Martes, 9 de junio de 2015 | Hoy
CINE › MARIANO NANTE Y SU DOCUMENTAL LA CALLE DE LOS PIANISTAS, QUE SE ESTRENA ESTE JUEVES
Lo que comenzó como una investigación sobre una calle de Bruselas donde viven pianistas tan célebres como Martha Argerich mutó al retrato de una historia familiar en la que el piano es esencial, pero no lo único: el vínculo entre Karin Lechner y Natasha Binder.
Por Oscar Ranzani
En una callecita de Bruselas llamada Rue Bosquet están emplazados dos edificios que albergan a prestigiosos pianistas. Una de las figuras reconocidas a nivel mundial que vive en un departamento de la Rue Bosquet, en la capital de Bélgica, es la enorme Martha Argerich. Separado por una medianera está el hogar de sus vecinos: la familia de Natasha Binder, hija, nieta y bisnieta de importantes pianistas. Con tan sólo catorce años, Natasha ya acarició las teclas del piano en el Teatro Colón. Su madre, Karin Lechner, es quien le aconseja todo lo necesario para destacarse en el mundo de la música, así como también en el futuro que le espera. Y la abuela de Natasha, Lyl Tiempo, fue quien les enseñó a tocar el piano a Karin, Natasha y ahora a Mila, de tres años, otra de sus nietas. Cuando el cineasta Mariano Nante viajó a ese lugar tan particular se encontró con un universo familiar tan atractivo que viró el proyecto original de la guionista Sandra de la Fuente y ambos decidieron centrar el documental La calle de los pianistas en cómo es la rutina de Natasha. A Nante le impresionó tanto esta niña prodigio que el film la enfoca en toda su dimensión. Pero también termina siendo no sólo una exploración del mundo de estos pianistas, sino también una indagación sobre la relación entre una madre y una hija que atraviesa la faceta musical. La calle de los pianistas se estrena este jueves en salas comerciales porteñas y también se exhibirá los sábados de junio en el Malba.
“Cuando fuimos a Bruselas conocimos a todos los pianistas de la Rue Bosquet y, entre ellos, a Natasha”, cuenta Nante en diálogo con Página/12. El equipo realizó dos viajes a Bruselas y al final del primero, Nante entendió que lo que podía funcionar como una película era el abordaje de la vida de Natasha, pero totalmente alejado de lo que puede ser una biografía. A la familia de Natasha le interesó que Nante quisiera mostrar “lo que pasa detrás de los telones, los preparativos de los conciertos, el trabajo de las piezas”, según cuenta el director debutante. Pero en ese momento la idea no era reflejar la vida de Natasha. “Después empezamos a entablar una relación de amistad y, a medida que nos fuimos conociendo más, fui elaborando la idea de que la película iba por Karin y Natasha”, recuerda Nante.
–La calle de los pianistas no es un documental tradicional, ni tampoco informativo. ¿Buscó armar la estructura narrativa como si se tratara de una ficción?
–Sí, totalmente. También eso se fue dando. Yo no sabía qué tipo de documental podía hacer. Tenía algunas cosas pensadas en cuanto a la forma, pero otras las dejaba abiertas. Y cuando empecé a filmar para investigar me di cuenta de que la podía contar como una ficción y me interesó muchísimo más.
–¿Cómo pensó transmitir la idea del legado familiar que está tan presente en la vida de Natasha?
