CINE › EL CINE ARGENTINO TERMINO LLEVANDOSE EL PROTAGONISMO
La larga noche de Francisco Sanctis, de los debutantes Andrea Testa y Francisco Márquez, se llevó el premio mayor en la Competencia Internacional; en el apartado local ganó Primero enero, de Darío Mascambroni. Hubo un par de presencias que agitaron el panorama.
› Por Diego Brodersen y
Horacio Bernades
Y el Bafici cumplió la mayoría de edad. En su edición número 18 el festival de cine porteño estrenó director nuevo, el crítico Javier Porta Fouz, y presentó dos competencias que se agregaron a las cuatro ya tradicionales, sumando premios para una selección de films latinoamericanos y aislando en un programa especial las películas con temáticas de derechos humanos. Fue una edición movida que contó con un par de esas presencias que se venían extrañando en las últimas entregas: el cineasta Peter Bogdanovich y el músico Michel Legrand acapararon la atención de los medios y los habitués del festival, pero también de los curiosos de ocasión. El caso de Bogdanovich es paradigmático: cada una de las presentaciones de sus películas fue a sala llena y las dos charlas que brindó al público dejaron, literalmente, a gente afuera del salón El Aleph del Centro Cultural Recoleta. El chino Yue Song, cuya película de artes marciales The Bodyguard tuvo su premier mundial en el Bafici, disfrutó de una súbita fama de este otro lado del mundo, y las remeras extraoficiales con su caricatura se transformaron en un objeto de colección instantáneo.
Además de los programas competitivos, que suelen ser las vidrieras con las cuales los festivales de cine se ofrecen al público, el 18 Bafici tuvo, como siempre, una ingente cantidad de largos, medios y cortometrajes en diversas secciones, ofreciendo algunos de los títulos más esperados por los cinéfilos, como así también un puñado de clásicos restaurados, focos y retrospectivas. A pesar de la incansable lluvia que no dejó de mojar a los espectadores durante los primeros días del festival (o precisamente por eso), las autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires afirman que el número de asistentes al evento sigue creciendo, como todos los años.
Por primera vez en toda la historia del Bafici, los principales premios de la Competencia Oficial Internacional fueron para el cine argentino, hecho aún más curioso si se tiene en cuenta que la selección de dieciocho largometrajes tuvo un nivel de calidad muy parejo. El premio a la Mejor Película, entregado por un jurado encabezado por Graciela Borges, recayó en La larga noche de Francisco Sanctis, basada en la novela de Humberto Costantini y dirigida por los debutantes Andrea Testa y Francisco Márquez. Su protagonista, Diego Velázquez, se llevó también el premio a Mejor Actor. El jurado decidió entregar además un Premio Especial del jurado a otra ópera prima, La noche, de Edgardo Castro, luego de lo que puede imaginarse una intensa discusión entre sus cinco miembros: se trata de dos films muy opuestos en forma y fondo y esos dos galardones parecen ser el resultado de una decisión salomónica. El Premio a Mejor Director le correspondió al egipcio Tamer El Said, por su ambiciosa In the Last Days of the City, y se llevaron sendas menciones la portuguesa John From y la peruana Rosa Chumbe.
Por el lado de la Competencia Oficial Argentina, el jurado integrado entre otros por la escritora argentina Pola Oloixarac y el realizador indie Ross Lipman consagró como Mejor Película a la cordobesa Primero enero, ópera prima de Darío Mascambroni, distinguiendo como Mejor Directora a la también debutante Melisa Liebenthal, realizadora de Las lindas, y otorgándole una Mención Especial al documental Raídos, de otro operaprimista, Diego Marcone. Se trata de tres films bien distintos, tanto como lo fueron entre sí todas las películas presentadas en esa competencia. Primero enero es un film mínimo, en el que el fuera de campo (la ausencia/presencia de la madre) pesa tanto o más que lo que el cuadro muestra: unos días de vacaciones de un padre y su hijo, luego de la separación familiar. Las lindas es un film mutante que empieza como selfie de un grupo de amigas frivolonas, sigue como autorretrato de la realizadora y evoluciona a reflexión sobre la imagen, los mitos sobre la belleza, la identidad femenina y el género. Raídos rasga las vestiduras del documental social –ése en el que los protagonistas funcionan como “pruebas” de una determinada realidad macro– para constituirse en crónica de la vida de los jóvenes tareferos, cosechadores misioneros de la yerba mate.
Con el mismo derecho podrían haber figurado en la premiación Crimen de las Salinas, que en un caso criminal halla la cifra de la derruida vida de un pequeño pueblo muerto; Crespo (La continuidad de la memoria), inesperado réquiem donde debió haber habido un documental sobre el reencuentro entre padre e hijo; Taekwondo, envolvente coreografía de cuerpos de treintañeros musculosos pasando unos días en una casa-spa de las afueras (aunque, es verdad, le sobren demasiados minutos), o Solar, incómodo film-ensayo sobre la posesión del propio film, disputado entre el realizador y el protagonista. Como puede sonsacarse de la mera enunciación y si se le suman los films que integraron la Competencia Internacional, el registro fílmico presentado por el cine argentino en competencia en el Bafici 2016 fue de lo más variado. Si se tiene en cuenta que además de las enumeradas la Competencia Argentina ofreció entre otros un film experimental sobre las relaciones entre cine y pintura (Hierba, de Raúl Perrone), una dramedia romántica más o menos clásica (Finding Sofía, de Nico Casavecchia) y una comedia bochinchera (Primavera, Santiago Giralt), esa idea se ve refrendada.
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