Miércoles, 31 de diciembre de 2014 | Hoy
CINE › OUIJA, DE STILES WHITE
Por Diego Brodersen
“Basada en el juego Ouija, de la compañía Hasbro”, reza la placa sobre las imágenes de cierre. Las tablas para comunicarse con los muertitos son tan viejas como la moda espiritista de fines del siglo XIX –versión sofisticada del conocido juego de la copa–, pero el nombre Ouija y sus patentes correspondientes son propiedad de esa empresa desde hace décadas, haciendo de la ópera prima de Stiles White un extraño caso de film de terror basado en un juego de mesa, que Hasbro vende en diferentes versiones (algunas, incluso, requieren de un par de pilas, quién sabe para qué). Algo habrá tenido que ver el productor Michael Bay, que viene dirigiendo las exitosas entregas de Transformers, otra de las propiedades de la mentada empresa de juguetes. Por lo demás, Ouija es otro exponente de lo más rancio del horror contemporáneo, donde el concepto es rey y el guión es apenas un rejunte de ideas y cosas ya vistas cuya función primordial es ordenar las escenas con cierto método. Fórmula probada que vende y bien vende, a juzgar por la catarata que inundó las salas en este 2014 que termina.
En esta ocasión, una chica se suicida pero su mejor amiga lo duda, porque la conoce y porque sabe que anduvo tonteando con la tablita. Junto al novio, su hermana y algunos compañeros de escuela la atrevida joven intenta comunicarse con la difunta y, a partir de allí, comenzarán los más extraños fenómenos y las muertes, que ningún policía local investigará nunca jamás, a pesar de las particulares circunstancias que las rodean. Ouija es, entonces, relato de espíritus malvados, historia de casa embrujada y teen horror que reutiliza el concepto central de Destino final, aunque sin la imaginación e ingenio de sus mejores entregas. La sangre escasea –la película está pensada para un público púber y la ouija de la empresa es “recomendada para chicos de ocho años para arriba”– y es tan fuerte la sensación de déjà vu, tan aplastante la previsibilidad de cada uno de los pasos hacia el desenlace, tan malogrado el clima de amenaza inminente, que la película hace pensar que el ilustre pero nunca prestigioso género de terror difícilmente tenga una salida ante tamaña mediocridad (pero a no de-sesperar, siempre se sale).
Lo más horripilante de Ouija es, de todas formas, la torpeza con la cual todas y cada una de las vueltas de tuerca fantásticas de la trama intentan explicarse con un riguroso exceso de lógica, una suerte de materialismo idiota que elimina de cuajo cualquier atisbo de ambigüedad y misterio. De horror inexplicable, poco y nada. Sobreviene entonces el efecto Scooby-Doo: una vez descubiertas las razones de la maldición (otra vez las fotos viejas, otra vez los recortes de periódicos, otra vez los cadáveres escondidos en el sótano) hay que hacer dos o tres cosas en el orden preciso y sanseacabó, fin de la cuestión. Suerte que está la criada latina, que por ser latina o por ser criada o por ser católica –o todo eso junto– parece saber bastante de conexiones con los espíritus y de cómo sacárselos de encima.
Estados Unidos, 2014
Dirección: Stiles White.
Guión: Stiles White y Juliet Snowden.
Fotografía: David Emmerichs.
Montaje: Ken Blackwell.
Música: Anton Sanko.
Duración: 89 minutos.
Intérpretes: Olivia Cooke, Ana Coto, Daren Kagasoff, Bianca Santos, Douglas Smith, Shelley Hennig.
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