Miércoles, 10 de diciembre de 2014 | Hoy
CINE › EL DIRECTOR URUGUAYO ENRIQUE BUCHICHIO PRESENTA SU THRILLER POLíTICO ZANAHORIA
Ambientado en octubre de 2004, cuando el Frente Amplio se aprestaba a gobernar por primera vez el Uruguay, la segunda ficción de Buchichio recrea una famosa investigación periodística sobre los desaparecidos de la Banda Oriental.
Por Oscar Ranzani
La historia indica que en octubre de 2004 los candidatos de los tres principales partidos políticos de Uruguay competían en las elecciones presidenciales. El Frente Amplio, de la mano de Adolfo Tabaré Vázquez, tenía la oportunidad de convertirse en la fuerza gobernante por primera vez en su historia. La duda era si Vázquez podía triunfar en primera vuelta o si habría ballottage. El inminente triunfo del FA generaba incertidumbre castrense por los horrores que había cometido la dictadura que estuvo en el poder entre 1973 y 1985, mientras que los representantes de organismos de derechos humanos se esperanzaban con alcanzar el camino de verdad, memoria y justicia que no habían recorrido los partidos tradicionales. Este es el contexto y el clima de época en el que transcurre el segundo largometraje del cineasta uruguayo Enrique Buchichio, Zanahoria, que tras alzarse con el Colón de Oro en el Festival de Huelva y luego de ser estrenado en Uruguay, hará lo propio este jueves en la cartelera porteña.
Esta coproducción uruguayo-argentina es un thriller político-periodístico que está inspirado en hechos reales. Dos periodistas que trabajan en un diario de reciente aparición, que comulga con las ideas del Frente Amplio, están abocados a cubrir los finales de la campaña electoral. Ellos son Alfredo García (Abel Tripaldi) y Jorge Lauro (Martín Rodríguez), que son los nombres verdaderos de dos periodistas uruguayos. Un hombre misterioso los llama y les dice que tiene información importante, pero arma todo un itinerario para el encuentro con ambos, en las afueras de Montevideo y de noche. Es que la información es muy sensible, dice este personaje, y la idea es que no sufra las consecuencias de lo que piensa revelar. Cuando finalmente se produce el encuentro, un tal Walter (César Troncoso, que algunos argentinos reconocerán por su participación en Infancia clandestina, de Benjamín Avila) les promete datos comprometedores de militares e incluso videos con sesiones de torturas. El informante arma todo un operativo que los periodistas deberán cumplir a rajatabla.
Hasta que con el correr de los días y frente a maniobras dilatorias por parte de Walter, la incredulidad de los periodistas se incrementa. Entonces, Walter redobla la apuesta y les promete también información sobre la Operación Zanahoria. A través de esta operación y ante la llegada de la democracia, militares uruguayos desenterraron restos de los desaparecidos de los cementerios clandestinos ubicados en los cuarteles, con el objetivo de que no se pudieran encontrar esos cadáveres. Y los volvieron a ocultar y a enterrarlos, pero de pie, como las zanahorias, y sobre ellos plantaron árboles.
Nacido el mismo año del comienzo de la dictadura uruguaya, Buchichio ya es un referente dentro del ámbito cinematográfico de su país: egresó hace diez años de la Escuela de Cine del Uruguay y actualmente la dirige. El realizador comenta que la idea de la película nació a comienzos del 2005, cuando leyó la crónica periodística de García y Lauro en la que está inspirada y que salió publicada en el semanario Voces. “Leí esa nota de manera casual y obviamente me atrapó la historia tal como la contaban”, recuerda Buchichio. A los meses de tenerla guardada, empezó a trabajar en un primer tratamiento del guión. En relación con cuánto de verdad y cuánto de ficción tiene la historia, el cineasta señala que la estructura central de acontecimientos “es tal cual sucedió”. “Obviamente, hay una edición importante. La crónica periodística era mucho más exhaustiva, contaba muchos más encuentros que los que suceden en la película. También hubo aspectos en los que me tomé algunas libertades, sobre todo los que tienen que ver con el personaje Walter, el informante. Preferí no conocer al verdadero. Y con ellos, si bien conservan sus nombres, me tomé también libertades en función de la ficción”, admite el cineasta.
–¿Por qué decidió hacer una película de género con estos hechos históricos y no un documental testimonial?
–En primer lugar, porque a mí me tira más la ficción. Este recién es mi segundo largo, pero me gusta mucho el trabajo con los actores y recrear mundos. Y lo del género me lo sugirió el material. En realidad, cuando la leí y cuando empecé a pensar cómo trasladar esta historia a clave cinematográfica, no podía dejar de pensar en un thriller. Había escenas que claramente me sugerían la idea de un thriller no convencional, no clásico, pero que tuviera algunos elementos propios del género, sobre todo en lo que tenía que ver con ir construyendo una tensión que en lo posible fuera in crescendo hacia un desenlace que claramente no es el que espectador espera.
–¿Cómo construyó en la ficción la atmósfera de 2004, cuando el Frente Amplio tenía la posibilidad de acceder al poder por primera vez en la historia?
–Un poco a través del trabajo de la redacción, porque es un semanario de izquierda que existe todavía y que, obviamente, vivió aquel momento con mucha expectativa. Era claramente un momento definitorio para todo el país, pero también para un medio de prensa que, además, estaba abanderado con la causa. Igual, yo traté de despegarle un poco la bandera más partidaria a la redacción. Y después trabajé con material de archivo. Traté de que cada tanto hubiera en la película un goteo de lo que era la campaña, sobre todo a través de los medios de comunicación: programas periodísticos, avisos televisivos, el arte en la calle. O sea, reflejé un poco cómo era ese clima.
–¿Los periodistas reales, Alfredo García y Jorge Lauro, colaboraron en el guión o participaron en alguna instancia del proceso de construcción de la película?
–Sí, ellos fueron asesores. Desde el momento en que decidí adaptar su trabajo, lo primero que hice fue llamarlos, proponérselo, pedirles su aval para hacer la adaptación y, obviamente, para contar con ellos como asesores. Me contaron muchos detalles que no habían publicado en la nota que me ayudaron muchísimo a construir el guión. Después, en la etapa de posproducción, dieron una mano muy grande en lo que tenía que ver con recrear la redacción. Si bien la que se ve en la película no es exactamente la de ellos, para todo lo que tenía que ver con los entretelones de la redacción de un semanario fueron de mucha utilidad.
–¿Cree que el conflicto que plantea la película en cuanto al tema de la expectativa por la reivindicación de los derechos humanos es una deuda no saldada todavía por el Frente Amplio?
–Sí, sin duda. Por el país en general. Al Frente Amplio le tocó estar en el gobierno estos dos últimos períodos y le tocará el próximo y claramente hay una sensación general de que es uno de los grandes debes de estas dos administraciones, porque se ha avanzado muy poco, porque hay convencimiento de que hay gente dentro de la interna militar que conoce y que tiene la información concreta sobre, por ejemplo, lugares de enterramientos de detenidos-desaparecidos y no hay una autoridad política que los presione para dar esa información. Hasta el momento eso no ha sucedido claramente.
–¿Y a qué lo atribuye?
–La verdad es que no sé y no me animo a especular. Me parece que es un tema delicado que, aun en ámbitos políticos, hay como reservas de presionar más de la cuenta. Pero son especulaciones.
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