Una, dos, tres, cuatro filas de fueyes ejecutan “Responso” en Anchorena y Cabrera, frente a la casa natal de Aníbal Troilo. Nelly Vázquez y la “Gata” Adriana Varela cantan a cappella y emocionan tanto como Osvaldo Berlingieri al piano o Raúl Garello cuando arremete con su bandoneón.

Hablan Osvaldo Piro, Horacio Ferrer, Juan Carlos Baglietto, Ernesto Baffa, José Colangelo, Luis Salinas. Los que conocieron a Troilo, los que lo imitan, los que lo veneran, los que lo copiaron, los que lo siguen, los que coinciden en que el hombre fue un músico fenomenal, único, irrepetible. Desde el recuerdo y desde algunas viejas imágenes y voces de archivo, Troilo toca, dirige, habla de Buenos Aires (“la calle Corrientes era la de antes”, decía en los ’70) y estremece cuando su voz ronca pone el broche con “Nocturno a mi barrio”, aquello de “qué sé yo si era así, pero yo me lo acuerdo así”. Todo eso y mucho más contienen los 81 minutos del documental Pichuco, del joven Martín Turnes, que se vio (se disfrutó, se aplaudió muchísimo) en el marco del III Festival de Unasur Cine que se celebra, como los dos anteriores, en la bella San Juan. La película, que homenajea a Troilo en su centenario, compite en un rubro en el que vota el público, se estrenará en octubre, primero en el San Martín y después en los espacios Incaa. Un programa pulenta, fetén fetén, imperdible, para tangueros de ley.

En el festival, que se hace bajo el lema “integrando la diversidad”, se exhiben películas de ficción, documentales y cortometrajes de realizadores de la Argentina, Chile (país invitado especial), Colombia, Bolivia, Venezuela, Perú, Paraguay, Uruguay, Brasil, Ecuador, México y Costa Rica. Los paraguayos presentan Costa dulce (coproducción con Holanda) con la esperanza de que se convierta en la nueva Siete cajas, la película que se había estrenado el año pasado en el Unasur II y que causó sensación cuando llegó a las salas hace un par de meses en Buenos Aires.

La gran atracción para el público sanjuanino, sin embargo, son los cortometrajes, que convocan mucho público en las siete salas del complejo Cinemacenter. Las entradas son gratuitas para las homenajes y las actividades especiales, y cuestan 10 pesos para las películas en competencia. Diez pesos contra los 50 que hay que pagar para ver, por ejemplo, Relatos salvajes o Arrebato, películas que tienen mucha más prensa, naturalmente.

Entre los cortos, llamaron mucho la atención el brasileño Carne que navega sobre ríos de sangre animal y humana, la emotiva argentina Cuchipanderos, que cuenta la historia de tres amigos que despiden a un cuarto en una playa del sur, la uruguaya El asado, las argentinas de animación Vivos y El padre, la boliviana Plato paceño y la chilena Los trapos al sol. Hay para todos los gustos y lo mismo entre los documentales, en los que se disfruta además de la posibilidad de conversar con los directores.

Los pibes de los colegios sanjuaninos tienen otra vez la posibilidad de ver películas seleccionadas especialmente para este año, un eslabón más de la cadena de aciertos de la muestra que es dirigida, como las anteriores, por Paula de Luque. El festival, que se abrió el viernes pasado al aire libre con El ardor, se cerrará el viernes próximo con la proyección de Cumbres, una película mexicana, ópera prima de Gabriel Nuncio. Y ahí la presentadora Federica Pais dirá que el festival “volverá siempre a San Juan”.