Sábado, 29 de noviembre de 2014 | Hoy
CINE › TRAMO FINAL DE LA COMPETENCIA INTERNACIONAL DEL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA
En The Duke of Burgundy, el británico Peter Strickland vuelve a los climas enrarecidos de las “películas de reputación dudosa” que tanto le gustan, mientras Le meraviglie, de la italiana Alice Rohrwacher, resucita la figura del padre padrone.
Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
Con dos buenas películas, que llegan cargadas de premios y elogios, se cerró la Competencia Internacional de la 29ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que hoy a la noche tendrá su ceremonia de premiación y clausura. Tan sensorial e hipnótica como la previa Berberian Sound Studio, The Duke of Burgundy es lo más reciente del británico Peter Strickland, cuyo film anterior ganó, un par de ediciones atrás, el premio mayor del Bafici. Algunos críticos la están considerando, a juicio del cronista no sin cierta exageración, entre las mejores películas del año. Opus 2 de la nativa de Fiesole Alice Rohrwacher, la autobiográfica Le meraviglie viene de ganar el Gran Premio del Jurado en la última edición de Cannes. Premio que al cronista también le suena un poquitín excesivo. Lo que quizá no sea culpa de la(s) película(s) sino de cierta “fatiga de los materiales” que los festivales suelen producir cuando se acercan a su finalización y del que nadie está del todo a salvo. ¿Que qué películas premiará el Jurado Oficial en el día de hoy? Cómo saberlo, teniendo ese organismo una composición tan heterogénea como la que va del productor español Gerardo Herrero, representante del cine industrial por excelencia, a su compatriota, el crítico Manuel Sánchez Murillo, reconocido defensor del más radical cine contemporáneo.
“Supongo que, en general, siempre me gustaron las películas de reputación dudosa”, confiesa Peter Strickland (Reading, 1973) en declaraciones que recoge el catálogo del festival. En Berberian Sound Studio, Strickland parafraseaba a un género con esa clase de reputación, el giallo italiano de los años ’60 y ’70, thrillers y films de terror que combinaban la explotación más desfachatada con el manierismo más excesivo. Las películas de dudosa reputación con las que The Duke of Burgundy dialoga son ciertos films eróticos europeos, de los ’70 también, a los que no eran ajenas pretensiones de cine “de arte”. Hay mucha lencería de encaje, tules, capelinas, grandes mansiones campestres, reflejos y juegos de espejos en el film de Strickland, protagonizado por una pareja lésbica sadomaso, una de cuyas integrantes (la parte sádica del tándem) es una prestigiosa entomóloga. Su compañera de juegos cumple el papel de mucama, al que su tipo de “mosquita muerta” se presta (Chiara d’Anna, una de las “gritadoras” de Berberian Sound Studio, que se llegó hasta Mardel). Aunque tal vez el juego de espejos y representaciones dé lugar a inesperadas complejidades.
De duración algo estirada y con no pocos laguneos, lo que vuelve a estar claro, después de Berberian..., es la clase de abducción sensorial del espectador a la que Strickland apuesta. Sus armas vuelven a ser la fascinación narrativa, los planos misteriosos, una música que –así como aquélla parafraseaba la del giallo– abunda en la clase de languideces sonoras y coros femeninos falsamente ingenuos que caracterizaban el erotismo soft de los ’70. Y, sobre todo, un sonido que narra casi más que la imagen. Hay un aire entre ritualista, voyeurista y morbosón en The Duke of Burgundy, título que remite a la especie de lepidópteros en que se especializa la científica del dúo. Es posible que Stri-ckland abuse de mariposas disecadas y otras alusiones entomológicas, que pueden tomarse casi más como referencia a su propio modo de acercarse al asunto que como alegorías sobre los roles de las protagonistas.
Después de la por aquí nunca vista Corpo Celeste (2011), Alice Rohrwacher bucea en sus recuerdos de infancia para dar forma a Le meraviglie, que hace foco en una familia de la campiña del centro de Italia (“la película transcurre en mi pueblo natal y entre mis paisanos”, señala la realizadora). Al frente de la famiglia, un padre padrone, de origen alemán (como lo es el apellido Rohrwacher) y ligeramente menos autoritario que el de la película de los Taviani. Apicultor de dogmática postura antisistema, ante la falta de hijos varones y lo que notoriamente él percibe como “exceso” de hijas, el pater familiae de Le meraviglie carga de responsabilidades laborales a la hija mayor, Gelsomina, que las asume hasta que se harta (magnífico debut de Maria Alexandra Lungu). Mientras, la madre (Alba Rohrwacher, hermana de la realizadora) piensa en irse y dejar al pequeño dictador. También a diferencia de los Taviani, el enfoque de Rohrwacher es más realista, menos jugado a la tradición del melodrama italiano. En la segunda parte, la aparición de un equipo de televisión liderado por una Monica Bellucci de peluca blanca, que viene a filmar un reality payasesco y estereotipador, sacude tanto el imperio del padre como el realismo que hasta entonces campeaba, sumiendo al film inesperadamente en el disfraz, el artificio y la sátira.
* The Duke of Burgundy se verá por última vez hoy, a las 16, en el Ambassador 1. Le meraviglie, hoy, a las 13, en la misma sala.
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