CINE › EL CINEASTA DARíO DORIA HABLA DE SU PELíCULA SALUD RURAL
El director acompañó el trabajo cotidiano del doctor Arturo Serrano, un médico rural que se desempeña desde hace treinta años en el hospital de Santo Domingo, un pequeño pueblo santafesino. “Su vida es atender al otro, ayudarlo a que esté un poco mejor”, señala.
› Por Oscar Ranzani
El cineasta Darío Doria conoció en 2002 al doctor Perea, un médico rural que trabajaba en Río Mayo, un pequeño pueblo ubicado en la estepa patagónica. A Doria le impresionó su vida y las de las personas que atendía. “Me pareció que había una buena historia”, cuenta el realizador en la entrevista con Página/12. Pero cuando Perea se jubiló, no se pudo concretar el documental que Doria había pensado. “Años después, buscando ideas retomé esa y la cuestión era cómo encontrar a un médico rural en la Argentina, que sirviera como personaje de una película”, recuerda el director de Salud Rural, el documental que sigue la vida del doctor Arturo Serrano, que se estrena el jueves en el Espacio Incaa Gaumont. Caracterizado por su sentido de abnegación, un sentimiento solidario inhabitual para los tiempos que corren y el trato humano a sus pacientes, difícil de encontrar en la medicina moderna, el doctor Arturo trabaja desde hace treinta años en el hospital rural de Santo Domingo, un pequeño pueblo del interior de Santa Fe. Lo que distingue su manera de trabajar es que no sólo se dedica a curar enfermedades físicas sino que escucha con una serenidad infinita a quienes se acercan aquejados por alguna dolencia. Y el doctor Arturo trabaja sobre el cuerpo pero también interviene en lo anímico ya que conoce los padecimientos que implica estar enfermo. Incluso, en algunos casos va a la casa de sus pacientes cuando a ellos se les hace cuesta arriba trasladarse al hospital.
–¿La gran marca del trabajo de este médico es que cura enfermedades pero también le da una importancia significativa al trato humano a sus pacientes?
–Sí, el tema de Arturo es ése. Es entender que no tiene enfrente a un órgano enfermo sino a una persona con toda la complejidad, porque cuando uno enferma no es solamente que le duele algo: le pasan un montón de cosas. Si esa enfermedad es grave afecta también a toda la familia. Lo que hace Arturo es entender como personas a quienes se van a atender y no como el paciente de tal habitación o de determinada cama. El tipo sabe quién es cada uno y se preocupa por ellos.
–¿El doctor Serrano es una excepción en un mundo donde la medicina se aleja cada vez más de lo humano por la complejidad tecnológica que trae aparejado su desarrollo?
–Sí, el tema de la medicina va hacia todo lo tecnológico y deja un poco de lado a la persona. Incluso, los médicos rurales cada vez son menos. Es muy difícil encontrar médicos como Arturo. No sólo en la Argentina: también en el mundo. Hace poco salió una nota que contaba que en Nueva Zelanda un doctor ofrecía 300 mil dólares al año para un puesto de medicina rural y no conseguía candidatos.
–¿Este tipo de médico solamente es posible en un medio rural?
–No, en la ciudad debería haber este tipo de médicos. No quiero ser sesgado: están los equipos de medicina paliativa (conozco algunos) y ahí sí se brinda una medicina más humana en el trato, pero sería bueno que esa forma de medicina y esa manera de entender al otro como persona estuviera en todas las especialidades médicas y no solamente en los cuidados paliativos o en el mundo rural.
–¿Para el doctor Serrano ser médico es una forma de vida antes que una profesión?
–Sí. Para Arturo es su forma de vida. No sé si él podría hacer otra cosa. Y ante todo es médico. Es su vida. Su vida es atender a su gente, a sus pacientes, entender lo que les pasa a los habitantes de su pueblo. El también da clases y viaja. Más que la medicina, su vida es atender al otro, ayudarlo a que esté un poco mejor.
–¿La decisión de filmar el documental en blanco y negro fue sólo por una cuestión estética?
–En principio, sí y después me di cuenta de que no. Está el libro de John Berger, Un hombre afortunado, que es sobre un médico rural, y tiene fotos en blanco y negro. Me basé un poco en esas imágenes para hacer la película con esa tonalidad. Pero después, en el documental hay escenas donde Arturo está interviniendo sobre heridas y se ve sangre. Me di cuenta de que si lo ponía en color la gente lo iba a rechazar mucho más, mientras que en blanco y negro lo toleraría mejor. Así que si bien la base de la elección fue estética, también después vi una utilidad práctica.
–¿Cómo fue el trabajo con el médico para poder filmar los momentos en que atendía a los pacientes?
–En el pueblo confían infinitamente en él. Entonces, hubo una transferencia de confianza. Arturo me facilitó todo. Se le preguntaba a la gente, se le hizo firmar a cada uno los consentimientos y se les explicó todo.
–¿Cuál es el límite entre mostrar algo tan infrecuente como necesario y el resguardo de la intimidad de los enfermos? ¿Cómo se lo planteó?
–A veces es difícil porque uno no sabe cómo lo van a tomar, pero uno encuentra el límite cuando le muestra el trabajo a la persona que filmó y comparte esa decisión con ella. En el montaje tomé decisiones y se lo mostré a las personas que aparecen en la película. Y si ellos lo aceptaban, implicaba que ese límite estaba bien. Si ellos me decían que no, yo estaba equivocado.
–La película parece estar en sintonía con la sensibilidad de este profesional. ¿Qué le pasó a usted en lo personal filmando esta historia?
–Lo que se ve es así: el pueblo y Arturo, pero también está en sintonía con lo que yo veo. No sé si cualquiera que va ahí lo va a ver así, pero yo sí. En un momento dije que era una película honesta porque creo que Arturo es así. Y su gente es así.
–¿A qué se refiere con que es una película honesta?
–Que no está nada manipulado, no estuve metiendo mano. Sí en lo cinematográfico y en la elección del montaje y de los personajes, pero no hay absolutamente nada que no haya sido real, ni que yo haya producido o gestionado. Las cosas pasaban y yo estaba ahí. Obviamente está mi mirada, el elegir o no determinado personaje, pero es honesta porque no mentí: Arturo es así.
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