CINE › ALEXANDER KATZOWICZ PRESENTA SU OPERA PRIMA, INTERNET JUNKIE
Con aportes de Angela Molina y del director mexicano Arturo Ripstein en el elenco, el primer largo de Katzowicz fue rodado en México, Israel y la Argentina y conecta una serie de historias vinculadas a la web. “La tecnología exacerba todo”, dice su autor.
› Por Oscar Ranzani
El cineasta Alexander Katzowicz tiene 34 años y es un incansable trotamundos: además de haber residido unos meses en Venezuela y Colombia, este joven argentino-israelí también vivió en Tel Aviv, Madrid, Barcelona, Londres, Río de Janeiro y México DF. Quizás por su estilo nómade, la percepción de Katzowicz se encuentra en permanente ebullición cuando sale a la calle. Y este realizador que ingresó en el mundo del cine trabajando en la posproducción de Nueve reinas, de Fabián Bielinsky, suele preguntarse de todo mientras viaja. Algunos de sus interrogantes tienen que ver con “por qué están todos con el smartphone en el subte, por qué todo el mundo tiene auriculares cuando viaja en colectivo”, según confiesa a Página/12. Y eso lo lleva inevitablemente a interrogarse “por qué la gente ya no se comunica”. Claro que no se lo plantea desde un punto de vista teórico sino que, entiende Katzowicz, todo eso que ve ante sus ojos “sucede y es palpable”. Y va aun más lejos: “Yo no tengo Facebook ni Twitter y estoy afuera, no uso WhatsApp porque tengo un teléfono que no es 3G y cuando lo saco adelante de personas jóvenes se ríen”, sostiene Katzowicz. Con su particular manera de entender los usos (o abusos) de la tecnología, no llama la atención que la ópera prima de Katzowicz, Internet Junkie –que se estrena mañana en Bama Cine Arte–, enfoque sobre la adicción a Internet y las redes sociales.
Internet Junkie (una deformación de “yonki”, en slang, el adicto a las drogas) fue rodada en México, Israel y la Argentina y conecta una serie de historias: un falso coronel con oscuro pasado (Antonio Birabent) se dedica a seducir mujeres que conoció a través de la web; una mujer oculta que tiene sida e infecta a sus ocasionales amantes; una joven se masturba por Internet para poder solventar el costo de sus estudios, un fanático de YouTube que sigue viviendo con su familia porque detesta el mundo en el que vive, y una familia que lo único que comparten sus integrantes es estar frente a la computadora el tiempo que podrían estar juntos haciendo otras cosas. Internet Junkie tiene también una historia en la que participan la gran actriz española Angela Molina y el prestigioso director mexicano Arturo Ripstein quienes encarnan a dos ancianos que están en un asilo sin acceso a Internet y que tienen una pelea por ver quién se queda con el control remoto.
–La película establece una crítica a las relaciones humanas mediadas por la web. ¿Es un problema de la tecnología o de las personas?
–De los dos. Es como decir: “¿De quién es la culpa de que la tele sea mala, de la tele o de la gente?”. De las dos. Se compaginan, se confabulan, se convierte todo en una simbiosis. De pronto, a la gente le dan un telefonito que es una computadora, una calculadora, una alarma, una cámara, una radio, una grabadora de video. Todas estas cosas que antes eran cien productos, ahora es uno solo. Y lo podés conseguir de lujo por 500 dólares como un iPhone o muy barato a 99 dólares usado.
–¿El problema que usted ve en Internet es que no promueve el contacto físico, como que el chat es más importante que el abrazo?
–Sí, que lo virtual reemplaza a lo real. Empieza a haber una cuestión por la cual es más fácil decir: “Te amo” por Internet a enfrentarte a darle u beso a alguien que recién conocés y que no sabés cómo hacerlo o tenés timidez.
–¿No cree que las relaciones que se establecen a través de las redes sociales son también reales? Porque algunas personas se angustian cuando alguien les escribe algo que no les gusta o cuando no les responden un mensaje. Es decir: las emociones son reales.
