Viernes, 9 de marzo de 2007 | Hoy
CINE › “MAS EXTRAÑO QUE LA FICCION”
La película dirigida por Marc Forster, sobre guión de Zach Helm, vuelve sobre el viejo tema pirandelliano, que a fines de los ’90 reactualizó ¿Quieres ser John Malkovich?: la identidad como conflicto surreal–metafísico.
Por Luciano Monteagudo
MAS EXTRAÑO QUE LA FICCION
(Stranger than Fiction)
EE.UU, 2006
Dirección: Marc Forster.
Guión: Zach Helm.
Música: Britt Daniel y Brian Reitzell.
Intérpretes: Will Ferrell, Maggie Gyllenhaal, Dustin Hoffman, Emma Thompson, Queen Latifah.
En el comienzo fue Pirandello. Allá por 1921, el gran dramaturgo y novelista italiano provocó una conmoción en el teatro de su época con Seis personajes en busca de un autor, una obra en la que sus personajes se rebelaban en escena contra su creador y pretendían tener vida propia, más allá de la que llevaban escrita como destino. El cine francés de los ’60, tan dado a las experimentaciones, también incursionó en esta preocupación pirandelliana, con Las criaturas, de Agnès Vardá, donde la suerte de los personajes se resolvía sobre un tablero de ajedrez, y Transeuropa Express, de Alain Robbe-Grillet, en la que un guionista veía cómo se materializaban sus criaturas a medida que las iba imaginando. En los postreros ’90 fue el turno de la dupla Spike Jonze (director) y Charlie Kaufman (guionista): en ¿Quieres ser John Malkovich? y El ladrón de orquídeas se dedicaron a borrar las fronteras entre el mundo real y el mental, haciendo un punto sobre la cuestión de la identidad. Y ahora llega Más extraño que la ficción, un guión del debutante Zach Helm, que parece subirse a caballito de esa veta y cuyo título responde a aquella frase de Mark Twain que decía: “La verdad es más extraña que la ficción, porque la ficción obligatoriamente debe ajustarse a ciertas reglas, mientras que la verdad no”.
La pregunta central de Stranger than Fiction es: ¿quieres ser Harold Crick? El bueno de Crick (Will Ferrell) es un autómata, pero no lo sabe. Empleado modelo del Departamento de Hacienda estadounidense, semeja una máquina de calcular ambulante. No calcula solamente los impuestos adeudados por los contribuyentes, sino también la cantidad de veces que se cepilla los dientes por la mañana, los pasos que necesita para tomar el ómnibus y la cantidad de azulejos que hay en un baño. Ese mundo perfecto, hecho de números, en el que su reloj juega un papel esencial, marcando cada segundo de su vida, se verá de pronto sacudido cuando empiece a escuchar “voces”. Y no son precisamente místicas, sino más bien literarias.
Detrás de cada uno de sus movimientos, descubre Crick, está una conflictuada escritora británica (Emma Thompson). Como un títere que lucha contra los hilos que le dan la vida, Crick se da cuenta de que esa rutina gris y matemática que ha llevado hasta ahora responde al mandato –a la tercera persona omnisciente– de una pluma que, ay, ha decidido que muera en el capítulo final. Si algo demora ese fin trágico es que la escritora no sabe aún cómo ha de morir Crick. Y contra ese destino manifiesto se rebela el personaje, con la ayuda de un profesor de Literatura (Dustin Hoffman), que tratará de identificar a la autora de sus desdichas.
Presentada como una comedia inteligente e ingeniosa, pero esencialmente solemne y pomposa, Más extraña que la ficción promete mucho más de lo que entrega. El peso del guión es tan abrumador que pareciera que el trabajo del director Marc Forster (Descubriendo el país de Nunca Jamás) consiste apenas en ilustrar un texto tan manipulador como el que sufre el propio Crick.
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