Lunes, 27 de junio de 2016 | Hoy
CINE › CIERRE DEL FESTIVAL FLORIANóPOLIS AUDIOVISUAL MERCOSUR
Los carteles y el grito de “¡Fora Temer!”, por parte del público y artistas, atravesaron la muestra de la ciudad brasileña, que funciona como un espacio de expresión comunitaria. La programación mostró parte del cine que no tiene lugar en otra parte.
Por Juan Pablo Cinelli
Página/12 En Brasil
Desde Florianópolis
Si algo puede decirse del Festival Florianópolis Audiovisual Mercosur (FAM), es que su alcance excede la experiencia estética de compartir ese cine que no tiene lugar en otra parte. El FAM, que va por su vigésima edición y desde hace algunos años cuenta con el apoyo del Consulado Argentino en Florianópolis, es sobre todo un espacio de expresión comunitaria, en la que una buena parte de los vecinos de esta ciudad (que también es una isla) se sienten libres de manifestarse abiertamente. Una oportunidad pertinente, merced al oscuro momento político que atraviesa nuestro buen amigo gigante, título del nuevo trabajo de Steven Spielberg –todavía no estrenado aquí–, que también sirve para describir a Brasil y su rol dentro de la región.
Eso hicieron durante la gala inaugural del FAM las mil personas que colmaron el auditorio de la Universidad de Santa Catarina, la UFSC (léase Ufsqui, atendiendo a esa juguetona sonoridad del portugués, inesperada para el castellano), interrumpiendo la ceremonia al grito de “¡Fora Temer!, alzando carteles y pancartas que pedían la renuncia inmediata de quien hoy ocupa el lugar que la presidente Dilma Rousseff ganó hace dos años en las urnas. Esa frase, “¡Fora Temer!”, se convirtió en una diatriba que casi todos los artistas invitados repitieron en sus alocuciones y que los espectadores volvieron a hacer suya durante la proyección de los cortos institucionales que antecedían a cada película. Y hasta la propia ciudad pareció tomar esa consigna que es al mismo tiempo una exigencia, haciendo que el mensaje se volviera omnipresente. Son las paredes, sin distinción de barrios, las que gritan “¡Fora temer!”, y las cabinas de los teléfonos públicos y las paradas de los colectivos, e incluso las piedras lisas de las laderas de algunos morros se suman al pedido, en una suerte de eco visual de aquel grito colectivo con que los primeros mil espectadores decidieron enriquecer la apertura de este 20° FAM. Sus autoridades, lejos de pensar al festival como un espacio aséptico de tregua política, admitieron ese acto que, como todos los de su tipo, no tuvo nada de espontáneo ni puede ser considerado un exabrupto, sino una expresión legítima realizada en el ámbito adecuado. Por algo el festival se define a sí mismo como “FAM de todos”.
En coincidencia con ese carácter activo de sus espectadores, la programación del FAM posee la marcada intención de escoger películas que los interpele no sólo desde lo cinematográfico, sino que apuesten a generar discusiones que se extiendan hacia lo político de forma deliberada, abarcando algunos de los temas que forman parte de la agenda social más urgente de la sociedad brasilera. No sorprende que muchos de ellos, como los derechos de la mujer, la violencia de género, la necesidad de mantener viva la memoria histórica, la inclusión social, la búsqueda de una identidad cultural más amplia, coincidan con los intereses y las preocupaciones que también están vigentes acá, en la Argentina. Como punto débil quizá pueda decirse que la mayoría de esas películas, sobre todo las que formaron parte de la muestra documental DocFAM, la sección competitiva más importante del festival, resultan mucho más potentes por su contenido y por su búsqueda que por su forma cinematográfica. De manera previsible, la única de las seis películas en competencia que consiguió articular su búsqueda sin descuidar lo estético y aprovechando de manera amplia las posibilidades del lenguaje cinematográfico, resultó finalmente la ganadora.