–Lógico, pero son emociones reales negativas. Hay gente que se ha suicidado. Una modelo argentina se suicidó porque todo el mundo empezó a comentar que tal foto era de una puta. Y la mina se mató. Y hay gente que ha matado a través de Facebook. Un tipo que no tenía nada de fama y que era un guardia en Miami mató a su mujer y lo posteó en el Facebook.
–¿No cree que esas cosas existirían independientemente de la tecnología?
–No, la tecnología exacerba todo: desde la manera en que manejamos el dinero porque ahora un tipo puede estar en Bangkok controlando cuánta plata les entra a setenta supermercados que están acá. El tipo tiene un software inteligente que le lee todo. Entonces, la tecnología exacerba. Son como tentáculos que salen por todas partes.
–Lo que usted dice remite a Orwell y al Panóptico de Foucault...
–Totalmente.
–Y sus dos visiones teóricas existieron antes que Internet y las redes sociales.
–Pero de una manera diferente porque ahora estamos viviendo en el futuro. Antes no. A finales de los 90, cuando yo era un adolescente, cada uno sabía su celular, el de su abuela, el de su tío. Tenía una memoria mínima. Y hoy en día hay que dar gracias si alguien sabe el número de su propio teléfono porque la memoria pasó a estar externa. La gente no desarrolla la memoria. Al no desarrollar la memoria uno es vacuo, un ente que recibe, consume y quiere más. La gente consume más y no tiene memoria. No registra. Uno le empieza a decir esto a la gente y le cita autores y puede pasar que le digan dos cosas: “No entendí nada” o “Qué pedante”.
–Pero es ilógico echarle la culpa a la tecnología porque no tiene conciencia ni moral...
–La tecnología tiene conciencia y moral desde la gente que la produce, desde los ingenieros que la producen.
–Pero son personas, no son máquinas.
–Pero la tecnología se convierte en algo que está por encima de las personas. Es como el dinero.
–¿Por quién fue creada?
–Por el hombre.
–¿Y entonces?
–Pero llegó un momento en que está superando al hombre. La tecnología empezó a convertirse en un ente. Tiene diferentes caras: Apple, Google, Facebook, Amazon son los grandes titanes que manejan todo. Y estos titanes empiezan a manejar a las subcorporaciones como Disney, Warner, Fox, que igual son gigantes. Entonces, llega a haber un poder total en la tecnología.
–Así como habla de adicción, ¿no cree que Internet es un poderoso antídoto contra la soledad?
–No, pienso que Internet puede hacer que conozcas mucha gente pero es un arma de doble filo. Yo no soy un predicador que diga: “Internet es un demonio”. No, pero Internet es como una súper droga: te da todo. ¿Qué querés? ¿Minas en pelotas? ¿Homosexualidad? ¿Amigos? ¿Jugar al ajedrez? ¿Jugar al Pacman? ¿Estar solo mirando fotos? ¿Ver videos? ¿Ver videos viejos? ¿Escuchar canciones? Te da todo. Entonces, tu vida pasa a estar ahí. Y en el momento en que todos están ahí y vos estás afuera, de pronto decís: “Che, me tendría que poner un Facebook, todos en el laburo lo tienen”. Entonces, te va sobrellevando. Es una ola que viene encima. Y la única manera de estar ahí y sobrevivir es con snorkel y bucear mucho.
–Por lo que dice, ¿para usted Internet promueve relaciones efímeras antes que perdurables?
–Esa es una pregunta que me parece capciosa. Quiero contestarla completamente: Internet puede generar todo, pero la tendencia estadística es lo efímero. Así como alguien llega al toque, se va al toque. Es una cuestión de acción y reacción. Si hace cinco minutos uno conoció a alguien y le dice una frase que a la otra persona no le copó, enseguida uno queda bloqueado/eliminado. Así de fácil. En la vida real no es así: uno puede discutir con alguien que, de pronto, le cayó como el orto y puede decir: “Qué pedante, qué asqueroso, cómo grita”. Y después de media hora de charlar, puede llegar a decir: “Algo coincido con vos”. En cambio, en una conversación en la que uno está tipiando y le están hablando cuatro personas a la vez, uno pone caritas. Mientras está leyendo en entrelíneas se pierden los ojos, se pierde el tono de voz. Entonces, todo pasa a ser a través de las máquinas y todo eso se pierde. ¿Cómo no va a ser efímero?
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