Jueves, 26 de febrero de 2015 | Hoy
CINE › LA MIRADA DEL AMOR, CON ANNETTE BENING Y ED HARRIS
Por Diego Brodersen
Para algunos seguramente poco altisonante, para otros demasiado convencional, La mirada del amor es de esas películas que suelen pasar desapercibidas en casi cualquier lugar del mundo. Pertenece a una raza de films que Hollywood producía regularmente hasta hace algunas décadas, pero que, excepciones al margen, ha quedado ahora restringida a la producción independiente de ese país. Las razones son diversas, pero no es menor el hecho de contar una historia de amor –y otras pasiones– entre dos personajes que dejaron atrás sus años de juventud hace un buen rato. El segundo largometraje de Arie Posin, en realidad, es tanto una love story como el retrato de una obsesión y puede ser vista como una relectura de ese clásico de clásicos hitchcockianos sobre pasiones encontradas, perdidas y vueltas a encontrar: Vértigo. De hecho, de los dos afiches de películas famosas que Nikki Lostrom hace colgar en las paredes de una casa (su profesión es difícil de describir: se encarga de dar estilo a inmuebles a la venta), uno de ellos es el del inconfundible diseño circular con fondo color naranja de la obra maestra de Hitchcock.
Nikki enviudó cinco años atrás, en el transcurso de unas vacaciones en México, y si bien ha logrado rehacer su vida resulta evidente, por las inequívocas señales que la película acumula en los primeros minutos, que no ha logrado olvidar a su marido. Y que, tal vez, nunca ha dejado de amarlo. Como en Vértigo, será un museo el lugar del encuentro (o reencuentro), cuando crea reconocer las facciones de su ex, hasta el más mínimo detalle, en otro hombre que bien podría ser su doble. Posin hace sonar las vibraciones fantásticas durante un buen rato y son ésos, precisamente, los mejores momentos del film, cuando el guión da la impresión de que cualquier clase de sorpresa puede estar esperando a la vuelta de la esquina. Pero el tono que termina empapándolo es el del amor otoñal, acompañado lógicamente por una paleta de tonos ocres que la cámara acentúa cuando la pareja se hace compañía (la soledad de Nikki, en cambio, es fría y azul, como el agua de esa piscina que trae recuerdos tristemente imborrables).
Algo similar ocurre con el retrato de la protagonista: su gradual pero evidente descenso a la obsesión amorosa y la locura –comprensible en su sensatez emocional y, precisamente por ello, más terrible– es barrido por una lógica romántica tranquilizadora que el apresurado cierre y la coda no hacen más que reafirmar, como si el film no se animara a dar algunos pasos más allá de ciertos límites. Pero La mirada del amor (extraño título local que elimina el “rostro” original, intercambiando a aquel que es observado por el que mira) tiene varios placeres para ofrecer, entre ellos las actuaciones centrales de Annette Bening, como la mujer enamorada, y Ed Harris en el doble papel de marido original y su doppelgänger, criaturas con virtudes y defectos que cargan en sus hombros un morral de recuerdos y una enorme fragilidad y que el dúo de actores crea sin aparente esfuerzo y notable poder de convicción. El film cuenta, también, con una de las últimas apariciones del recientemente desaparecido Robin Williams, en el rol de un vecino melancólico que, como todos –absolutamente todos– en la película, se ha enamorado de la persona equivocada.
(The Face of Love, EE.UU., 2013)
Dirección: Arie Posin.
Guión: Matthew McDuffie y Arie Posin.
Duración: 92 minutos.
Intérpretes: Annette Bening, Ed Harris, Robin Williams, Jess Weixler, Linda Park, Jeffrey Vincent Parise.
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