerse el traje de etiqueta para poder sacarse una foto en la alfombra roja, en la premier de una película cualquiera. Lo importante era brindarse a los fans y a los paparazzi.
Un poco de toda esta frenética feria de vanidades, pero limitada estrictamente a Hollywood, habla Maps to the Stars, una película que Cronenberg y el guionista Bruce Wagner, un auténtico connoisseur de Beverly Hills (empezó trabajando de chofer de limusinas, como el personaje que interpreta Robert Pattinson), venían maliciando juntos hace años. A priori, no es la típica película que podría esperarse del director de Una historia violenta, porque el humor vitriólico no suele ser su estilo, aunque en muchas de sus películas haya bastante más de qué reírse de lo que parece. Sin embargo, a poco que se la piense, se diría que antes que una comedia cáustica a la manera de Todd Solondz, Maps to the Stars es –como quizá Cronenberg no lo hacía desde La mosca– una película de monstruos.
Eso y no otra cosa son todos y cada uno de los personajes que habitan el Hollywood de Maps to the Stars. Empezando por esa actriz famosa pero –a causa de su edad– en peligroso proceso de olvido y declive, una suerte de Gloria Swanson del siglo XXI que interpreta sin red la gran Julianne Moore, rodeada de cremas y pastillas. Vive tan recluida en su propio ego –más grande aun que su inmensa mansión– que cuando gana el papel que anhelaba más que nada en el mundo, porque la actriz original, de quien se dice su amiga, acaba de perder ahogado a su pequeño hijo, ella no tiene otra reacción que ponerse a bailar feliz alrededor de su piscina, seguramente idéntica a tantas en Hollywood y a la que causó la muerte del chico.
Como en un siniestro, asfixiante círculo cerrado, o una pesadilla de la cual no se puede despertar, en Maps to the Stars todos se conocen y se tratan socialmente: todos tienen a la misma representante, todos filman en el mismo estudio y asisten a las mismas fiestas. Y todos se atienden con el doctor Stafford Weiss (John Cusack), una extraña mezcla de quiropráctico, analista freudiano y gurú espiritual, autor de varios best sellers de autoayuda, entre los cuales el más famoso se titula Secret Kills (Los secretos matan). Sucede, sin embargo, que el doctor tiene más de un secreto guardado en sus armarios, empezando por una hija desfigurada y pirómana, dispuesta a volver a las andadas, y siguiendo por un hijo estrella absoluta del universo teen. Esta suerte de Justin Bieber en la intimidad no sólo es el adolescente más repugnante y despreciable que pueda imaginarse, sino que también puede llegar a ahorcar a un niño actor, a quien supone un rival en su carrera a la estratosfera del dinero y de la celebridad. Y si todo esto parece poco, ni se les ocurra imaginar para qué puede servir un macizo Golden Globe en manos de una chica con problemas para controlar su ira reprimida.
Como siempre en el cine de Cronenberg, sus planos parecen cápsulas cerradas, compartimentos estancos, donde sus personajes aparentan ser menos de carne y hueso que proyecciones malignas del inconsciente. Y para ratificarlo, en Maps to the Stars hasta fantasmas hay, filmados por el virtuoso fotógrafo Peter Suschitzky (operador habitual de Cronenberg) como si hubiera utilizado como modelo esa luz enceguecedora de las piscinas de Beverly Hills que pintó David Hockney. Pero con la estética pop de Hollywood transfigurada por unas pinceladas góticas, tan oscuras como las limusinas con vidrios polarizados detrás de los cuales se oculta el miedo, la codicia y la desesperación de la fama.
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