Viernes, 19 de enero de 2007 | Hoy
CINE › “UNA NOCHE EN EL MUSEO”, DIRIGIDA POR SHAWN LEVY
Los objetos cobran vida en este film, destinado al público infantil, que tiene para ofrecer ingenio, energía y nobleza. Ben Stiller se luce especialmente.
Por Diego Brodersen
Dentro del enorme caudal de films que el departamento de animación de la Warner Bros. produjo durante los dorados años ’30 y ’40, se encuentran diseminados una cantidad de cortos que conforman algo así como un género en sí mismo. Se trata de una serie de historias donde sin previo aviso, a la hora en que los humanos se dedican a dormir, un grupo de seres inanimados cobra súbita vida, dando inicio a una orgía de color, canciones y movimiento oculta a la mirada del mundo, excepción hecha, por supuesto, de los ojos de los espectadores. Muñecos, juguetes y, particularmente, libros –desde grandes obras de la literatura universal hasta el último best-seller– se entregaban así durante siete minutos a la repetición sistemática de algún motivo característico, pautado en gran medida por el título impreso en su lomo o portada. Como ocurriera con la saga de Toy Story, Una noche en el museo –film también destinado al público infantil pero esta vez con actores de carne y hueso– retoma esa vieja idea para su reutilización en la era de las imágenes generadas por computadora y le agrega un detalle de interés: aquí el espectador no está completamente solo en la visión del prodigio.
Larry es un tipo en las malas recientemente separado de su mujer. La relación con su pequeño hijo no está atravesando por su mejor momento, y el hecho de que ningún empleo le dure más de un par de semanas no parece encarnar el mejor ejemplo de responsabilidad paterna. Desesperado por dar a su descendencia una imagen de estabilidad laboral, Larry se emplea como cuidador nocturno de un importante museo, ignorante de que a partir del crepúsculo todos y cada uno de los objetos en exhibición (desde una momia egipcia hasta el esqueleto de un dinosaurio, pasando por un ejército de romanos en miniatura y una estatua de Atila) comienzan a hacer de las suyas dentro del predio, toda la noche hasta que salga el sol. Lo cual corría el riesgo de transformarse en una película de un solo chiste, de esos que se agotan rápidamente luego de un par de vueltas de tuerca. Sin embargo, una buena tutela de los tempos cómicos, la correcta dosificación de los gags, un reparto de buenos comediantes y una mano firme dispuesta a poner freno a las lecciones de vida ayudan a que Una noche en el museo se imponga como un entretenimiento nada despreciable.
Si esto es mérito exclusivo de los guionistas y del encargado del montaje o si el realizador Shawn Levy –director de unos cuantos adefesios fílmicos, incluida la indefendible remake de La Pantera Rosa (2006)– aportó lo suyo en la puesta en escena no es algo que valga la pena discutir aquí. En última instancia, Una noche en el museo es un ejemplo clásico de film algo impersonal, poco propenso a cualquier tipo de riesgo narrativo, pero que sin embargo posee la suficiente dosis de ingenio, energía y nobleza, que nunca están de más y siempre dignifica. Una película que además es lo suficientemente inteligente como para hacer un uso justificado de los efectos especiales, que jamás se convierten en el centro de atracción en detrimento de los personajes y sus dilemas. Sin olvidar el placer por el juego, que termina transformándose en uno de los leitmotiv del relato una vez que todos los motores se ponen en funcionamiento (en ese sentido, y a contramano de las generales de la ley, la segunda parte del film resulta mucho más atractiva y rica en detalles que el primer tramo). Ayuda en gran medida la simpatía de cada uno de los habitantes nocturnos del museo, incluido un Robin Williams –en la piel (de cera) de una estatua de Teddy Roosevelt– que, por esta vez, hace su numerito sin caer en excesos de histrionismo.
Pero es necesario destacar que nada funcionaría de igual manera sin el carisma de Ben Stiller en el papel central, el guardia nocturno que se introduce en el portento museístico y que acompaña todos los giros de la narración. Dueño de un envidiable manejo de la comicidad física, en particular de sus músculos faciales, Stiller es la verdadera estrella del show. Y ello más allá de que un trío de ex guardias devenidos ladronzuelos, interpretados por los veteranos Dick Van Dyke, Bill Cobbs y Mickey Rooney (¡juntos suman 237 años!) intenten robar pantalla en cada escena en la que aparecen. Cuando los títulos de cierre comienzan a correr luego de un final que, inevitablemente, festeja la tolerancia entre los diferentes, prima la sensación de que Una noche en el museo es una película honesta consigo misma en sus alcances y limitaciones, y por esa razón leal con el público al cual va dirigida: el infantil y, por extensión, familiar. Esos valores, en un terreno donde la condescendencia y los falsos aires de grandeza son moneda corriente, se agradecen mucho.
7-UNA NOCHE EN EL MUSEO
(Night at the Museum, EE.UU. 2006)
Dirección: Shawn Levy.
Guión: Ben Garant y Thomas Lennon.
Fotografía: Guillermo Navarro.
Montaje: Don Zimmerman.
Música: Alan Silvestri.
Intérpretes: Ben Stiller, Carla Gugino, Dick Van Dyke, Mickey Rooney, Bill Cobbs, Jake Cherry, Robin Williams.
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