–Me interesaba mucho explorar la idea del legado porque sentía que era un conflicto central desde la perspectiva de Natasha. A su corta edad, ya se da cuenta de que tiene una carrera casi armada. Por supuesto que tiene que seguir trabajando para construir esa carrera. En general, a los dieciocho años uno elige o empieza a elegir una profesión y ella a los catorce ya tiene una carrera armadísima. Entonces, me interesaba explorar cómo llega a eso desde la herencia y ver de qué manera le pesaba o no en el momento de elegir su futuro como profesional o no. Y ver desde su perspectiva que todo el mundo que la rodea es pianista. Al mismo tiempo, eso podría ser visto como una imposición pero, por otro lado, puede ser visto como una cosa muy natural: todos en esa familia tienen un acercamiento natural al piano. Se ve en la chiquita Mila. Ella no se da cuenta de que si juega toca el piano. Tocar el piano es algo muy natural para ella. Para nosotros es extraordinario, pero en esa casa es natural. Entonces, me interesaba ver realmente cómo es el proceso por el que a los tres años ya estás tocando el piano. Y, de repente, a los diez te das cuenta de que tocás muy bien. Pero es un proceso del que no te das cuenta.
–El rol de Karin, la madre de Natasha, fue y sigue siendo fundamental en la adolescente. ¿Qué le impactó de ella?
–A nivel personal, me impactó de Karin su frescura y apertura para mi proyecto, ya que no me conocía. De entrada, me empezó a sugerir ideas de qué cosas podíamos filmar o no. Y tuvo una generosidad inmensa, por ejemplo, a la hora de entregarme sus diarios. Ella agarró un pilón de diarios y me dijo: “Acá hay un montón de cosas interesantes sobre el piano, ¿querés leerlas?”. Nadie entrega sus diarios personales a una persona que, en el fondo, no conoce. Yo la conocía como la gran artista que es, la admiré desde el lado de la persona que va a escuchar sus conciertos. Pero me impactó mucho su sencillez en el trato. No sólo tiene un talento enorme sino que demuestra cómo trabaja ese talento. No se llega automáticamente a tocar como toca. Y también me impactó mucho ver cómo es ese proceso de criar a una hija y, a la vez, enseñarle, ser la maestra. Es un balance muy complicado ser la mamá, la profesora, la mentora, la guía y el hecho de tener que negociar con su hija: “¿Salís hoy? ¿No salís? ¿A qué hora te acostás?”. Esa es una negociación que los padres siempre hacen con los hijos, pero en este caso es un balance muy complicado.
–Es que, de algún modo, su película es sobre la relación entre una madre y su hija más allá de lo musical...
–Sí, fue muy lindo descubrir eso. En un momento me di cuenta de que estaba filmando una historia bastante universal de una madre y una hija. Al principio parecía una película sobre música clásica y después apareció una película sobre una relación humana, donde la música clásica está entremezclada en esa relación. Ese fue un lindo descubrimiento de cómo se fueron dando las cosas.
–Natasha se pregunta qué es ser un pianista. ¿A qué conclusión llegó usted haciendo un documental sobre ella?
–Un pianista clásico tiene que reunir una serie muy larga de cualidades. Eso me interesaba antes de hacer la película. Y algo que vine a confirmar, después de la experiencia de convivir con ellos mucho tiempo, es que sólo con un enorme talento no se puede, pero un enorme talento es la base indispensable. Después, empezar a un tiempo temprano es indispensable para intentar insertarse en un mundo muy complicado, de mucha competencia, de concursos, de giras, de contratos. No se inserta cualquiera en el mundo del piano clásico. Después, hay que tener una constancia, una disciplina y una ética de trabajo que yo admiro muchísimo. Por ejemplo, Martha Argerich cumplió setenta y cuatro años y sigue estudiando como si fuera una principiante. Y eso es algo bellísimo. También hay que llegar a un estado mental de preparación necesaria para poder seguir ese ritmo de vida, estar viajando, estar con poco tiempo, preparar un nuevo repertorio, manejar los nervios en el escenario. Todo esto sin descontar el hecho de tener una personalidad artística que les imprima a las obras una mirada refrescante o nueva. O sea, es una serie enorme. Y algo que no se toca en la película es que también hay que tener una aptitud física para poder tocar cuatro u ocho horas por día, ir a hoteles, llegar, el jet lag... Ese es todo un tema. Hay que reunir muchas aptitudes en una persona para llegar a ser un pianista de ese nivel.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.