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Miércoles, 6 de septiembre de 2006

CINE › LUNA PAIVA Y EL FILM “JUDIOS EN EL ESPACIO”, QUE SE ESTRENA MAÑANA

“Es interesante que se vea hoy”

En realidad es fotógrafa, pero el director Gabriel Lichtman le vio condiciones para uno de los protagónicos de su film, “radiografía de una generación judía que ahora está muriendo”.

 Por Julián Gorodischer

Luna Paiva será desde mañana una judía en el espacio. No habrá que pensar al staff de Judíos en el espacio, de Gabriel Lichtman, como ejemplares de la primera ficción fantástica con judíos, sino como parte de un relato bastante clásico sobre el relevo de una generación a otra en la organización de las fiestas, y sobre las tensiones entre hermanas y cuñados que habitan en todo clan. Sin ser actriz ni particularmente histriónica, el origen de su protagónico (como Luciana, reencontrada con un primo y tomando la posta en la familia judaica) se remonta al primer destello de afinidad que sintió con Lichtman, director y ahora amigo personal, cuando se conocieron en el Festival de Berlín de 2004, reunidos por azar. “Me estaba quedando sola y le pregunté si era argentino, y si se quería quedar conmigo en la fiesta. Sin haberlo pactado, íbamos armando la historia de un director y su actriz ante cineastas taiwaneses y ante Stephen Soderbergh, entre otros. Hasta pensamos que nuestro futuro film se iba a llamar Yellow. Tejíamos nuestra amistad en un juego de rol.”

Hija de la legisladora del ARI Teresa Anchorena, Paiva es una fotógrafa que supo contar historias complejas en una sola toma (en su muestra 12 ficciones); pasó gran parte de su vida en París y recién se instaló en Buenos Aires hace dos años. Dice que cuando empezó a relacionarse con Lichtman no estaba en su “etapa vergonzosa”. Ahora el pudor está presente. Ella es parecida a la pose que asume en sus propias fotos Sueño Luján y Sobresalto, difuminada, pura silueta expuesta y sin rostro, envuelta en humos (que consigue usando máquinas de humo de boliche) que la asemejan a un duende o un fantasma. En cambio no se la podrá vincular tan fácilmente a esa Luciana hipernaturalista, de voz bajita y presencia austera en la intimidad de un clan judío lleno de reproches entre sus miembros, con un viejo patriarca que se quiere dejar morir y una nueva camada (ella misma y el actor Fernando Rubio, su primo) decidida a comenzar otra vez con energía renovada, pero no con cambios estructurales.

Dirá Luna Paiva que no se siente tan antitética en su doble rol. “En muchas de las fotos soy yo la que está posando, y son las que más me gustan. Como en la película, soy la que está actuando en esas fotos, componiendo un personaje.” En Sobresalto, del libro 12 ficciones editado por Asunto Impreso, se ve a un extraño ser escapando de un incendio: está relacionada con un momento de gran liberación en su vida personal. “Salí viva y bastante entera”, dice. En Sueño Luján, del mismo libro, todavía está corriendo. “También posar en fotos es jugar a hacer personajes. Pero en la película no me escapaba. Estaba adentro, asumiendo un gran compromiso, que tiene algo difícil y, si se cumple, muy satisfactorio.”

Como judía de ficción, retomó la tradición que le pasó su único antepasado polaco: la abuela Angela Schwartzman. ¿Qué cosas?, se le pregunta. Pero no es dada a detallar: prefiere aludir a generalidades o conceptos amplios, a proclamar un ecumenismo que le legaron abuelos escoceses, españoles, polacos y paraguayos. “Para la gente puede parecer descabellada mi presencia en Judíos..., por ser la hija de Teresa Anchorena...”, en referencia a su judía de ficción y consciente de su raigambre con un entorno de familias patricias locales. Esa, en cualquier caso, no será nunca su carta de presentación. No se fijó, en Judíos en el espacio, grandes pretensiones de interpretación, ni hiló fino sobre cuánto de nuevo aportan las camadas de veintipico al paisaje del idish, rituales y cenas. Su desafío era moderado, manejable para el debut. “Traté de que nada fuera exagerado. Ese fue mi mayor trabajo. Igualmente Luciana no se parece a mí. Pero estaba a la escucha de lo que me decían. Si me decían ‘hola’ era hola. Y con mucha modestia, porque tenía mucho para aprender. Preguntaba a las otras actrices: ¿te parece que está bien como te respondí?”

–¿Una camada joven aporta nuevos aires judaicos?

–Esta película estuvo hecha en otro contexto político. En su momento era una radiografía de esa generación que ahora se está muriendo. Estamos a dos generaciones de esa gente, de la cual quedan tan pocos. Es muy interesante que la película salga hoy, por lo que está pasando en Israel. Pero creo que es muy delicado hablar del tema a la ligera.

–¿Por qué es interesante que Judíos... se vea hoy?

–Yo creo que la comunidad judía es querible con o sin esta película. No es que una comedia sobre una familia judía vaya a lograr que los judíos resulten más simpáticos a los ojos de un antisemita. Un judío divino no va a conseguirlo.

–La película no está impregnada del fenómeno jewcy, esa refrescada de look y costumbres que habría puesto a lo judío de moda sobre todo en Nueva York...

–A mí no me importa si Madonna ahora se llama Esther, o si sigue la Cábala. Pero sí me interesa conocer todas las religiones e interesarme en distintos aspectos de todas las religiones. Leo sobre religión para entender el mundo de hoy: en nombre de la religión hoy se hacen demasiadas cosas.

Su discreción en la actuación cinematográfica, donde se pudo sentir intimidada por Verónica Llinás, Beatriz Spelzini o Sammy Lerner, se opone a la desbordante presencia de sus apariciones fotográficas, en las que colma la imagen de emocionalidad, singularidad e intriga. ¿Es una sombra chinesca, un ser intergaláctico o ella misma fuera de escala la que se ve en la foto Sobresalto? ¿Es un hada, un juego visual que produce la ola chocando contra la arena o una mujer a lo lejos lo que se identifica en la foto Ecume? “Puede ser una foto armada, o desarmada. Y lo desarmado se puede armar. O en una foto armada, justo alguien se durmió y ahí saqué la foto... En general son imágenes de personas a las que no se ve tan claramente. O gente escapando, corriendo. Lo raro es que todas parecen fuera de escala.” Como si se tratara de duendes o fantasmas... ¿Cómo se puede escindir al yo hasta el punto de imponerse a sí misma el hiperrealismo en cuanto a imagen en movimiento y una fantasía onírica para su intervención en imágenes fijas? Los términos opuestos podrían extenderse también a otras zonas: Luna Paiva deja saturar el plano de Judíos... de la fotogenia de su rostro anguloso y poco convencional, y desaparece en las fotos en las que posa, tomadas por sí misma. Cuando pudo elegir, se borró las facciones. “Las caras distraen y no me interesan; elijo las siluetas o la presencia. ¿Si las retoco? No, pero no me niego al photoshop. No creo que haya ningún código entre el fotógrafo y la realidad. Hay que sentirse libre de usar todos los instrumentos de expresión. El lápiz no sirve sólo para escribir. También puedo hacerme un rodete.”

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Como fotógrafa, Paiva editó el libro 12 ficciones.
 
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