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Jueves, 7 de mayo de 2015

CINE › SOY RINGO, DOCUMENTAL DE JOSE LUIS NACCI SOBRE BONAVENA

Una historia boxística de cuño televisivo

 Por Horacio Bernades

Impuso, tomándolo de Muhamad Alí, el marketing boxístico en la Argentina. Fue campeón de la autopromoción, manjar a pedir de boca para la televisión y peso pesado de físico a la altura, que tiró dos veces al campeón Joe Frazier y le dio pelea nada menos que al gran Alí. Tan popular como para que la hinchada de Huracán se identificara con su nombre en los’60, Oscar “Ringo” Bonavena, que posaba de fiestero de habano y supersport, terminó siendo un trágico. Así como tras dos caídas se le echó encima a Alí, como quien mete la cabeza en la boca de un león famélico, en su ocaso se vinculó con un mafioso italoamericano, Joe Conforte, y no se le ocurrió nada mejor que arrimarse a su esposa. Soy Ringo reconstruye su vida y se asoma al misterio de su personalidad, echando mano de todas las armas del documental convencional.

Fotos de archivo, fragmentos de noticieros, presentaciones en programas de televisión (Bonavena cultivaba con gusto el rol de payasín) y sobre todo y obviamente sus peleas (fragmentos faltantes se suplen con dibujos en blanco y negro) constituyen el material visual que el realizador José Luis Nacci entrelaza con testimonios de periodistas deportivos (Ernesto Cherquis Bialo, Carlos Irusta y Ezequiel Fernández Moores, especialmente), el entrenador José Menno y sus hijos, Adriana y Natalio Bonavena, entre otros, apelando a la consabida voz en off como forma de “bajar” información. Es la clase de documental que busca recopilar datos, reconstruir, en lugar de construir un punto de vista. La linealidad cronológica intenta disimularse cambiando las piezas de lugar. En lugar de empezar por el principio se lo hace por el final. Pero más tarde se arranca por el nacimiento, como lo haría cualquier biografía.

En dos ocasiones, ese objetivismo de cuño televisivo abre resquicios que permiten entrever un embrión de relato. Uno es una imagen. Un Bonavena menos que veinteañero llora sobre el ring, apoyando su cabeza sobre el campeón argentino de los pesos pesado, Goyo Peralta, a quien acaba de arrebatarle el título tras verduguearlo de lo lindo en la previa. “Buscaba cariño con desesperación”, ratifica José Menno. El otro resquicio surge del análisis de su pelea con Alí, a quien le pegó con fuerza y decisión. “No fue inteligente seguir buscando la pelea en el último round, después de que Alí lo tiró dos veces”, se señala. “Quería mostrarse valiente”, confirma Cherquis Bialo. “Guapeé, ¿no?”, preguntó una y otra vez Bonavena después de la pelea. Allí, Ringo aparece como un concentrado de argentinidad, más preocupado por sobreactuar coraje que por pensar la pelea. Tal vez en el Mustang Ranch de Nevada haya cometido errores parecidos, en mayo de 1976.

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