Miércoles, 1 de junio de 2016 | Hoy
CINE › EL CINEASTA ITALIANO ALESSIO RIGO DE RIGHI Y SU FILM IL SOLENGO
El documental del director, que tendrá su estreno comercial mañana, además de formar parte de la programación de la 3a Semana de Cine Italiano, da cuenta de las leyendas surgidas alrededor de un personaje ermitaño de un pueblito italiano.
Alessio Rigo de Righi nació en los Estados Unidos de casualidad, cuando sus padres se encontraban allí por trabajo. De regreso a su país de origen, pasó toda su infancia y adolescencia en Roma, hasta que su interés por el cine lo llevó de nuevo a los EE.UU., a Nueva York. Fue en esa ciudad, como estudiante de la carrera cinematográfica, donde conoció a quien se transformaría en su actual mujer, Agustina Costa Varsi, a su vez coproductora de Il solengo (y de algunos films de los argentinos Santiago Palavecino y Matías Piñeiro, colegas y amigos a quienes el realizador agradece en los títulos de cierre). Viviendo actualmente entre Roma y Buenos Aires, aunque con planes de mudarse definitivamente a estos pagos, Rigo de Righi conversa con Página/12 acerca de su última película, codirigida –como su anterior esfuerzo, el mediometraje Belva Nera– junto a su socio en la aventura Matteo Zoppis. Luego de su paso por una buena cantidad de festivales internacionales, incluido el reciente Bafici, Il solengo tendrá su estreno comercial mañana, además de formar parte de la programación de la 3° Semana de cine italiano (ver nota).
A grandes rasgos, Il solengo podría describirse como un documental que da cuenta de las leyendas surgidas alrededor de un tal Mario de Marcella (es decir, Mario, el hijo de Marcella), habitante de Vejano, un pequeño pueblo de 2000 habitantes a unos 60 kilómetros de Roma, donde el film fue rodado casi en su totalidad. Aunque, en realidad, lo de “habitante” no es del todo preciso: se dice que Mario optó por una vida de aislamiento y reclusión en las afueras de la villa, viviendo en grutas y chozas, como consecuencia de un hecho del pasado, pero lo cierto es que nadie en el film parece ponerse de acuerdo en las razones exactas. Como si fuera una versión agreste y ermitaña del “loco del pueblo”, Mario comenzó a ser conocido como il solengo, apodo que por esas regiones les suelen dar a los cerdos salvajes que son expulsados de la manada y deben vagar solitariamente en los bosques.
El film fue realizado con un sistema de autoproducción que incluyó el uso de micro mecenazgo (más conocido por el término inglés crowdfunding) en las redes sociales y, según afirma el realizador “es la clase de proyecto independiente que no hubiera sido posible sin la colaboración y el aporte de gente como el director de fotografía, Simone D’Arcangelo, el músico, Vittorio Giampietro, o el montajista Andrés Pepe Estrada, por poner sólo tres ejemplos de personas indispensables para la realización”. La idea central de Il solengo surgió durante la producción de Belva nera, que fue filmada en la misma región. “La gente del lugar comenzó a hablarnos de Mario y su particular historia”, aclara Rigo de Righi en un porteño casi perfecto, “y nos pareció que era una buena oportunidad para profundizar en nuestra investigación acerca de la creación de los mitos populares. Y también era ideal para meternos un poco más en ese mundo. Comenzamos a preguntar y a escribir un boceto de guión antes de comenzar el rodaje”.
–¿Cómo fue el trabajo con esos cazadores ancianos, narradores de las múltiples versiones de la historia de Mario?
–Tuvimos la suerte de haber entablado una muy buena relación en la película previa, por lo que ya teníamos un nivel de confianza profundo. Y ellos entendían perfectamente lo que queríamos hacer. La idea era captar esa espontaneidad que este grupo de hombres posee de manera innata. Pero, a la vez, la idea era jugar un poco con los personajes que ellos creaban alrededor suyo; salirse de una cosa realista, que jugaran con la idea de interpretar papeles, como una suerte de actuación. Algunos eran más espontáneos que otros, pero nuestra intención era lograr que surgieran personajes que contaran la historia desde ellos mismos.
–Hay una gran cantidad de contradicciones en aspectos centrales y en ciertos detalles de la historia de Mario, dependiendo de quién sea el narrador.
–Eso lo comenzamos a notar desde un principio y lo desarrollamos en las entrevistas. Luego fue el turno de un largo trabajo de edición, de intentar construir casi milimétricamente ese discurso a partir del orden de las entrevistas, de ordenar ese relato que va hacia un lado y de pronto hacia otro. En el fondo, la historia de Mario es una excusa para poder describir ese mundo. Fue un proceso genuino, donde preguntamos y escuchamos mucho. Y en algún momento nos dimos cuenta de que la verdad sobre Mario era inalcanzable y lo que realmente importaba eran ellos, los habitantes del lugar, la manera en la que cuentan el mito. Hay una frase que dice Edgardo Cozarinsky en la última película de Sergio Wolf, Viviré con tu recuerdo, donde habla acerca de la imposibilidad de encontrar la verdad acerca de un hombre, de una persona. Eso es un buen resumen de nuestras intenciones a la hora de hacer la película.
–Una película donde no aparecen las mujeres. ¿Se trata de un mundo totalmente masculino?
–Esa es una pregunta que nos suelen hacer muy seguido. Fue una decisión muy consciente de nuestra parte, por un lado, porque no necesariamente todo lo que existe en una película tiene que aparecer en cuadro. Por otro lado, las mujeres están muy presentes en la película, aunque no se las vea: hay mujeres fundamentales que forman parte de la historia que se cuenta, comenzando por la madre de Mario. Nos parecía que si incluíamos testimonios de mujeres caíamos en una especie de “representación. También vale la pena aclarar que si bien ese ámbito puede parecer muy machista -esos hombres encerrados tomando alcohol, con fusiles en la mano- en realidad es una sociedad muy matriarcal, donde la mujer (La Madre) tiene un rol fundamental. Las mujeres fueron nuestras guías a nivel realización y hay algo más: el relato que se va construyendo en la película está íntimamente relacionado con la manera de narrar las historias que tienen esos hombres. Las mujeres solían ser mucho más específicas, contundentes y afirmativas. Y más cuidadosas, con una empatía mayor hacia el personaje.
–Sobre el final hay una suerte de “sorpresa”, que no conviene revelar para no ofender a los espectadores que odian que les cuenten demasiados detalles.
–Eso llegó muy cerca del final del rodaje, no fue algo que teníamos pensado incluir en la película desde un primer momento. De alguna manera, eso demuestra que no es tan importante: puede ser absolutamente real, puede ser una ficción más. Creo que esa duda es más relevante que la verdad, porque el film intenta construir algo que no necesariamente pertenece a la realidad. Al fin y al cabo, es una película sobre los mitos.
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