Documental colectivo de observación y registro, 5 Vezes Chico - O Velho e sua Gente, de los directores Gustavo Spolidoro, Ana Rieper, Camilo Cavalcante, Eduardo Goldenstein y Eduardo Nunes, comienza con unas escenas subacuáticas en el nacimiento del río Sao Francisco, curso de agua que atraviesa Brasil para desembocar en el Atlántico en la región nordeste, que de algún modo recuerdan a aquellas que Werner Herzog incluyó en Encuentros en el fin del mundo, documental que registra su paso por la Antártida. 5 Vezes Chico está compuesta por las historias que se amontonan sobre las riveras del río y la narración fluye de una a otra como empujada por ese torrente de aguas tranquilas. La deriva de imágenes es el caudal elegido para conectar entre sí a los personajes que los directores encuentran al remontar el río y acaba siendo un viaje cinematográfico mítico y místico que va recogiendo las costumbres y mitos que se originaron en torno de la vida fluvial, aunque en su mayoría se trate de historias narradas en un presente estricto. No deja de sorprender la homogeneidad narrativa, visual y hasta sonora que funde en un mismo relato la identidad de los directores, como si el propio río se hubiera encargado de limar las diferencias que pudiera haber habido entre esas cinco miradas que buscan revelar un Brasil oculto, pero no por eso menos auténtico. Sobre el final, uno de los pescadores que vive en uno de los pueblos ubicados en la región donde el río se reúne con el mar, afirma que el Sao Francisco es un tercer padre, después de los padres del cielo y de la tierra. La imagen de un faro semisumergido que se yergue freudianamente frente a la desembocadura del río, parece confirmar de manera poética esa afirmación y pone fin a un viaje alucinado por el corazón de un país que parece inabarcable.
A Noite Escura da Alma, del bahiano Henrique Dantas, propone una mirada de su país a partir de una pequeña pero determinante modificación de ese lugar común que define a Brasil como un espacio de gente que disfruta de una felicidad eterna, para ver en cambio una tierra arrasada por la felicidad. Desde lo tópico, el film aborda el delicado tema de la represión y la tortura en la ciudad de Bahía por parte del estado durante la última y extensa dictadura militar en este país, en un momento sensible de la historia política brasilera. Dantas consigue generar y sostener un clima agobiante y opresivo a partir de un prolijo trabajo visual y sonoro. Sin embargo acaba excediéndose, en tanto las alegorías utilizadas para retratar de manera oblicua los horrores a los que muchos ciudadanos fueron sometidos, muchas veces terminan resultando más explícitas que una representación realista, restando potencia a las historias y testimonios que integran el relato.
En A Noite Escura… alguien afirma que “no se entiende a una dictadura por el número de muertes que causó, sino por la forma en que contamina el futuro” y que “La dictadura terminó, pero la tortura ha regresado a los cuarteles policiales, donde todavía se tortura a los más vulnerables.” El documental Central, de Tatiana Sager, parece confirmar esas tesis. “Las cárceles no son para hacer justicia sino que tiene una función punitiva que legitima la venganza”; “El sistema carcelario así como está es barato para el gobierno, pero muy caro para la sociedad”, son algunas de las ideas que surgen de este retrato del presidio de Porto Alegre, considerado el peor de Brasil. Sin caer en efectismos y golpes bajos, Sager da cuenta de la realidad que viven los presos incluyendo escenas grabadas por ellos mismos, pero resulta convencional en sus formas y lenguajes. Aún así es eficaz para exponer el tema y plantear una discusión en torno a él.
La única película argentina en competencia fue Zebras, de Javier Ceballos, que registra la experiencia de un grupo de chicos de un hogar infantil, que en 2014 viajaron a Río de Janeiro para representar a la Argentina en el Mundial de fútbol para chicos de la calle. Ceballos logra captar el espíritu adolescente del grupo y retrata el camino de aprendizaje que sus integrantes realizan partiendo de una injustificada autoconfianza muy cercana a la soberbia, para terminar aceptando cuál es su inesperada realidad. Zebras es efectiva para utilizar al fútbol como metáfora y trazar a partir de él un paralelo con la vida de estos chicos, aunque también es posible que el exceso del registro meramente futbolístico desequilibre por momentos un relato que, sin embargo, resulta grato de compartir.
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