Viernes, 8 de mayo de 2015 | Hoy
CINE › EL EXOTICO HOTEL MARIGOLD 2, DE JOHN MADDEN
Por Ezequiel Boetti
Las comedias geriátricas encuentran aquí y ahora su versión más inflada. Esto porque el “2” que lleva el título muestra que la moda de las secuelas alcanzó a un subgénero con parámetros de por sí comunes y estatificados. Pero también porque la música, los colores y la estilización visual y social de un país complejísimo como la India conforman la muestra más fiel del exotismo de postal turística tan habitual en este tipo de películas, porque el desarrollo narrativo tuerce su propio verosímil hasta lo inimaginable con fiestas y derroches que vaya uno a saber quién paga, porque los indios nunca fueron tan idiotas, porque el mensaje aleccionador sobre las bondades de vivir el presente es escupido con deliberación a través de una voz en off, cuestión de que incluso aquellos espectadores con un grado de desatención supina entiendan de qué va el asunto. Que algunos de los intérpretes conformen una auténtica selección inglesa de veteranos ameniza levemente la experiencia en la sala oscura.
Dirigido otra vez por John Madden, cuya lapidación pública está pendiente desde el díptico integrado por Shakespeare apasionado y La mandolina del capitán Corelli, el film reencuentra a los viejitos piolas ahora viviendo la experiencia del corporativismo geronte en el hotel del título. Por su parte, el regente (Dev Patel, de Slumdog Millionaire) está felizmente comprometido con una de las empleadas e intentando expandir un negocio que no se sabe muy bien cómo subsiste, pero que aparentemente es próspero. La rutina cambia cuando entre en escena un supuesto empleado de una potencial compañía inversora (Richard Gere: 90 por ciento facha y 10 por ciento expresividad), generando una serie de enredos menores entre algunos de ellos. El film toma la sabia decisión de dejar a alguno de ellos por fuera de este conflicto, desmarcándolos –no demasiado– del cliché para insuflarle algo de aire al asunto. Allí están Judy Dench, Maggie Smith y Bill Nighy moviéndose, yendo y viniendo, dudando, sintiendo que la vida se les escapa, aceptando la irreversibilidad de la finitud, obligándose a poner el cuerpo en movimiento. La creencia de ellos tres en la humanidad de los personajes que les tocaron en suerte es lo único que hace de este compendio de colorinches, música –India = Bollywood asegura un numerito de baile– y frases de autoayuda algo parecido a una película.
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