Miércoles, 4 de marzo de 2015 | Hoy
CINE › FRANçOIS OZON HABLA DE JOVEN & BELLA, QUE SE ESTRENARá MAñANA EN LA ARGENTINA
En su opus 12, el cineasta parisino narra la historia de una chica de clase media que se prostituye, aunque el film no deja en claro sus razones. “La adolescencia es una etapa muy complicada, de la que quería mostrar su faceta más hormonal”, afirma el director.
Por Cécile Magni
Jeune et jolie es el nombre de una extinta publicación francesa para chicas teen y es también el título del opus 12 de François Ozon, uno de los escasos realizadores no estadounidenses que ve sus films exhibidos regularmente en el mundo entero. Y eso que filma a un promedio de casi una al año. Desde ya que la Argentina no es la excepción. Desde su tercer largo (Gotas que caen sobre rocas calientes, 2000), no hubo prácticamente película de este parisino de 46 años que no se haya estrenado aquí. En competencia oficial en Cannes 2013 (al año siguiente Ozon presentó una nueva, claro), Joven & bella se estrenará aquí mañana. La “y” comercial –en lugar de la coloquial– respeta la grafía del original en francés.
En Joven & bella, el realizador de Bajo la arena, La piscina y 5 x 2 retoma una de sus marcas de fábrica: el coqueteo con lo risqué, seguramente una de las razones de su popularidad. Tras haber hecho una comedia con una familia disfuncional (en su ópera prima Sitcom, 1998, no estrenada aquí), luego de elegir como héroe y heroína a una pareja de jóvenes asesinos (en la segunda y también inédita, Los amantes criminales, 1999) y haber abordado el sida (en Tiempo de vivir, 2005) y la droga pesada (El refugio, 2009), ahora Ozon elige como protagonista a una adolescente que se prostituye.
Isabelle tiene todo lo que, se supone, nueve de cada diez chicas de clase media desean. No sólo es lo que el título indica, sino que además su familia está a salvo del más mínimo sobresalto económico. No lo hace por dinero ni para pagarse los estudios ni para llamar la atención, ni por alguna forma de subversión. A Ozon le gustan los misterios.
–¿Qué lo llevó a filmar esta historia?
–En cine, la adolescencia está muy idealizada. El primer beso, el primer amor, la primera relación sexual... Todo se romantiza. En realidad, es una etapa muy complicada, de la que quería mostrar su faceta más hormonal. En esa etapa el cuerpo se lleva al límite, se pone a prueba, y eso es lo que hace la protagonista al prostituirse.
–Es raro, porque Isabelle viene de una familia de buena posición. No lo hace por necesidad económica.
–No, lo hace por una necesidad visceral. Prostituirse es algo secreto, clandestino, prohibido: todo eso lo vuelve fascinante. A los 17 años no se tienen consideraciones morales, se impone la voluntad de experimentar circunstancias que todavía no se conocen.
–En la actualidad no es tan raro que jóvenes de clase media incurran en formas de prostitución para afrontar el costo de sus estudios universitarios. ¿Tuvo en cuenta estos casos?
–Hice una investigación sobre el tema. Contacté a agentes de la Brigada de Minoridad de la policía, que están familiarizados con él, así como a un psicoanalista especializado en adolescencia, que atiende muchos de estos casos. Pero una vez hecha la investigación, tomé distancia de esa casuística para desarrollar la ficción.
–La película no abunda en explicaciones psicológicas que ayuden a entender el comportamiento de Isabelle.
–Es que justamente me la planteé como un misterio a desentrañar. Pero no a desentrañar por mí o por la película, sino por el espectador. En ningún momento me sentí en control del personaje, siempre me propuse seguir sus pasos, como un entomólogo que se fuera enamorando de la criatura que estudia. Me movió más la identificación que la voluntad de saber: creo que cualquiera puede reconocerse a sí mismo tanto en lo que le sucede a ella como a sus padres. Todos los personajes atraviesan situaciones complicadas y se ven obligados a resolverlas como pueden. Eso es algo universal.
–¿Haber elegido como protagonista a una chica joven y linda no es caer en el estereotipo?
–Siempre parto de estereotipos, de clichés, para poder ir después en otro sentido, arrastrando al espectador. El título de la película no es una descripción de la protagonista, sino la fantasía que los adultos tienen de “una adolescente”, así en general. Isabelle es joven y linda, pero a medida que la vamos conociendo vamos descubriendo que detrás de esa apariencia hay otras cosas, que esa máscara no es lo que la define.
–¿De qué modo se planteó las escenas de sexo?
–Me propuse hacerlo con realismo, tan lejos del juicio moral como de la sordidez. Isabelle se adapta a los deseos de sus clientes sin mayores problemas, por extraños que éstos sean, por la sencilla razón de que aún no conoce sus propios deseos. De algún modo, ponerse al servicio del deseo del otro se le hace fácil.
–Sin embargo, uno de sus clientes da la impresión de satisfacerla.
–Sí, Georges, que es distinto a los demás, porque es el único que no está pensando sólo en su propia satisfacción. La acaricia, la observa, se relaciona con ella de una manera tierna.
–La película se organiza de acuerdo con el paso de las estaciones.
–Así es. La idea era que cada estación correspondiera al punto de vista de un personaje distinto. El verano, al del hermano menor; el otoño, de uno de los clientes; el invierno, el de la madre, y el comienzo de la primavera, al del padre. De todos modos, en todos los casos llega un momento en que pasamos a adoptar el punto de vista de Isabelle.
–¿Esa inclusión de otros puntos de vista tiene que ver con el modo en que la vida sexual de Isabelle repercute sobre quienes la rodean?
–Sin duda. Esto es así en lo concreto, porque Isabelle se permite tener relaciones con gente adulta del entorno familiar, y también en el terreno de las fantasías, como sucede siempre en una familia ante el despertar sexual de los hijos. Sobre todo la madre se ve obligada a replantearse su propia sexualidad. Así como también hasta qué punto corresponde que intervenga en la intimidad de la hija. Hay que tener en cuenta que no se trata de una de esas madres invasoras, sino por el contrario de una madre moderna, con una vida independiente y una sexualidad bien llevada.
–Su carácter de mujer moderna no le impide reaccionar con violencia cuando descubre que la hija se prostituye.
–Allí es el instinto el que reacciona. Pero inmediatamente después pide disculpas a la hija.
–¿El actor que hace de psicoanalista es un verdadero psicoanalista?
–Es Serge Hefez, a quien recurrí durante mi investigación para asesorarme. Me pareció que podía “dar” bien, le tomé unas pruebas y terminó de convencerme. Incluso el decorado que usamos para su estudio lo copiamos del de él.
–¿El modo en que se relaciona con Isabelle también “copia” el que él adopta en la realidad?
–Sí, me contó que con sus pacientes asume un lugar de mucha complicidad, porque normalmente los adolescentes no hacen terapia por propia voluntad, sino porque los envían los padres. Entonces para él es necesario “ganárselos”, ganarse su confianza, para poder emprender un trabajo conjunto.
–¿Algo semejante a lo que debe hacer un director de cine con sus actores?
–Podría decirse. Pero a los actores no los manda nadie, vienen por propia voluntad.
Traducción, edición e introducción: Horacio Bernades.
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